Hay escritores que convierten la publicación de sus libros en un acontecimiento. Uno de ellos es Joël Dicker, cuyos libros se venden por miles, y por eso una que es una lectora curiosa, no puede evitar acercarse a él. Hoy traigo a mi estantería virtual, El enigma de la habitación 622.
"A principios de verano de 2018, cuando acudí al Palace de Verbier, un prestigioso hotel de los Alpes suizos, estaba lejos de imaginar que me iba a pasar las vacaciones resolviendo el crimen que se había cometido en el establecimiento muchos años antes".
Conocemos a el Escritor (que no es otro que el propio Dicker) cuando planea escribir una novela homenajeando a su difunto editor Bernard de Fallois (el editor del propio Dicker) cuando conoce a una vecina de la que se enamora y que no tarda en romper su relación con él. Opta entonces por irse unos días sin saber que así conocerá a Scarlett, vecina de habitación en el Palace de Verbier y compañera improvisada para descubrir el enigma de la habitación 622 del hotel. Un lugar que ahora no existe en un intento de olvidar que en ella se cometió un asesinato.
Si tenemos un libro protagonizado por un escritor que quiere escribir una historia y se ve sumergido en el misterio de un asesinato, eso significa que el autor es Dicker. Es su fórmula y parece que le va mejor que bien así que, ¿por qué cambiar? Así que en esta última novela, ha decidido dejarse engullir por la metaliteratura, o dejar de fingir que no se veía como el protagonista de sus libros cuando los estaba creando vaya usted a saber, y se ha convertido en el Escritor al que llaman Joël y hablan de su éxito y fama y ventas a lo largo de la novela para darnos una clara pista de quién es. Por lo demás la novela se articula en torno a un misterio, el de la habitación 622, que queda salpicado de anécdotas, a veces cotilleos, sobre todo en el hilo temporal en el que sucedieron los hechos que marcaron dicha habitación. Y mezclado con ellos, el juego metaliterario que sirve de enganche al lector que no sienta que el misterio es suficiente.
Nos regala así una novela simple y entretenida que hace que pasar páginas sea algo casi natural, un page turner de esos que dicen ahora que uno se sienta a leer y para cuando se quiere dar cuenta, ya se lo ha terminado. Como una hamburguesa fast food. Y exactamente con la misma calidad y sabor si hablamos de literatura. Porque, independientemente de que use un formulismo que empieza a ser repetido, la novela es simplona y me he reído un par de veces entre chatitas y gatitos que se decían entre un par de personajes.Mi sensación general ha sido la de estar ante un incesante parloteo, como el de esas personas que para contarte que alguien les ha dado saludos para tí necesitan explicarte la vida de la persona que dio nombre a la calle en la que se vieron y toda la relación familiar, y de cama, de los dos (a estas alturas ya le interesa tanto a quién se encontró como el nombre que lleva la calle).
El enigma de la habitación 622 es una novela entretenida, aunque menos original de lo que pretende. A partir de ahí cada valoración es subjetiva y la mía no es demasiado positiva, para qué decir lo contrario. Y eso que en este caso el enigma no es solo el asesino, también lo es la identidad del cadáver. Pero...
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.