Revista Cine

El ego, la pretensión y otros demonios del cine venezolano

Publicado el 18 abril 2010 por Elcinescopio
EL EGO, LA PRETENSIÓN Y OTROS DEMONIOS DEL CINE VENEZOLANOPor Sergio Marcano
Hace unas semanas hablaba con un representante de la distribución cinematográfica y me comentaba que los blockbusters -películas de alto presupuesto, las apuestas de la industria hollywoodense- en Venezuela difícilmente llegaban a los 2 millones de espectadores. Un comentario que me sorprendió porque me hizo pensar que ese era el número máximo de personas que estarían en la disposición real de invertir su dinero en entretenimiento cinematográfico en nuestro país. 
Es un hecho que las películas venezolanas interesan a muchos menos espectadores que el cine norteamericano, digamos -siendo benevolentes- que al año, un promedio de 200 mil espectadores están dispuestos a apoyar al cine nacional, un grupo que se multiplica proporcionalmente con relación al interés que despierte el argumento, el castin, la realización, una campaña publicitaria bien llevada, etc. Apuestas de producción que las lleva al extremo del éxito Secuestro Express, de Jonathan Jackubowicz, con 932.530 espectadores, o al fracaso, como el caso de Zamora de Román Chalbaud, 7.261 espectadores –por mencionar 2 casos relativamente recientes-.  
Si bien es cierto que al ser exhibidas las películas venezolanas tienen que sortear la alineación inducida a los espectadores por las millonarias y efectivas campañas publicitarias del cine norteamericano, no menos cierto es que la barrera más grande que tienen que vencer las películas venezolanas, es el prejuicio que se han formado sus eventuales espectadores con el paso de los años, bien sea por lo que han escuchado a sus coterráneos –que el cine venezolano trata solo de putas, policías y malandros- ó porque ellos mismos fueron alguna vez al cine y se encontraron con una mala película criolla –que no trataba de putas, policías ni de malandros- que incluso les hizo huir despavoridos de la sala. Algo que sucede muchas más veces de lo a que los incondicionales defensores del cine venezolano les gustaría admitir. 
Pero cuando este panorama alcanza cotas de locura -a pesar de que estamos en el trópico y TODAS las reglas son cotidianamente atípicas y elásticas-, es cuando se les escucha decir a los directore(a)s del cine venezolano a viva voz, con soberbia e infatuación -y cito un comentario que he escuchado en repetidas ocasiones tras el fracaso en taquilla de varias películas; palabras más, palabras menos-: 
   “…es que mis películas no le interesan a los espectadores venezolanos porque están dirigidas a un tipo de entendimiento más bien europeo”. 
¡Por los clavos de Cristo!, aparte de sí mismos ¿a quién están tratando de engañar?, todos sabemos que si esto fuese cierto, si las películas de estos directore(a)s funcionaran mejor con público europeo, pues sencillamente en Europa se les abrirían las puertas en festivales internacionales sean de clase A, B, ó incluso C, donde las verdaderas películas de cine de autor pululan y ganan el reconocimiento internacional que las hace aclamadas, famosas e incluso taquilleras mundialmente hablando. Algo que lamentablemente NO le sucede a la mayoría de las películas producidas en nuestras fronteras.
Otro aspecto que me llama profundamente la atención de la mayoría de las películas venezolanas de los últimos 20 años -que usualmente son escritas por los mismos directores-, es su grado de ingenuidad narrativa y visual. Es como si se concibieran de espaldas a las vanguardias más elementales desarrolladas en el mundo por más de una centena de años, y también de espaldas a lo que se dice, se cuenta y se desarrolla conceptual y visualmente hoy en día en un mundo completamente globalizado, lleno de cientos de referentes informativos, audiovisuales y cinematográficos que provienen de la televisión, el cable, la piratería, el DVD legal, el internet, el twitter y un gran etc. 
Un universo de información que de un modo ó de otro SI está al alcance de todos y cada uno de todos los eventuales espectadores del cine venezolano, complicando día a día su entendimiento cotidiano del mundo y afinando sus exigencias con respecto a lo que esperan del entretenimiento que consumen. Y aquí no sólo estoy hablando del cine venezolano versus el cine norteamericano –como reza el cliché ramplón que intenta desmontar este comentario cada vez que es esgrimido-, sino más bien de “la competencia” que podría establecerse entre el cine venezolano y el cine iraní, el cine chileno, paraguayo, colombiano, peruano, brasilero, argentino, etc. Un tipo de cine que al igual que el venezolano se hace con relativamente pocos recursos económicos, pero que a diferencia de nuestro cine, es capaz de proponer historias que logran captar el interés de sus espectadores nativos y además lo suficientemente vanguardista a nivel conceptual como para ser tomado en cuenta por los jurados de los concursos internacionales más importantes del planeta… 
¡Qué caiga de una vez por todas la mascarada autoindulgente que distorsiona el entendimiento de los realizadores, dirigentes, gremialeros y demás habituales del cine nacional! Y que ha condenado a buena parte del cine venezolano a ser un arte, a todas luces, de espaldas a los intereses culturales de los venezolanos e incluso del mundo. 
¿Hasta cuándo el cine venezolano va a seguir negando la importancia de su interlocutor natural: el pueblo venezolano?, ¿Hasta cuándo se van a seguir financiando los caprichos trasnochados –en algunos casos pseudo intelectuales- de los realizadores del cine nacional?, ¿Es que acaso porque vivimos en un país petrolero la inversión cinematográfica está destinada a no tener ningún tipo de dolientes? –como claramente ha venido sucediendo los últimos años-, ¿Será qué quizás aquellos que seleccionan los proyectos venezolanos que se filman año tras año no están capacitados para hacerlo?, ¿O será que es cierta la teoría de conspiración que dice que la selección de los proyectos que se filman año tras año está más bien apañada por un juego de intereses cortesanos que se establecen independientemente de la calidad real de los guiones? 
Un grupo de preguntas que se vuelven recurrentes al menos en 2 de cada 3 estrenos del cine venezolano contemporáneo; pero que a pesar de lo bien fundadas que puedan estar, son temas tabú porque cuestionan la espina dorsal del “estatus quo” de la cinematografía nacional, un escalafón cincelado por los gremios cinematográficos en la ley de cine y su reglamento –que aún está en espera de discusión con la comunidad cinematográfica y posteriormente su aprobación por parte del ejecutivo nacional-, donde se establece la conformación del comité ejecutivo y de las comisiones de estudios de proyectos –los encargados de decidir en nuestro país lo que se filma, y lo que no, año tras año-; en los cuales los representantes de la dupla de los gremios cinematográficos ANAC –la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos- y CAVEPROL –la Cámara VEnezolana de PROductores de Largometrajes- tienen una gran injerencia, y de donde se excluye abiertamente la presencia de cineclubistas, universidades, organizaciones de críticos cinematográficos, técnicos de cine, comités de espectadores, etc. Es decir justamente aquellos representantes de la comunidad cinematográfica nacional que no tienen intereses directos en relación con lo que se filma año tras año, más allá de una eventual calidad fílmica.
Creo que sería bueno para el bienestar de la cinematografía nacional asumir que hay algo que no funciona en los criterios que se aplican para elegir la mayoría de los guiones que se filman hoy en día en Venezuela, así como tampoco en la conformación de estas comisiones y comités. Un panorama que no cambia radicalmente en la productora del estado: La villa del cine, la que al menos hasta el momento, tampoco ha demostrado ser nada efectiva con sus planteamientos, ni propuestas arguméntales o estéticas, en la búsqueda por el interés de los espectadores nacionales.
 
En otro orden de ideas, pero que de igual modo guardan una estrecha relación con lo que trato de expresar al escribir estas reflexiones personales, tiene que ver con las conclusiones que cualquier persona podía hacer al leer las propuestas que hicieron las 2 planchas postuladas por algunos cineastas venezolanos en las recientes elecciones de la ANAC, las cuales giraban en torno a los derechos de autor, el retorno monetario de la distribución de las películas venezolanas, defender al cine ante el Estado venezolano, impulsar la aprobación del reglamento de la ley de cine, apertura de una convocatoria contínua para la presentación de proyectos, apoyo a la asignación de dólares preferenciales para el cine y el audiovisual, aplicación de incentivos, recaudación de fondos para la sustentabilidad del gremio. Y un gran etc.
Múltiples tópicos, algunos de ellos incluso verdaderamente necesarios para nuestra cinematografía, pero ninguna de las 2 planchas hizo referencia en sus propuestas al presente ó el futuro estético ó narrativo de los guiones que se proponen para ser filmados en el país año tras año, ni tampoco de la pertinencia histórica, política, cultural, social, moral, sexual, de las historias que estamos contando como cinematografía en principio a nuestros espectadores y en segundo lugar al planeta en el que vivimos, mucho menos de la relación que debería tener nuestro cine con sus espectadores, ni de la importancia del cine venezolano como reflejo de nuestra cultura. 
Es decir el único tema que claramente no está en la agenda de propuestas, discusiones y cambios promovidos por los postulantes a elección y posteriormente ganadores de llamada “Asociación Nacional de Autores Cinematográficos” venezolanos es precisamente el autoral. El norte más esencial y primigenio de sus funciones.

En este marco de situaciones y de circunstancias que les expongo me hago las 3 últimas preguntas de esta jornada: ¿Será que la cinematografía venezolana está condenada a no evaluarse, pensarse ó analizarse con honestidad a sí misma? ¿A nunca hacer un acto de constricción mínimo que trate de corregir sus errores y desaciertos? Y finalmente ante tanta desidia cómplice ¿Condenada por siempre a dar tumbos narrativos y estéticos que la alejan cada vez mas de sus potenciales espectadores? 
???.

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