Sin embargo, eso no quiere decir que no podamos orientar esa búsqueda hacia algún sitio.
Desde pequeñitos se nos enseñó que debíamos dirigir la búsqueda hacia fuera: pórtate bien y recibirás regalos. Saca buenas notas y tendrás un gran futuro. Trabaja, cásate y ten hijos, y la felicidad vendrá sola.
La felicidad raras veces viene, hay que buscarla con esfuerzo.Pero... ¡qué paz y satisfacción nos deja ese esfuerzo!
Cuando el esfuerzo va dirigido a uno mismo: a lo que uno quiere, a lo que a uno le llena, a lo que a uno le hace ser mejor persona.
¿Qué responderías a la siguiente pregunta: prefieres ser rico o ser buena persona? Y cuidado, no estoy diciendo que sea incompatible: recientemente se ha sabido que Mark Zuckerberg, dueño de Facebook, ha decidido donar el 99% de sus acciones. ¿Qué buscan las personas, ya sean ricas o pobres, con este tipo de actos solidarios? ¿Ayudar sin más, un sitio en el cielo, sentirse realizados...?
Pero... me estoy yendo por las ramas. ¿Respondiste ya a mi anterior pregunta? Piénsatelo bien, si eres rico puedes tener una casa grande, viajar por el mundo, comprar cualquier antojo... Ser buena persona no te garantiza tener todas esas cosas.
Todas esas cosas no te garantizan felicidad.
Abraham Maslow, padre de la Psicología Humanista, propuso una famosa formulación teórica conocida como la Pirámide de Maslow, según la cual existiría una jerarquía de necesidades que irían desde las fisiológicas (descanso, alimentación) y de seguridad (salud, propiedad privada), pasando por las de afiliación (amistad, afecto) y reconocimiento (respeto, éxito) hasta llegar a las de autorrealización.
Es decir: lo que más nos motiva, lo que más nos empuja y al mismo tiempo más nos atrae en el camino de la vida, en esa búsqueda de la felicidad de la que hablaba antes, es precisamente: encontrarnos con nosotros mismos.
Y es que... Toda la vida enseñándonos a buscar afuera lo que resulta que guardamos dentro.