Publicado en el Diario de la Bahía de Cádiz
El despertador ha sonado casi una hora antes de su horario. Pleno en el Ayuntamiento y hoy tiene servicio en el salón de plenos. - Hay varias convocatorias para venir a tocar los ovarios a la alcaldesa- le dijo ayer el Jefe de Servicio al Cabo Daniel mientras tomaban un café en la calle Plocia a la salida del "chollo", que era como él llamaba a su trabajo en la policía municipal haciendo gala de sus raíces gallegas.
El cabo Daniel, CaboDani en Twitter, baja por una calle Ancha desierta a esas horas del lunes, todavía no ha amanecido y la calle parece más ancha y más larga sin funcionarios que la transiten. Al llegar a la altura de la iglesia de San Pablo, observa los destellos, las sombras que se mueven entre azules y naranjas en las fachadas del Palillero de forma intermitente, - algo pasa- dedujo el Cabo Daniel, tocándose el bigote, porque no hay a la vista ninguna fiesta para que el Ayuntamiento ponga luces de colores engalanando las calles.
Al llegar a la Calle Novena ve que cuatro sanitarios y dos policías, un coche de urgencias sanitarias y dos motos con sirenas azules rodean la pantalla que el ayuntamiento instaló en la esquina de la plaza del Palillero con Feduchy y Columela. El día despuntaba ya, aunque entre sirenas, linternas y la propia luz de la pantalla, la escena parecía un set de grabación de un programa en directo de Onda Cádiz.
Entre las piernas y los vehículos, el Cabo Daniel distingue un cuerpo tapado con una manta térmica que deja fuera, por una parte una melena rubia con mechas ensangrentadas, una pantorrilla con media calada y un botín con más tacón que el normal. Tras unos instantes de paralización, se aproxima al sanitario que mira inmóvil la pantalla Led, -buenos días- ,dice al mismo tiempo que pone la mano en el hombro del muchacho, lo que provoca que las otras seis personas que cierran el círculo alrededor el cuerpo, dirijan sus miradas hacia el recién llegado, pero nadie le devuelve el saludo.
En primera fila, el Cabo Daniel casi pisa un charco de sangre que avanza hacia la rejilla de la alcantarilla abierta allí para recoger las aguas cuando llueve . Un bolso marrón abierto, que al caer contra el suelo había dejado todo su contenido distribuido aleatoriamente alrededor de la pantalla: el último libro de Quiñones, un monedero de cuero negro, una llaves y un kit de retoque de maquillaje, - esos botines me son familiares-, piensa mientras se quita la gorra.
Levanta la vista, la fija en la imagen fija que se asoma a través de la pantalla con la frase "con el Ayuntamiento de Cádiz, si" sobre una fotografía de parque de Astilleros. ¿Y eso que es? , pregunta en voz alta, cuando ve una parte de pantalla, sobre "el Ayuntamiento", manchada de sangre y de algunos trozos de algo que parece .....trozos de algo. Esta vez es uno de los dos policías motorizados, rubio y producto de horas de gimnasio y claras de huevo quien le responde, -mi cabo, esto es una carnicería, le han abierto en canal y le han sacado las tripas, dejándolas encima de la pantalla , ...lo que ve, parece el hígado y trozos del intestino..., aquello de allí abajo parece un trozo de estómago que ha caído por su propio peso deslizandose por encima de la pantalla...una carnicería..una carnicería..-, afirma con los nervios a flor de piel. Estamos esperando al juez y al resto de compañeros de comisaría de la Avenida que están a punto de llegar.
En medio de este escenario se escucha el politono de un teléfono móvil :
"que bonita esta mi cai
que bonita es mi ciudad
que bonita y que guapa
cuando llega el carnaval"
Con la mano izquierda, el Cabo Daniel, se saca su IPhone del bolsillo superior de la camisa del uniforme,
-Dígamelo?.... Si si, estoy en Palillero.....¿Que ya han llegado los de Navantia? ..Pero si falta más de una hora para que comience el pleno...., venga voy para allí ahora mismo.
El Cabo Daniel se despide del círculo, mientras, por Feduchy, llegan coches de policía y del juzgado. Se dirige hacia Sacramento, para desde allí llegar a la Plaza de la Candelaria, Ruiz de Bustamante, Marques de Cádiz y plantarse en el ayuntamiento antes de que los trabajadores de Navantia se la monten a algún concejal que quiera llegar al Pleno.
En la puerta del Banco Santander de Columela, ve a la joven que habitualmente duerme allí, y que liada en una manta, con la mirada perdida, observa toda la escena, mientras sujeta un tetabrick de vino tinto entre las manos.
¿ Tu no habrás visto qué ha pasado aquí, no? Pregunta parándose frente al cajero automático.
No Cabo, yo sólo dormir, no meter en líos...sólo oír tacones toc, toc toc toc, y al momento plufff, mirar y ver señora en suelo y tripas en la pantalla esa, por la que salir mucho señora rubia., nada más ver señor, y vuelve a adquirir la posición de tortuga dentro de su caparazón cubriendose la cabeza con la manta, el Cabo Daniel retoma el recorrido hacia el Ayuntamiento con bulla.
Al pasar por Candelaria, y a espaldas de Castelar, recuerda una muerte que se produjo hace más de treinta años, cuando entró a trabajar en la Policía Municipal de Cádiz. Sucedió en Apodaca, también una mujer que según recuerda formaba parte de la "nata" de la ciudad. Nunca se llegó a esclarecer, pero su superior siempre mantuvo, después de muchas investigaciones, que murió de lo grande que tenía el ego, que, como si fuera un alíen, se hizo tan grande, que ya no cabía dentro, y estalló de puro "yoismo", dejando en aquella ocasión sus intestinos, a modo de espumillón, en el ficus que hoy da sombra al monumento de José Martí, como si fuera un árbol de Navidad.
Al llegar al Arco del Pópulo, tuvo que adelantar al Primer Teniente de Alcadesa y al Concejal de Cultura, venían de tomar el primer café de la mañana, les saluda con un " a sus órdenes mis concejales". Segundos antes había escrito en su Twitter "muerta en el Palillero de #cadiz al estallarle su ego de tan grande que lo tenía"