El 5 de noviembre de 2009, en Lyon, Toni Musulin, en vez de esperar a sus dos compañeros de ruta, pisó elacelerador del furgón blindado de la empresa sueca Loomis que conducía desde hacía 10 años, y se dio a la fuga con un botín de 11,6 millones de euros. Comenzaba la aventura del ladrón más popular de la Francia contemporánea, a juzgar por su apoyo en Internet, y cuyo juicio comenzó ayer.
Toni Musulin niega saber dónde están los dos millones que no aparecen
Musulin se sirvió de ciertas anomalías que la empresa llevaba a cabo para ahorrar costes: en teoría, no tenía derecho a transportar más de cinco millones de euros en cada trayecto, pero lo hacía -él y sus colegas- desde hacía años. Tampoco tenían derecho, como conductores, a llevar la llave que abre la parte blindada del camión pero, para evitar engorrosos retrasos en casos de avería, todos la llevaban, con permiso de los encargados. Musulin transportó el dinero (o parte del dinero) a un garaje que había alquilado al efecto en las afueras de Lyon y en una moto que tenía también preparada salió hacia Italia.
Para entonces, la noticia comenzaba a inundar todos los telediarios. Y la foto y la biografía de este Dioni a la francesa que había decidido esa mañana jugársela a cara o cruz, de 30 años, originario de Serbia, separado, con una hija, algo taciturno y fantasmón, según sus compañeros, a los que, falsamente, aseguraba que regentaba una tienda de coches de lujo. Un psiquiatra que lo atendió en la cárcel puntualizó en su informe que se trata de un hombre que se esfuerza en no destacar, en quedarse en la sombra.
En la primera sesión del juicio, Musulin aseguró ayer, algo harto del apoyo popular que le describe un poco como el bandolero de buen corazón que roba a los ricos, que es sobre todo un hombre normal, que actuó guiado por el odio a su empresa y a sus jefes, y que comenzó a rumiar su venganza laboral (y millonaria) un día de abril de 2009 en el que vio su nómina empequeñecida.
“No soy Robin de los Bosques”, resumió ante el juez. Sus compañeros, los que se quedaron en tierra la mañana en que Musulin decidió romper con todo, certificaron el malestar del ladrón con su empresa. Uno de los abogados de Loomis describió al acusado como un “buen empleado”.
La huida hacia delante de Musulin duró 11 días, en los que atravesó Francia e Italia. Pasó por Turín, Roma y Nápoles, entre otras ciudades. Aparentemente, lo tenía todo en su contra, ya que dos días después de haber dado el golpe de su vida, el dueño del garaje que había alquilado reconoció al tipo que salía en todos los periódicos y llamó a la policía. Tras abrir el garaje, los agentes encontraron las sacas del banco con el botín. Pero a la hora de contar los billetes, se dieron cuenta de que faltaban dos millones de euros que, supusieron, el improvisado ladrón se había llevado consigo.
El 11 de noviembre, en Mónaco, Musulin se entregaba tranquilamente en una comisaría. En su bolsa de viaje guardaba ropa y útiles de aseo. Nada más.
La fiscalía sospecha que el ex conductor, tras verse acosado, decidió poner a buen recaudo los dos millones de euros antes de entregarse y encarar una pena por robo sin violencia que le puede acarrear, como mucho, tres productivos años de cárcel. Tal vez sean menos, tal vez todo se quede en sólo 18 meses.
En el juicio, ayer, el fiscal le preguntó lo que todo el mundo se pregunta: “¿Dónde están los millones que faltan?”. Musulin respondió lo que lleva respondiendo siempre: que no sabe, que él se fue en su moto sin nada, entre otras cosas porque en el maletero no cabía el dinero, que tal vez se lo quedó el dueño del garaje o alguien que vio el furgón abierto, ya que dejó sacas que no trasladó al garaje. El juez le precisó, con cierta ironía, que, “precisamente”, se había olvidado en el furgón las sacas con los billetes de 100, 200 y 500 euros, los más fáciles de esconder y trasladar.
A la pregunta de por qué lo hizo, Musulin fue más claro y, seguramente, más sincero: “Decidí hacerlo, y luego no pude volverme atrás”.
Fuente: El País