Jorge D´Amboise, rollizo e ilustre caballero de la iglesia, marchaba tranquilamente sobre su mula junto a César Borgia, hijo de Alejandro VI. El joven italiano de veintitrés años, apuesto y atlético, montado a horcajadas, brillaba en todo su esplendor ataviado con unos calzones de raso rojo bordados con perlas y piedras más o menos preciosas. Iba repleto de joyas; su boina estaba cubierta por grandiosos rubíes, rojos como la llama de la guerra.
Los franceses lo observaban detenidamente. Eran conscientes que aquél derroche de pomposidad desnecesario fue deliberadamente maniobrado para impresionarlos. No obstante, aquello no surtió el efecto deseado, los comentarios de los asistentes al desfile no eran demasiado agradables. No se dejarían doblegar tan fácilmente. Se oían comentarios como: " ¡Treinta hidalgos tan sólo, cuando los arreos eran suficientes para ciento veinte! ¡Mulas vestidas de oro! ¡Dieciocho pajes para un ducado como Valence! Chinon fue por lo tanto hostil a la visita del vástago del Papa.
Fragmento de la obra "Frederick III otorgando una corona de laurel a Enea Silvio Piccolomini",1502-08, Fresco. Piccolomini Library, Duomo, Siena. Atribuido a Pinturicchio.
El rey Luis XII al contemplar de cerca a César se inclinó sobre él y le abrazo. Aunque en realidad lo que verdaderamente abrazaba era la cuestión italiana que el hijo del Papa traia consigo: su apoyo al rey de Francia cuando tuviera que conquistar Milán. César, por su lado, urdía un plan que necesitaba la ayuda de los franceses. Deseaba a Romagna. Ansiaba también una boda con una princesa de Nápoles. Tan pronto estuviera bajo su dominio Romagna y Nápoles, tenía por descontada la rendición de Florencia. Podía contar con Francia para tratar con Milán, Génova y Venecia. César era el caballero que Luis buscaba: peligroso, incansable, suspicaz y provisto de una corazón de hielo.
Ese acuerdo con Francia era fruto de las maquinaciones de Alejandro VI. Éste ensayaba una cambio de estrategia política en la corte vaticana. Seguramente el Papa ya estaba agobiado de los acuerdos pactados con los Reyes Católicos, a los que tanto había favorecido en el pasado, ya que ahora los monarcas españoles no le servían de utilidad para seguir con sus estratagemas. Como sabemos, Luis XII de Francia, era primo y cuñado del anterior rey, Carlos VIII, estaba empeñado en reivindicar sus derechos sobre Milán y Nápoles, y el pontífice se inclinaba más a un tratado del que pudiera obtener alguna ventaja que la amenaza de una nueva invasión francesa en territorio italiano.
El Papa Alejandro VI y su séquito. Detalle de la Madonna dei Raccomandati, obra de Cola da Orte, c. 1500.
Como siempre, Alejandro VI jugaba sus cartas de maravilla y siempre a su provecho, en este caso anulando el matrimonio del rey francés y Juana de Valois, dejando vía libre al monarca para un nuevo enlace con Ana de Bretaña. A cambio, Luis XII debía adoptar políticamente a César Borgia, a quien le fue otorgado el ducado de Valentinois y la Orden de San Miguel, además de ser proclamado francés y nombrado condottiero del reino.
César Borgia propuso que Carlota de Aragón fuera su esposa. La bella joven vivía en la corte francesa y se rumoreaba que estaba enamorada de un bretón. La princesa napolitana declinó el honor: dijo que no le satisfacía que se la llamara "señora Cardenala". No sabemos realmente si el rechazo se debían a las cicatrices de la sífilis que afeaban el rostro de César, o si es que la candidata en cuestión, estaba adiestrada por su padre Federico I, rey de Nápoles, para rechazar la proposición.
En Roma, ansiaban que César desposara cuanto antes a una dama de alta alcurnia. Después del rechazo por parte de la princesa napolitana, se barajaron varias alternativas. Finalmente, hallaron la anhelada joven. Sería Carlota de´Albret, una alabada beldad de diecinueve años. Su hermano era Juan III, rey consorte de Navarra. Le fue prometida una gran dote. El recién nombrado duque de Valentinois se casó inmediatamente con ella.
Posible retrato de Carlota d´Albret. Fragmento de la Madonna dei Raccomandati, obra de Cola da Orte, c. 1500.
La luna de miel fue al parecer rápida e intensa; Luis XII planeaba invadir el Milanesado y ambos tuvieron que partir a primeros de octubre de 1499. Desgraciadamente, el "Valentino" no regresaría más a los brazos de su esposa y tampoco conocería a su única hija legítima, Luisa Borgia, nacida en 1500.
Continuará...
Bibliografía:
Hackett, Francis: Francisco I, rey de Francia, Editorial Planeta de Agostini, Barcelona, 1995.
Dossier "Los Borgia": La Supremacía del duque Valentino. Extraído de la Revista Memoria, la historia de cerca. Número XX, julio y agosto de 2009.
http://www.canino.info/inserti/monografie/i_farnese/curiosita_farnesiane/giulia_vasanello/