El país más poderoso del mundo se forjó y enriqueció con las oleadas de emigrantes que huían de una Europa plagada de injusticias, guerras y hambrunas, y es el que aún sigue dándole oportunidades a las mentes más brillantes, científicas, tecnológicas, incluso más cultas, de los emigrantes que llegan desde todo el mundo.
EE.UU. se moldeó con inmigrantes legales en situaciones mucho peores que las de numerosos jóvenes españoles que marchan al extranjero por falta de oportunidades.
En la emigración quizás trabajen como esclavos. Pero en España carecen de las iniciativas y capacidad de sacrificio de decenas de millares de chinos que enriquecen aquí tan esclavizados como ellos en el extranjero.
Aunque tampoco marchan tantos españoles. El saldo migratorio en el país continuó siendo positivo en 2014 —llegaron más inmigrantes que salieron emigrantes—, siete años después de iniciada la crisis.
No debe lamentarse la emigración. El cronista la experimentó durante una década en lejanas tierras y océanos hasta que volvió con nuevos conocimientos, vivencias y mínimos ahorros para iniciar otra vida.
Este martes el asturiano Luis Palicio Sanz escribía una carta a los periódicos en la que rechaza que los emigrantes deban inspirar pena.
“Tengo 28 años, una carrera, un máster y desde hace tres vivo en el extranjero; el motivo de esta carta es que estoy harto. Harto de que me compadezcan, la prensa y el mundo en general (…) Licenciado fregando lavabos, que yo también lo he hecho (…). A mí no me han echado, quizás me han invitado a irme, pero mis decisiones las asumo”.
Luis podría volver algún día; o quedarse donde vive ahora, Inglaterra, para iniciar una segunda generación, como la que creó tras venir legalmente a España –y por tanto ser inmigrante-- la mujer estadounidense del cronista.
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SALAS