Alberto Rabilotta.- Las destructivas consecuencias de décadas
de desregulación financiera y de liberalismo económico que provocaron y
prolongan la crisis del 2008-2009 se acumulan, pero también ha comenzado
a manifestarse la respuesta social y política. Son elocuentes las
imágenes de cientos de miles de griegos que en el primer día de la
huelga general de 48 horas manifestaban en Atenas contra los planes de
privatización de bienes y empresas públicas, y los masivos despidos de
empleados públicos que acompañan la brutal política de austeridad
impuesta a ese país por la Unión Europea y el FMI para seguir
enriqueciendo al voraz sector financiero global. Y al mismo tiempo las
imágenes también nos llegan de diferentes ciudades estadounidenses, de
ahí donde menos lo esperábamos, mostrándonos una juventud movilizada
para denunciar el mismo sistema y exigir los mismos cambios que las
indignados y trabajadores griegos, españoles, portugueses…
Y para asegurar que no hay “marcha atrás” en esta política de austeridad
y de entrega del país a la oligarquía financiera el gobierno de
Washington aprobó donar 400 tanques Abrams 400 M1A1 al gobierno griego,
el cual a su vez inquirió precios para comprar 20 vehículos anfibios de
asalto (AAV7A1) y vehículos de combate para la infantería (Bradley IFV).
No falta ingrediente alguno para anticipar una brutal represión del
movimiento popular o un auto-golpe de Estado, según analistas. (http://hellenicdefencenews.blogspot.com/#uds-search-results).
La aplanadora de la austeridad fiscal está también en marcha en
Portugal, donde los sindicatos responderán con otra convocatoria a una
huelga general a finales de octubre, y basta una breve visita a ese país
para constatar la difícil realidad social, económica y política, e
imaginar las terribles consecuencias que a corto y largo plazo tendrá
para el pueblo trabajador y la raquítica clase media la política de
austeridad fiscal acompañada de la privatización de los bienes y
empresas públicas.
Prueba del desastre de las políticas neoliberales y de las desigualdades
provocadas por la dictadura del capital financiero, como bien recuerda
Michael Hudson (1), es la fulgurante expansión mundial de la protesta de
los jóvenes que no solo sufren un desempleo temporal, sino que están
concientes de que bajo el sistema actual corren el riesgo real de no
acceder al mercado laboral, de no poder encontrar un empleo más o menos
estable y, por supuesto, equivalente a los años de estudio y
calificaciones profesionales. De los indignados en España hasta el
“somos el 99 por ciento” en Estados Unidos y Canadá, hay razones para
pensar que no estamos frente a una movilización pasajera, sino ante la
creación de un espacio político y social que marcará a toda una
generación, que tendrá un duradero impacto formativo en términos de
conciencia social, y que tiene el potencial de servir de terreno para la
experimentación de nuevas o renovadas formas de acción política, de una
mayor democracia participativa para encarar los problemas estructurales
que exigen cambios radicales, como lo reclaman a su manera los
manifestantes de “Ocupemos Wall Street” (OWS), que sorprendentemente
cuentan ya con el apoyo de la mayoría (52%) de la población
estadounidense, según un sondeo de la revista Time. Sobre este tema es
importante la lectura del análisis que John Nichols hace en The Nation
(The 99 Percent Rise Up) y el artículo de Andy Kroll en Motherjones (How
Occupy Wall Street Really Got Started).
Cuando el sistema capitalista podía salvarse
Mientras a nivel mundial se desenvuelven estas movilizaciones de los
“jóvenes, educados y desempleados”, como decía la pancarta de un
manifestante de OWS, contando con una creciente participación de
trabajadores sindicalizados, de la “clase media” en camino de
proletarizarse y de los jubilados expuestos al mismo empobrecimiento
general, en ese mismo momento los gobiernos de la Unión Europea, Gran
Bretaña y Estados Unidos ( y los partidos de gobierno que se alternan en
el poder para hacer los cambios cosméticos que mantengan el mismo orden
de cosas), siguen emperrados en mantener el sistema actual, en salvar
el sistema financiero que parasitó el capitalismo.
Impensable que hoy o mañana escucharemos y haya un impacto político
inmediato en el Congreso de Washington, o en cualquiera de los
parlamentos europeos, como lo que el Comité del Senado de Estados Unidos
para la Investigación de los Problemas Económicos escuchó en 1933, en
plena Gran Depresión, cuando rindió testimonio Marriner Eccles, un
banquero del estado de Utah (2).
Antes de que se tomen medidas efectivas para frenar los devastadores
efectos de la depresión – dijo Eccles en su largo testimonio -, es un
deber reconocer que el derrumbe de nuestro actual sistema económico se
debe al fracaso de nuestro liderazgo político y financiero para manejar
inteligentemente el problema monetario. En el mundo real no hay causa ni
razón para el desempleo y su resultante empobrecimiento y sufrimiento
de un tercio completo de nuestra población. Tenemos todo y aun más de la
riqueza material que teníamos en el pico de nuestra prosperidad, en el
año 1929. Nuestro pueblo necesita y quiere todo lo cual nuestros
abundantes instrumentos y recursos están en capacidad de proveerle. El
problema de la producción ha sido resuelto, y en el presente no
necesitamos más acumulación de capital () Tenemos la plantilla económica
capaz de proveer una superabundancia de no solamente todas las
necesidades básicas de nuestro pueblo, sino también el confort y el
lujo. Nuestro problema, en consecuencia, es puramente de distribución. Y
esto solo puede concretado proveyendo un poder de compra suficiente y
adecuado para que el pueblo pueda obtener los bienes de consumo que
nosotros, como nación, estamos en capacidad de producir. Para sobrevivir
el sistema económico no puede servir a otro propósito.
Eccles, quien inmediatamente después de este testimonio que muestra y
demuestra la importancia del vinculo entre el capital y el trabajo
asalariado, vital para el capitalismo, fue invitado por el presidente
Franklin Roosevelt para que redactase las principales legislaciones que
crearon el sistema de Seguridad Social (ley de 1933), la Ley Bancaria
(Glass-Steagall) que separó los bancos de depósito de los bancos de
inversiones (derogada por el presidente Bill Clinton en 1995), y la Ley
de Bancos de 1935 que encuadró el mandato y dirección de la Reserva
Federal.
Todo lo que sin tapujo alguno Eccles denunció en su testimonio, en
particular la fabulosa acumulación de riqueza por la oligarquía
financiera de la época, es válido hoy día, incluyendo cuando afirma que
“el proceso de reconstrucción será difícil y lento y solo podrá ser
realizado sobre la bases de un nuevo sistema político, económico y
social”. Eccles, como Roosevelt, no querían abandonar el sistema
capitalista, sino salvarlo de la desenfrenada codicia de los ricos, de
ese uno por ciento de la población que entonces como ahora se apropiaba
de la mayor parte de la riqueza social. Por ello, y para asegurar a los
ricos “la serenidad y seguridad que no tienen en el momento presente”,
cuando las movilizaciones obreras y de cesantes abrían perspectivas
revolucionarias, Eccles declara lo siguiente: Siento que una de dos
cosas es inevitable. Que tenemos que correr el riesgo de enfrentar este
problema de desempleo y (de deflación) o veremos colapsar la estructura
de nuestro sistema de crédito, lo que significa el colapso de nuestro
sistema capitalista, y que entonces tendremos que recomenzar de nuevo. Y
por lo tanto quisiera que intentásemos regular y operar nuestra
economía, lo que actualmente requiere más acción desde el tope”, es
decir de planificación económica desde el gobierno.
Lo que Eccles delineó y concretó en la redacción de las legislaciones
mencionadas forma parte de las políticas de John M. Keynes, del New Deal
y posteriormente – como destaca London Banker en su blog - de los
acuerdos de Bretton Woods, y fue esa política intervencionista, los
avances sociales y la sindicalización masiva lo que permitió superar la
Gran Depresión y entrar, después de la segunda Guerra Mundial, en la
“edad de oro” del capitalismo industrial, las tres décadas que llegaron a
término en la década de los 70, cuando el sistema financiero y las
transnacionales revivieron las ideas del laissez-faire, el actual
neoliberalismo.
Y ahora, bajo la dictadura del capital financiero
Hoy día, como hace semanas, meses y años, los especuladores bursátiles
siguen con el destructivo juego del sube-y-baja. Las ganancias de las
empresas transnacionales y del sector financiero continúan aumentando y
suben aun más cuando se anuncian nuevas cesantías, sinónimo de “aumento
de productividad”, mientras las perspectivas de las economías reales en
los países del “capitalismo avanzado” oscilan entre el estancamiento
prolongado (a la japonesa) y la recesión por las consecuencias
combinadas de la crisis financiera, las políticas de liberalización que
promovieron la deslocalización industrial, el “efecto de reemplazo”
causado por la acelerada automatización y los planes de austeridad para
reducir las deudas públicas provenientes de la socialización de las
deudas privadas del sector financiero.
El desempleo entre los jóvenes, como recuerda el analista británico
Ambrose Evans-Pritchard, se eleva a 10 % en Japón, 46 % en España, 43 %
en Grecia,, 32 % en Irlanda, 27 % en Italia y de 24.6 por ciento Estados
Unidos, con la perspectiva de que la cesantía aumente en la medida en
que se apliquen las políticas de austeridad para reducir los déficits
fiscales.
Y en este contexto la crisis financiera, en particular la exposición
crediticia del sector bancario de la zona euro, se profundiza y amenaza
contagiar a naciones fuera de la zona euro. La solución propuesta –
aumentar la capitalización de los bancos para equilibrar el insostenible
radio entre depósitos y préstamos - provocará una reducción crediticia
de siete billones de dólares, que de realizarse tendrá un impacto en la
periferia: los países de Europa Oriental, las naciones emergentes de
América latina y Asia, según el economista Stephen Jen de SLJ Macro
Partners (3).
Hace pocos días y refiriéndose a la brecha entre los ingresos en Estados
Unidos, Howard Buffett - director de Berkshire Hathaway Inc. e hijo de
Warren Buffett, el tercer hombre más rico del mundo - dijo que “nunca
fue tan enorme” como actualmente. Por su parte Warren Buffett volvió a
repetir el pasado 30 de septiembre, esta vez en entrevista con Charlie
Rose en la televisión de PBS, que para comprobar la existencia de la
guerra de clases basta ver “esas 400 familias” que tienen un promedio de
40 a 200 millones de dólares de ingresos anuales y pagan muy bajos
impuestos: “hay una guerra de clases en curso. Y justamente es mi clase
que está ganándola. Y mi clase no solo está ganando. Lo que quiero decir
es que estamos matando” al resto del pueblo (4).
En el mismo despacho de la agencia Bloomberg que cita a Howard y Warren
Buffet se incluyen, entre las declaraciones de otros personajes que
dominan el mundo de las finanzas, las de Bill Gross, gerente general del
mayor fondo de obligaciones del mundo, Pacific Investment Management
Co. (PIMCO), quien refiriéndose a las movilizaciones de OWS dijo por
‘twitter’ que los asalariados están defendiéndose después de tres
décadas de una guerra de clases en la cual ‘fueron el blanco de los
disparos’.
Sobre la “inestabilidad de la desigualdad” escribe el economista y
profesor de economía Nouriel Roubini (5), quien comienza su análisis
recordando que “este año se ha caracterizado por una ola global de
descontento e inestabilidad política y social, que ha ocasionado que la
gente salga en masa a las calles reales y virtuales”.
Roubini, uno de los economistas que anticipadamente pronosticó la crisis
financiera del 2008-2009, destaca este renacimiento de la protesta
social, de los “indignados” que ahora surgieron masivamente en Estados
Unidos con el movimiento “somos el 99 por ciento!”, y señala que se debe
al alto nivel del desempleo y subempleo en las economías avanzadas y
emergentes, y a la desigualdad en la distribución de la riqueza en las
economías avanzadas.
Al analizar la economía, la baja de los ingresos salariales y el
creciente desempleo por la insuficiente demanda final, el profesor
Roubini recuerda que “el problema no es nuevo”, y que Karl Marx “tenía
razón al decir que la globalización, el capitalismo financiero
descontrolado, y la redistribución del ingreso y la riqueza, del trabajo
al capital, podrían llevar el capitalismo a la autodestrucción”. Para
Marx, añade, un capitalismo no regulado puede originar las crisis de
sobreproducción, de subconsumo y la recurrencia de crisis financieras
destructivas por las burbujas crediticias y bursátiles.
Como Eccles en 1933, Roubini enfatiza que “cualquier sistema económico
que no aborde adecuadamente la desigualdad se enfrentará en última
instancia a una crisis de legitimidad” y por lo tanto será contestado
por los pueblos.
Ese es el lugar de la historia donde nos encontramos ahora. No hay lo
que hizo tomar conciencia a Eccles, a Roosevelt y a tantos otros
políticos en los años 30, las banderas rojas ondeando en las grandes
manifestaciones que exigían una revolución social, tampoco los partidos
socialistas y comunistas organizando las masas, ni los obreros cantando
la Internacional.
Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo en casi no importa que
lugar del mundo se puede sentir el fermento social. El ejército laboral
de reserva más joven y educado de la historia del capitalismo empieza
sublevarse.
Notas:
1.- Michael Hudson, From Marx to Goldman Sachs: The Fiction of Fictitious Capital: http://www.michael-hudson.com/2010/07/from-marx-to-goldman-sachs-the-fictions-of-fictitious-capital1
2.- Marriner Eccles: http://fraser.stlouisfed.org/docs/meltzer/ecctes33.pdf
y también ver la oportuna cita de Eccles en el excelente blog de London Banker: http://www.londonbanker.blogspot.com/
3.- Ambrose Evans-Pritchard: http://www.telegraph.co.uk/finance/comment/ambroseevans_pritchard/8830072/Europes-lost-decade-as-7-trillion-loan-crunch-looms.html
4.- Howard y Warren Buffett:
http://www.businessweek.com/news/2011-10-13/buffett-s-son-defends-protestor-push-to-make-things-happen-.html ; http://www.charlierose.com/view/interview/11919
3.- Nouriel Roubini es director de Roubini Global Economics y profesor
de economía en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva
York: http://www.economonitor.com/nouriel/2011/10/17/full-analysis-the-instability-of-inequality/ ; http://www.project-syndicate.org/commentary/roubini43/Spanish