Respecto a la caridad de los ateos, qué duda hay de que puede apreciarse en las formas exteriores. Pero ¿quién nos asegura que valga algo una vez examinada en su raíz? Lo mismo para el creyente hipócrita que obra rectamente sólo por miedo a arder en el infierno, sin participar de una auténtica comunión con Dios. San Agustín decía que las virtudes de los paganos eran vicios espléndidos, y yo tiendo a adherirme a esta tesis. ¿Qué es el honor de un hombre sino una expresión sublime de su orgullo? ¿Y qué son la magnanimidad, la paciencia y la virtud en general si no se ofrecen a una sola ara por encima de todas las demás? Los paganos no morían por Dios, mártires de la Verdad, pero eran capaces de entregar su vida por la Patria y por la Fama, que no son más que pálidos ídolos y vanidades pasajeras. Habría que preguntarse, pues, qué mueve al ateo a obrar bien, ya que no es el Bien quien lo hace.