¡Cuántas ganas tenía de ser sorprendido! No hay nada mejor que derribar una barrera mental, y es que la imagen que me llega de Perú no tiene absolutamente nada que ver con la película que he visto. Fuera llamas (y alpacas), fuera Machu Picchu… Que no digo que estén mal, pero que, como las flamencas y los toreros en España, es la imagen que se proyecta en el extranjero, y hay vida después de los estereotipos. Un país de unos 30 millones de habitantes que estrena 17 películas nacionales en el año (2014) no parece que apueste fuertemente por el cine, pero teniendo en cuenta que en la década anterior la media era de 6 estrenos anuales, entonces cambia un poco el punto de vista. Algo está pasando en el cine peruano. No sé si es moda o directamente una apuesta por la cultura cinematográfica, pero sea lo que sea, es bueno para los espectadores.


El actor principal, Salvador del Solar, tiene un papel muy sólido y creíble, su interpretación transmite la inquietud que requiere tanto la historia como su propio personaje. El resto del elenco está a muy buen nivel también, aunque he de destacar que el protagonista es muy protagonista; es decir, no hay otros personajes que tengan mucha más importancia que la de breves apariciones en distintos momentos.
Su director, Javier Fuentes-León, se consolida con esta segunda película como un director al que tener en cuenta en cada nueva película que estrene.

Un escritor (antiguo policía) cuya novia desapareció hace unos años recibe unas misteriosas fotos que le hacen implicarse en una investigación que tiene que ver con él mismo, con el protagonista de la serie de novelas que escribe y con la desaparición de su pareja.
La trama se complica y tiene un importante giro, pero hasta aquí puedo leer, no quiero destripar esta embaucadora cinta de investigación y misterio.

