Editorial Destino. 201 páginas. 1ª edición de 1982, ésta de 1988.
(La foto de portada la he hecho yo, de nuevo. Comienza a ser extraño leer libros cuya imagen de portada no está digitalizada en internet.)
Junto a Glosa saqué de la biblioteca de Retiro, El entenado de Juan José Saer (1937-2005).Tras las cinco novelas leídas que llevo de Saer, percibo su obra dividida en dos grupos: las novelas que hablan del presente del autor y su país: La grande, La pesquisa, Glosa…, donde Saer hace comparecer a un grupo de personajes recurrentes, Tomatis, W. Noriega, los hermanos Garay; y en las que se indaga sobre los vínculos entre estas personas, sobre la formación de sus consciencias y su sentido de la percepción de la realidad, con un trasfondo político. Y existe un segundo grupo, el formado por: Las nubes, El entenado (y seguramente, aunque aún no la he leído, La ocasión), con una ambientación histórica, donde Saer no experimenta tanto con la forma, sino que utiliza una composición más clásica, y en las que el uso del lenguaje es impecable (aunque esta característica también está presente en el primer grupo de novelas).
Saer nos indica en qué momento sitúa la acción de El entenado en la segunda página de la novela (12 del libro): “En aquellos tiempos, como desde hacía unos veinte años se había descubierto que se podía llegar a ellas por el poniente, la moda eran las Indias”. Aunque en realidad, el narrador, que tiene 15 años cuando empieza a evocar sus recuerdos, escribe sus memorias 60 años después, ya anciano y afincado en alguna ciudad del sur de España, que podría ser, por ejemplo (así lo he imaginado yo), Granada.
El entenado entronca con los relatos de crónicas de viajes (como dice la wikipedia) y yo añadiría que con la novela picaresca, al menos en sus primeras páginas (el texto no está dividido en capítulos, sino que se trata de un extenso continuado, sin apenas puntos y aparte). Un huérfano de 15 años sobrevive en algún puerto de un país europeo (que seguramente ha de ser España), haciendo recados de marineros y prostitutas, hasta que se deja seducir por el afán de aventura y descubriendo y solicita ser embarcado como grumete en un barco que va a partir hacia América. Tras sufrir más de una vejación durante el viaje, el huérfano verá el Nuevo Mundo. “Teníamos enfrente un suelo firme en el que nos parecía posible plantar nuestro delirio” (pág. 17).
La primera expedición que se adentra en tierra es atacada por los indios, quienes matan a todos los hombres, menos al protagonista, y se adentran con éste y los cuerpos muertos en la selva.Durante 30 páginas, de la 50 a la 80, Saer nos describe la orgía caníbal a la que se entregan los indios colastinés (como sabremos después), asando en parrillas a los que, hasta hacía no mucho, habían sido los compañeros de travesía del narrador. Canibalismo, alcohol, sexo y muerte… durante varios días los indios parecen atrapados por esta vorágine, para después calmarse y comportarse de un modo austero durante el resto del año. Una vorágine a la que sucumbirán, sin remedio, una vez al año, y cuyo rito presenciará el narrador durante los 10 años que vive con ellos.De nuevo entre europeos será repudiado porque todos perciben algo pecaminoso en él, hasta que es acogido por el padre Quesada, un sacerdote con el que convivirá en su monasterio durante 7 años, y que le acercará a las letras y le liberará de la depresión en la que ha caído después de abandonar el mundo de los indios.Tras narrarnos sus peripecias al volver a Europa, el protagonista retornará su vista de nuevo hacia el mundo de los indios y tratará de explicarnos su compleja relación con el mundo.“Los indios, en cambio, no tenían ese consuelo. A medida que se alejaba de ellos, lo exterior, iba siendo cada vez más improbable. Tampoco ellos eran totalmente verdaderos, pero, de todos modos, lo real estaba en ellos o en ninguna parte. Ellos eran, a pesar de su fragilidad, el sostén inseguro de las cosas, no más firme y duradero que la llama de una vela en el centro de la tormenta. Y esa situación no era el resultado de una impresión pasajera sino la verdad principal del mundo que marcaba, como un rastro de tortura, sus huesos y su lengua. En cada gesto que realizaban y en cada palabra que proferían, la persistencia del todo estaba en juego, y cualquier negligencia o error bastaba para desbaratarla.” (pág. 163)
Aunque al principio El entenado parecía una novela de peripecia (magníficamente escrita), con el transcurrir de las páginas se va adentrando en el terreno de la novela existencialista o metafísica (magníficamente escrita, también). Y los temas de las novelas del primer grupo de Saer que he señalado vuelven a aparecer aquí: el análisis de la percepción de la realidad, el lugar como centro de la existencia…