La peor catástrofe de nuestro tiempo no es la corrupción, ni la opresión del comunismo, ni la delincuencia desatada, sino el envilecimiento de los políticos, sobre todo de los que gobiernan en los países en teoría democráticos, sometidos a la ley y defensores de los derechos humanos. En España acaba de producirse una prueba sólida de ese envilecimiento de los políticos y de los gobiernos: Pedro Sánchez afirma que se dispone a gobernar incluso sin mayoría parlamentaria, algo tan sucio y miserable que es insólito e inédito en la democracia mundial. La vileza emponzoñada de esos políticos deja sin defensa a los seres humanos frente a un mal que no para de avanzar. Las sociedades occidentales, lideradas por Estados Unidos, la Unión Europea y algunos países anglosajones, ya no son un modelo para nadie y causan estupor y escándalo por su vileza, cuando son incapaces de socorrer al pueblo mártir de Venezuela, Cuba y otras naciones esclavas. Antes, durante la Guerra Fría, existían dos mundos en contienda, uno, liderado por la URSS, que representaba la esclavitud la tiranía y la crueldad, y otro, liderado por Estados Unidos, la Unión Europea y algunos países anglosajones, que decían que defendían la democracia y la libertad. Hoy, aquel mundo dual y simple, de buenos y malos, ha saltado por los aires, y ya no es fácil discernir dónde están Lis buenos y donde los malos. —-
Se mire como se mire, permitir que una bestia asesina como Nicolas Maduro siga gobernando Venezuela y aplastando a su pueblo, a pesar de haber perdido las elecciones por goleada, es una canallada propia de países y regímenes envilecidos, nunca de naciones libres y democráticas.
Occidente apenas se distingue ya de los totalitarismos más crueles y ha decidido abandonar a los países que son esclavizados por el comunismo, que es la doctrina más sucia y criminal ideada por el hombre desde la creación.
Algunos países en teoría libres y democráticos, como España, ayudan al asesino Maduro y colaboran con su dictadura sangrienta librándolo de su principal obstáculo, Edmundo González, ganador de las elecciones y presidente electo, al que España ha sacado de Venezuela tras concederle asilo político.
Los partidos que se dicen democráticos despliegan estrategias sucias y ajenas a la democracia, como los cinturones sanitarios que impiden el acceso al poder de las nuevas derechas. La trampa, la suciedad, la corrupción y la ambición desmedida inundan la vida política en el prostituido “mundo libre”.
El prestigio de las democracias se desmorona poco a poco, no porque el sistema falle, sino porque está siendo manipulado por impresentables que la pervierten, corrompen y utilizan en beneficio propio, nunca del pueblo.
La democracia actual es como una gran alfombra que oculta vicios y desmanes por todo el mundo. Aquella democracia que el presidente Lincoln definió como "El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", es hoy en muchos países "El gobierno de los políticos, por los políticos y sin el pueblo".
En lugar de un sistema ideado para que los intereses de los ciudadanos sean atendidos, la democracia es hoy un sistema rediseñado y prostituido para que los intereses de las clases dominantes y castas en el poder sean incrementados.
España es uno de los más claros ejemplos mundiales de democracia degradada y prostituida, aunque no el único. La corrupción se ha instalado en los partidos y las instituciones y la democracia ha quedado así prostituida y deslegitimada, además de desprovista de sus defensas, frenos y cautelas fundamentales, sobre todo de la separación efectiva de los poderes fundamentales del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y de otros muchos controles para que el poder de los que mandan queden siempre limitados y controlados.
El mundo antes llamado “LIBRE” se hunde en el fango tras asumir vicios totalitarios como la corrupción, la mentira, la estafa, el asesinato de la democracia y la conversión de los partidos políticos en agrupaciones para lograr poder, privilegios y dinero abundante.
No hay duda de que el mayor drama de este sigo XXI es que los autócratas, los enemigos del pueblo, los asesinos de la democracia y auténticos delincuentes adictos a la corrupción se han apoderado de muchos estados y están al frente de gobiernos podridos que, con descaro y suciedad, se autodenominan "democráticos".
Francisco Rubiales