Aunque en las últimas décadas las conexiones entre oriente y occidente se han multiplicado, es cierto que Japón sigue siendo en cierta medida un mundo aparte, dotado de muchos matices de difícil comprensión para la mentalidad europea. Después de la Segunda Guerra Mundial, el excelente libro El crisantemo y la espada, ayudó a aclarar muchos malentendidos, pero solo los que han vivido en aquel país el suficiente tiempo, pueden decir que se han aproximado a comprender a los habitantes de aquel lejano país.
El libro clásico de Tanizaki no es más que una apreciación muy personal de algunos matices que diferencian al japonés del occidental, sobre todo desde el punto de vista arquitectónico: el gusto por lo sombrío, por la belleza sobría y la observación del más pequeño detalle de la vida cotidiana, que para el autor puede suponer la diferencia entre el placer que aporta la serenidad y lo meramente intolerable. Si nosotros apreciamos sobre todo lo luminoso, ellos aman el contraste entre luz y sombras:
"(...) creo que lo bello no es una sustancia en sí sino tan sólo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de diferentes sustancias. Así como una piedra fosforescente, colocada en la oscuridad, emite una irradiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra."
Libro para leer en estado de reposo y absoluta serenidad, Elogio de la sombra es uno de esos manifiestos que nos hacen meditar acerca de cómo una civilización tan refinada pudo desencadenar, en los mismos años en los que está escrito el ensayo, un conflicto tan cruento. Algo tiene que ver en esto la contraposición entre luz y sombra...