Acostumbra a ser normal que ante el espectáculo de un río más o menos crecido, siempre haya alguien que comente la lástima que le produce que tanta agua se pierda en el mar ( ver Atlantropa, el insensato proyecto para desecar el Mediterráneo ). La solución para esta gente sería hacer un embalse que retuviera toda el agua que lleva dicho río y de esta forma, aprovecharla. Por lo visto, esto mismo fue lo que pensaron los constructores del embalse del Catllar, en Tarragona.
El embalse del Catllar, inaugurado en 1975, está situado cerca del municipio homónimo, en la cuenca del río Gaià, un pequeño río mediterráneo con una cuenca de unos 390 km2, una longitud de 59 kms y un caudal medio de 0.57 m3/segundo. Este pantano, una vieja reivindicación de los regantes de la zona desde finales del siglo XIX, fue finalmente construido por Repsol para proveer de agua de refrigeración a las instalaciones petroquímicas que esta empresa dispone en las cercanías de Tarragona ( ver Los Alfaques, 215 muertos por 1000 pesetas ). Sin embargo, los despropósitos generalizados de finales del franquismo hicieron mella en el proyecto.
Para empezar, el proyecto primigenio no ubicaba la presa en el emplazamiento actual -el estrecho del torrente de Renau-, sino unos kilómetros más arriba, en el estrecho del Cardenal, en el municipio de Salomó. Este pantano primero tenía que tener una capacidad máxima de unos 11 hm3, pero aún no se sabe porqué, además de cambiar la ubicación, los ingenieros decidieron aumentar el tamaño del embalse de los 11 hm3 iniciales a los 60 hm3 finales, construyendo una formidable presa de tierra y piedras de 79 metros de alto. La rumorología dice que tras unas grandes riadas (" Gaianadas", como se llaman en la zona) que comportó importantes daños en las obras, los ingenieros decidieron aumentar el margen de seguridad "por si las moscas". Pero no se acaba aquí la chapucería de la construcción.
Los estudios geológicos marcaban que el óptimo de altura de la presa estaba en la cota altimétrica 96, dado que a partir de aquí los materiales que tenían que retener el agua dejaban de ser impermeables para volverse totalmente porosos. Aún a pesar de conocer este dato, se decidió subir la presa hasta alcanzar los 131 metros. El sobredimensionado del embalse, junto al poco caudal habitual del río Gaià, provocaron que los 11 kms de río aguas abajo de la presa no hayan llevado agua desde la construcción de la presa, convirtiéndola de facto en una cuenca aparte del resto de la cuenca.
Todo el cúmulo de despropósitos han hecho que el embalse de Catllar no se haya llenado jamás, siendo el máximo alcanzado la cota 110, o lo que es lo mismo, un tercio del total (20 hm3), con una ocupación habitual de unos 6 hm3 (10%), que no llegan a mojar los pies de la presa. Por si fuera poco, cuando el agua sube por encima de la cota 96, toda el agua por encima -y como ya se sabía- escapa por filtración, saturando los acuíferos de la cuenca vecina del Francolí y volviendo a salir aguas abajo en el tramo muerto del Gaià.
Por su parte Repsol-YPF, justamente por esta inutilidad manifiesta de la presa, tiene las instalaciones totalmente dejadas de la mano de Dios. Las formidables compuertas -totalmente abiertas, para dejar pasar un agua que jamás ha circulado y difícilmente circulará- están totalmente en desuso, todas las instalaciones están destrozadas por el vandalismo y el interior del pantano está totalmente cubierto de vegetación. Una auténtica pena.
Lo suyo sería derruir semejante e inútil monstruo de piedra y rocas que es la presa, y utilizar el agua resultante de las depuradoras de la zona para las tareas de refrigeración que necesita la petroquímica. No obstante, en vez de agua recuperada, aún utiliza agua limpia (subterránea, del minitrasvase del Ebro y del embalse del Catllar) en sus sistemas de refrigeración, pero los derechos de explotación del río Gaià heredados del franquismo por la petrolera pesan demasiado en las administraciones.
Pero no todo está perdido. Las entidades ecologistas de la zona han conseguido, finalmente y como si fuera una limosna, que Repsol y la Agencia Catalana del Agua desembalsen de vez en cuando (una vez al año a lo sumo, no se vayan a acostumbrar) hasta 2 m3/seg durante cortos períodos de tiempo, sobre todo en épocas de lluvias. La excusa es que es un río mediterráneo y que a veces (¡a veces!) se seca, por lo que no es necesario que el tramo inferior del río lleve agua siempre, aunque no niegan que una " pequeña avenida" sirva para limpiar, dar forma al valle bajo del río y mantener la vida del curso muerto. Menos mal que al menos lo reconocen.
Sea como sea, ello ha hecho que el agua, después de muchos años sin hacerlo, haya llegado -aunque sin mucha alegría y en contadas ocasiones, para qué lo vamos a negar- a la desembocadura del Gaià en Altafulla. Es un pequeño paso, sí, muy condicionado a los usos industriales y a la sequía, también, pero es un aliento de esperanza para poder arreglar lo que la locura humana destruyó alegremente.
Art. Rev. 11/11/10 23.58 517v