En la biología, el efecto Lázaro es el fenómeno que ocurre cuando una especie declarada extinta vuelve a aparecer vivita y coleando. El periodo que permaneció desaparecida pudo ser de décadas o siglos, pero hay casos en los que permanecieron ocultas durante millones de años. Estos descubrimientos suelen ser casuales, pero quienes intentan encontrar vivas a especies extintas se embarcan en una misión digna del capitán Ahab.
En el fondo del océano existe una criatura prehistórica que se creía extinta pero que, aunque no se ha encontrado ningún especimen, se cree que sigue viva. Se trata de un ser conocido por los icnofósiles, es decir, huellas en la roca producidos por una parte de un ser prehistórico, como huellas o madrigueras. Estos pertenecen al paragénero de Paleodictyon, unos icnofósiles con un patrón similar a un panal de abeja. En concreto, esta criatura nos dejó a los icnofósiles Paleodictyon nodosum, restos de un ser de forma desconocida descubiertos por primera vez en los acantilados españoles a mediados del siglo XX y que suele encontrarse en depósitos de flysch del Eoceno (56 mda - 34 mda).
Dado que solo se han encontrado sus huellas, se debate si estas eran madrigueras o partes de su cuerpo. Los primeros seres que nos dejaron los fósiles Paleodictyon vivieron durante el periodo Cámbrico, hace 500 millones de años. Desde entonces, su hábitat cambió de las aguas someras a las profundidades. La uniformidad, precisión y consistencia de estos fósiles es inversamente proporcional a su edad. Las inmersiones en el Atlántico revelaron un sistema de túneles similares al P. nodosum bajo el fondo marino. Por una parte, estos túneles pudieron ser las moradas de algún tipo de gusano o, por otra parte, los restos fosilizados de esponjas comprimidas o "arena viviente" (foraminíferos).
Fuente: New York Times
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