En apenas una veintena de horas, el balón comenzará a circular en el Camp Nou. Desde un buen rato antes y durante las horas siguientes, aunque con mayor intensidad durante las dos horas siguientes, las miradas y oídos de millones de personas de este país estarán clavadas en Barcelona. Para muchos, es una afición tan tonta como otras muchas. Para muchos de los que sigan el partido, será algo a vida o muerte. Muchos de ellos (de uno o de otro equipo) es probable que no cenen dependiendo de quién haya ganado. En el caso de empate, pues es posible que también alguno no cene, ya que en sus sueños más húmedos habrán soñado con una manita de goles. En el bando madridista, el hecho de ganar en el estadio del máximo rival será, según sus teorías, el mayor ejemplo del cambio de ciclo que se viene cacareando desde hace ya bastante tiempo por determinados programas televisivos futboleros. Programas que son más blancos que la ropa que promocionan los detergentes de televisión y que desean que pase cualquier cosa para hundir a los azulgranas y ensalzar cualquier cosa que llegue del club de la Castellana.
Personalmente hace ya bastante tiempo que intento no seguir ni a estos ni a otros programas. Huyo incluso de los programas pro barcelonistas, aunque soy seguidor de este equipo desde hace más de veinte años (que se dice pronto), y es que cada vez me gustan menos estos programas donde, más que periodistas, lo que salen son auténticos hooligans a sueldo de gente que lo único que quiere es sacar del aficionado sus más bajos instintos. Y válgame Dios que lo han conseguido con ganas. Solamente hay que ver las cifras de audiencia de un bodrio, perdón, programa como Punto Pelota. Ya no sé la de veces que he leído mensajes dirigidos a su tertuliano estrella, Tomás Roncero, del tipo “Tomás, eres mi héroe” o “Tomás, hago periodismo y de mayor quiero ser como tú”. Sinceramente, si este personajillo es el referente de los futuros periodistas, es que algo falla, y mucho en el periodismo de este país. Pero no voy a explayarme demasiado en presentar a este intento de periodista, ya que es de sobras conocido en el mundillo periodístico. Por otro lado, tampoco quiero darle publicidad gratuita a semejante elemento.
Pero volviendo al partido de marras, personalmente ya casi ni me provoca el más mínimo ataque de ansiedad. Todavía recuerdo aquellos años en los que este partido ya me provocada cierto hormigueo desde varios días antes de que el balón comenzase a rodar. Pero quizás por el hecho de que azulgranas y blancos se hayan enfrentado en infinidad de ocasiones durante el último lustro, con temporadas con hasta cinco y seis encuentros entre ambos equipos, ha hecho que todo esto disminuya. Precisamente este mediodía me he despedido hasta el lunes de un amigo comentándole que, en esos momentos, ya ni me acordaba de que mañana se jugaba el partido. Y no es por falta de ganas, sino simplemente porque, tal como digo, el hecho de que se hayan enfrentado en tantas ocasiones en el enésimo Partido del Siglo, hace que la otrora gracia que tenía esta clase de partidos se haya ido diluyendo cual azucarillo en un café. En algunos lugares leo que se ha querido crear cierta polémica para ir caldeando los ánimos, pero al menos yo no he visto la animadversión de antaño. Quizás el hecho de que apenas haya visto la televisión, escuchado la radio o leído la prensa escrita ha contribuido bastante, aunque según leo en determinados lugares, estos últimos días han sido bastante tranquilos
Y tengo que reconocer que yo personalmente también estoy bastante tranquilo. Con el paso de los años he llegado a la conclusión de que, gane quien gane, el mundo no se acabe tras el pitido final, y aunque pueda fastidiarme una derrota del equipo al que sigo (y a quién no), en el fondo, el mundo seguirá girando y el sol volverá a lucir al día siguiente, y que por mucho que me digan que parezca que el sol parece brillar con más fuerza para aquellos que han ganado, yo lo veo igual. En definitiva, sólo deseo que gane el mejor y que los ganadores sean condescendientes con los derrotados, o por lo menos lo menos pesados posibles, aunque sé que eso será algo difícil.