En Guatemala, el ejercicio de la sexualidad está atravesado por múltiples circunstancias relacionadas con inequidades de género, que ubican a las jóvenes en desventaja respecto a sus parejas masculinas. A esto se suma el desconocimiento, la falta de información adecuada, los mitos y tabúes que rodean al sexo.De manera que un buen número de adolescentes enfrenta, sin planificarlo ni desearlo, embarazos para los cuales no están preparadas. Situación que agudiza, sobre todo en áreas urbano marginales o en el área rural, la precariedad en la que las jóvenes viven, así como mayores dificultades para desarrollarse plenamente.La incidencia de embarazos en adolescentes, debe analizarse además como un problema social que merece la atención estatal tanto por el impacto en las posibilidades de desarrollo de niñas y jóvenes como por la atribución que se le ha dado al ser un mecanismo que contribuye a la transmisión intergeneracional de la pobreza.
Algunos estudios, como el Tercer Informe de Avances de los Objetivos del Milenio en Guatemala, 2010 concluyen que hay tres factores asociados con las altas tasas de embarazo adolescente: la violencia sexual, los bajos niveles educativos, y las condiciones de pobreza. Estos no pueden desvincularse de una cultura patriarcal que fomenta una doble moral con relación a la sexualidad, en detrimento de las mujeres.
Una buena cantidad de los embarazos en adolescentes –y lo más preocupante en niñas incluso de diez años- se dan como resultado de agresiones sexuales que muchas veces ocurren en el entorno familiar. Pero, debido al silencio impuesto, no son denunciadas ni investigadas, agregando una carga emocional a las niñas y jóvenes que enfrentan esos embarazos forzados.
Algunas cifras
Si bien los datos oficiales como la Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil 2008/2009, muestra que la tasa de embarazo adolescente, para las edades entre 15 y 19 años, presenta una tendencia a la baja, de 114 nacimientos en el 2002, a 98 en el 2009, ésta sigue siendo, según el Guttmacher Institute, la tercera más alta en América Central, después de Honduras (137) y de Nicaragua (110).
Para el 2010 se registraron en Guatemala, 47,559 partos en adolescentes entre los 10 y los 19 años, que representan el 20 por ciento de todos los partos (239,286). De estos, de acuerdo con el Observatorio en Salud Reproductiva-OSAR, 1634 (3.6%) ocurrieron en niñas de 10 a 14 años.
Casi un 50 por ciento de esos partos ocurrieron en los departamentos con mayor población indígena: Huehuetenango, Alta Verapaz, San Marcos, Quetzaltenango, y El Quiché es decir, son las niñas y adolescentes indígenas las más afectadas por esta problemática. El embarazo en adolescentes en muchas de estas comunidades se ve como algo normal, de acuerdo a las declaraciones de Lilian Flores, encargada del Programa Nacional de Salud Reproductiva.
Esta tendencia se ha mantenido en los últimos tres años, del 2008 al 2010 e implica, para muchas niñas y jóvenes, el abandono de la escuela, y su inserción en la economía informal ya que, según datos del Ministerio de Salud, un 40% de ellas debe afrontar la crianza de sus hijos e hijas sin el apoyo del padre.
A los efectos sociales del embarazo en adolescentes, se suman los impactos en su salud física destacando la alta incidencia de anemia en mujeres embarazadas, 29% en promedio, aunque hay zonas donde alcanza el 34% (Petén, San Marcos, las Verapaces y Chiquimula), como fue reportado por la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional. Esta condición constituye un factor de riesgo tanto para la adolescente como para su hija o hijo.
Aunque lentos, se observan cambios
Si bien los embarazos en adolescentes continúan, sobre todo entre las jóvenes indígenas, las acciones de varios grupos están contribuyendo a generar conciencia sobre el ejercicio responsable de la sexualidad. En el 2011, los grupos que conforman el Consorcio por los Derechos Sexuales y Derechos Reproductivos de las Mujeres Indígenas difundieron mensajes, desde las voces de jóvenes indígenas de varias comunidades, para animar a otras adolescentes a informarse sobre sus derechos.
Glayds Ajabaj kaqchikel, quien estudia una carrera universitaria, comparte que en su comunidad se rumora que “ella es rara”, al decir que “casarse y tener hijos no está en sus planes todavía”. Igualmente, Mirna Gabriel, del área q’eqchi’, quien estudia para ser enfermera considera que las mujeres no deben dejarse influenciar por sus novios. Es importante “que las jóvenes piensen bien que casarse a temprana edad y tener muchos hijos e hijas hará más difícil su superación”.
Estas jóvenes están transgrediendo prácticas culturales muy arraigadas, sobre todo en el área rural. Y están mostrando, a otras adolescentes, la importancia de conocer sus derechos a una educación sexual integral, sin prejuicios y sin imposiciones. Por, Ana Silvia Monzón, Voces de Mujeres/CIMAC