Lo narra así Juan Luis Panero en Encuentro en Ginebra, uno de los textos de su obra Los mitos y las máscaras:
En Ginebra, una tarde de primavera de 1986, una mujer vieja, enferma y con no muy buena vista recorre un apartamento en el que un hombre no menos viejo y cansado, y además ciego, desea pasar sus últimos días. De regreso al hotel explica a su inmóvil amigo algunos detalles de su futura residencia, omitiendo por delicadeza que en ella hay varios espejos. Poco después él irá a vivir y a morir entre aquellas paredes ignoradas y espejos en los que no podrá ver su reflejo, y ella regresará a América para encontrar su muerte un año más tarde.La escena no es un sueño ni tampoco un relato de Bioy Casares; es la descripción del primer y último encuentro entre Marguerite Yourcenar y Jorge Luis Borges.
Es curioso este encuentro de este americano que vino a Europa a morir y de esta europea que murió, muy poco después que él, en América. De Yourcenar hay que leer Cuentos orientales, Opus nigrum y, sobre todo, Memorias de Adriano. De Borges, todo, pero si tengo que citar también sólo tres, diría El aleph, Ficciones y la Historia universal de la infamia.