Revista Viajes

El encanto de Venecia

Por Mteresatrilla
Al final de nuestro recorrido por Eslovenia decidimos pasar una noche en Venecia antes de regresar a casa.  Habíamos estado diez años atrás, en noviembre de 2001 justo después de los atentados del once de septiembre que agitaron el panorama mundial. Nos encontramos una ciudad semivacía, el turismo cayó en picado y los americanos y japoneses desaparecieron del mapa turístico durante bastantes meses. Tenía la idea de que si Venecia me gustó tanto entonces, fue porqué la conocimos en unas circunstancias bastante excepcionales. No me gustan las multitudes y detesto sentirme como una oveja en un rebaño. Pasamos  cuatro días enteros en la ciudad sin vernos obligados a hacer ni una cola, prácticamente solos en la Basílica de San Marcos o en el Palacio Ducal y disfrutando de cada uno de los rincones de una Venecia tranquila y pausada.

El encanto de Venecia

Detalle reloj Plaza San Marcos

En esta ocasión, estaríamos en la ciudad tan solo día y medio, pero me hacía ilusión poder celebrar mi cincuenta aniversario en un lugar especial. Escogimos un alojamiento en la Riva degli Schiavoni, a dos pasos de la Piazza de San Marcos y con vistas a la Laguna, justo enfrente de la isla de San Giorgio Maggiore. Ya sabemos que los caprichos se pagan caros y en Venecia aun más, pero la ocasión se lo merecía.Mucha más gente que diez años atrás, muchísima más…pero Venecia tampoco me decepcionó. Nos olvidamos del mapa y de la guía y nos dejamos llevar, sin rumbo fijo, por los entresijos de esa ciudad realmente única.

El encanto de Venecia

Gran Canal


La habitación no estará lista hasta las dos de la tarde, por lo que dejamos la maleta en recepción y vamos a fundirnos entre los cientos de turistas. Me temo que debe haber muchos cruceristas y al ser día de Fiesta Nacional en el país, quizás también algunos italianos habrán decidido a ir a pasar la jornada en la ciudad de los canales. Además hoy es San Marcos y se celebra la fiesta del patrón. Durante la mañana se ha llevado a cabo una regata de góndolas pero no hemos llegado a tiempo. Tal día como hoy también es tradición que los chicos regalen una rosa roja a su pareja, como nuestro Sant Jordi, pero aquí sin libros. La Riva degli Schiavoni está a reventar y para cruzar los diferentes puentes parece que vamos en procesión.

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Laguna y vistas a San Giorgio


Nos compramos un gelatto y lo saboreamos delante del Puente de los Suspiros que está cubierto de publicidad debido a las obras de restauración. Podían haber puesto alguna cosa más discreta. A raíz de esto ya lo han bautizado con el nombre de Puente de los “signs” en vez de Puente de los “sights”. Una vez en la Plaza de San Marcos, nuestras intenciones de subir al Campanile se esfuman en medio segundo.

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Plaza de San Marcos desde la Laguna

La cola es larguísima, así como también las colas para entrar a la Basílica de San Marcos y al Palacio Ducal. Ambos lugares los visitamos en 2001 por lo que lo dejamos correr. Es un privilegio repetir ciudad y olvidarse de la guía, del mapa y de la “obligación” de hacer las visitas de rigor. En el centro de la Plaza, algunos miembros de la Asociación de San Marcos han montado un stand donde se ofrece una copa de vino blanco para celebrar la festividad de su patrón. Tantas palomas como siempre, vendedores ambulantes, globos, cámaras de fotos, gente y más gente… y las orquestas de los cafés de lujo, que se machacarían los acordes si no fuera por las grandes dimensiones de la plaza.

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Detalle Basílica de San Marcos


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Detalle Palacio Ducal

Empezamos a adentrarnos  por las laberínticas callejuelas donde podemos ver bastantes banderas de la República italiana colgadas en las ventanas, en conmemoración de la Fiesta de la Liberación del Fascismo.

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El día 25 de abril se conmemora la Liberación del Fascismo


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Palazzo Contarini del Bovolo

Cruzamos decenas de pequeños puentes por debajo de los cuales se deslizan las góndolas, una detrás de otra, siguiendo la ruta preestablecida. Las casas no mueestran las ricas fachadas de los palazzos que se encuentran de cara al Gran Canal, pero tienen su encanto. Siempre se puede ver algún detalle en forja o esculpido en piedra, especialmente el león, símbolo de San Marcos.
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Y los escaparates, que me fascinan. Las máscaras y el cristal de Murano llenan una gran parte de los escaparates de la ciudad pero aun quedan algunas tiendas de artesanos donde se venden artículos originales y únicos, como las plumas de escribir…pero no las estilográficas, no, sino plumas de gallina pintadas para usar con tinta china, tiendas de zapateros que confeccionan a medida extravagantes modelos, corbaterías, guanterías, anticuarios … junto a muchas trattorias, osterias y pizzerías. También algunas tiendas donde se venden objetos de los diseños más actuales y tiendas de ropa, bolsos y zapatos a unos precios de escándalo. Varios grupos de subsaharianos compiten con Louis Vuitton, Fendi o Prada con medio ojo puesto en la mercancía, el otro medio en la clientela y uno entero vigilando por todos lados por si llega la poli.
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El encanto de Venecia
  Después de comer nos acercamos al hotel. No tiene la lujosa fachada del Danieli, más bien al contrario ya que pasa bastante desapercibido, pero las vistas son las mismas. Desde el tercer piso, donde tenemos la habitación, la panorámica es inmejorable. Dudamos entre salir o quedarnos en el cuarto para disfrutar del espectáculo: el ajetreo de los vaporettos, gente que va y viene, los vendedores ambulantes, las barcas-taxi… me da la sensación que estoy viviendo una película. Definitivamente, Venecia es única. Nos tumbamos un rato sobre la cama desde donde contemplamos la Riva y la Laguna. 

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Desde la habitación


El encanto de Venecia

Desde la habitación

Salimos de nuevo y vamos en dirección al Gran Canal. Paseamos sin prisa, saboreando cada instante. Entre calles estrechas y pequeños canales aparecen los campos, esas grandes plazas que parece que están puestas en medio del laberíntico entramado para poder tomar aire, ensanchar los pulmones y seguir de nuevo. En el centro, siempre un pozo y habitualmente una iglesia.

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Se cuentan más de 150 entre iglesias y conventos, la mayoría de las cuáles son auténticas obras de arte que esconden los trabajos de los mejores pintores venecianos. Son muchas las iglesias, pero hay más palacios, los palazzos. Unos 700, y los más ricos se encuentran en el Gran Canal, la más bonita avenida del mundo.
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Tiendas, tiendecitas, souvenirs, máscaras, algún gato despistado y mucha gente, todavía mucha gente. Encontramos el Puente de l’Accademia desde donde se puede admirar la mejor vista del Gran Canal cuando desemboca en la Laguna y Nuestra Señora de la Salute a nuestra derecha.

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Gran Canal y Ntra Señora de la Salut


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Ya en el Puente de Rialto, es misión imposible encontrar sitio en la terraza de algún local junto a la orilla. La gente se apalanca en el mejor lugar para tomar una cerveza fresca, un expreso, corto, demasiado corto para mi gusto, o un campari.


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Vamos pronto a cenar y lo hacemos en el restaurante Al Vecio Portal que nos han aconsejado en el hotel. Al salir, Venecia ya se ha transformado en otra ciudad, desde la habitación contemplo la Riva degli Schiavoni completamente vacía y el cielo estrellado. La noche es fresca y se está a gusto.Me cuesta despertar y lo primero que hago es asomarme de nuevo por la ventana, a esta hora hay una bonita luz. Aun no circulan los vaporettos y por la Riva sólo se ven algunos madrugadores haciendo footing o paseando al perro.
Veo pasar un gran barco de crucero y esto significa que dentro de un rato miles de personas invadirán de nuevo las calles de la ciudad. Después de un excelente desayuno salimos contentos porque el día ha amanecido también radiante. La Plaza de San Marcos aun sin turistas, tranquila. Entramos a la Basílica por la puerta lateral por donde se accede para ir a misa.Volvemos a callejear que es lo que más me gusta hacer en esta ciudad. Cruzamos de nuevo el Puente de Rialto y llegamos al mercado y a la Pescheria. Está muy animado y pasamos un buen rato curioseando los puestos de frutas y verduras y los de pescado, que, por lo que leo, la mayoría llega de Sicilia.
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Contemplamos la magnífica fachada de Ca D’Oro imaginando como sería cuando estaba recubierta del metal precioso. Las barcas transportan mercaderías sin parar y los gondoleros empiezan a engatusar a las primeras víctimas del día. Sé que por esta zona se encuentra escondida la casa donde nació Marco Polo y al final la encontramos. Una sencilla casa para pertenecer a unos ricos mercaderes venecianos.

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Casa de Marco Polo

Hacemos algunas compras y nos dirigimos hacia el barrio del Arsenal, una antigua fábrica donde se construían los barcos. Actualmente es zona militar y nos tenemos que conformar admirando la majestuosa fachada del edificio principal, con unos leones inmensos de mármol que trajo el dux Francesco Morosini de Grecia en el siglo XII como botín de guerra. De hecho, Venecia es lo que es, gracias a los tesoros y riquezas que fueron robando de aquí y de allá.

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Arsenale


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Caminamos la Via Garibaldi de punta a punta y aquí descubrimos otra Venecia. La Venecia de los venecianos, porqué aquí te das cuenta que es posible vivir en Venecia. Apenas vemos algún turista (si lo podemos medir por el número de cámaras de fotos que se ven). La ropa tendida de balcón a balcón nos recuerda que esto es Italia.
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Me encanta este barrio aunque durante la Bienal no creo que tenga este ambiente tan relajado. Llegamos hasta la Izola de San Pietro pero ya no nos queda demasiado tiempo. 
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Vamos a recoger la maleta y cogemos el vaporetto número 1 que de nuevo nos paseará por el Gran canal hasta la Piazzale Roma. Nos despedimos de los palazzos, de los puentes, de las góndolas …arrivederchi!. 

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