(JCR)
¿Mejora la situación de seguridad en Bangui ? me preguntan a menudo. Sí, suelo responder, añadiendo que esto significa que en diciembre de 2013 y enero de 2014 había unos 50 ó 60 muertos al día, y durante las últimas semanas sólo cuatro o cinco. El último incidente del que tengo noticia ocurrió el sábado 22 de marzo. En el conflictivo barrio del Kilómetro Cinco, donde viven aún varios cientos de musulmanes –los pocos que no han huido de la capital- las milicias anti-balaka lanzaron varios ataques durante el jueves y el viernes. Cada vez que intentaron entrar, las fuerzas francesas y de la MISCA (Unión Africana) intervinieron para rechazarles, pero el sábado 22 a primera hora de la tarde los anti-balaka volvieron. Esta vez no acudió nadie y las bandas armadas atacaron y saquearon a placer. Cuatro musulmanes resultaron muertos.
Con 2.000 efectivos militares franceses de la Operación Sangaris y cerca de 7.000 de la fuerza de la Unión Africana (conocida como MISCA), las fuerzas internacionales no consiguen dominar la situación de seguridad en la República Centroafricana. Varios miles de milicianos anti-balaka campan a sus anchas en Bangui y en zonas del Sur y del Oeste del país, donde miles de aterrorizados musulmanes viven con el alma en vilo sabiendo que en cualquier momento pueden ser masacrados. En el Noreste del país, los derrotados milicianos de la Seleka, por su parte, están expulsando a los no-musulmanes de ciudades como Bambari, Ndele y Bria e imponiendo su ley de terror. Una partición del país, como han amenazado en varias ocasiones, es un riesgo serio. Muchos miles de personas viven refugiadas en la selva, sin alimentos ni medicinas. Circular por las carreteras fuera de Bangui es casi imposible. El futuro de este país, el segundo más pobre del mundo, y uno de los más violentos, se presenta más incierto que nunca.
Sólo una fuerza multinacional con un mandato robusto, un suficiente número de efectivos y con medios adecuados, puede dar estabilidad al país. Si finalmente se despliega una fuerza bajo mandato de Naciones Unidas, esto no ocurrirá antes de septiembre. Mientras tanto, para reforzar la presencia multinacional que está ahora en el terreno, la Unión Europea se comprometió, el pasado 10 de febrero, a enviar a la República Centroafricana una fuerza multinacional integrada por un número de soldados que cada vez ha ido disminuyendo: primero se habló de un millar, después de 800, y a mediados de marzo sólo se había conseguido movilizar a 350 militares, 50 de los cuales serían aportados por España (entre guardias civiles, comandos de operaciones especiales y otros que se ocuparían de tareas logísticas). Estaba previsto que esta fuerza, conocida como EURFOR-RCA, comenzara su trabajo en el terreno el pasado 17 de marzo, pero su despliegue ha sido retrasado sin que se haya fijado todavía una fecha precisa. ¿El motivo de la demora? Los 28 países de la Unión Europea no han conseguido reunir el número de efectivos necesarios para esta operación. Algunas naciones que habían hablado de una posible participación –como la República Checa, Suecia y Polonia- han justificado su falta de preparación por la crisis actualmente en curso en Ucrania, aunque no está muy claro qué tiene que ver una cosa con la otra, puesto que nadie ha hablado todavía de enviar una fuerza multinacional europea a Ucrania.
Las autoridades francesas, con el presidente Hollande a la cabeza, se han enfadado, y con razón. Los 2.000 soldados de Francia que actúan en Centroáfrica (cuyo despliegue comenzó el 5 de diciembre con un mandato de la ONU) llevan, junto con los casi 7.000 efectivos de países de la Unión Africana, el peso de la difícil operación en la República Centroafricana. Habrán cometido sus fallos, pero si no hubiera sido por ellos en este país habría muerto mucha más gente. “Espero que el llamamiento que he lanzado y del que Herman Rompuy (el presidente del Consejo Europeo) y Catherine Ashton (la jefa de la diplomacia europea)se han hecho eco, será escuchado”, dijo el presidente francés al final de la cumbre de la Unión Europea del pasado 21 de marzo, dedicada casi exclusivamente a la crisis en Ucrania. De forma algo menos diplomática se expresó el mismo día el general francés Philippe Pontiès, jefe de esta fuerza de la Unión Europea, quien calificó la situación de “ muy preocupante” y juzgó que en el l lanzamiento de la misión EURFOR-RCA se jugaba “la credibilidad de Europa”.
Dicen los responsables de esta fuerza que para un primer envío haría falta añadir cien efectivos más, algo que parece dificilísimo, aunque uno –que no ningún experto militar, pero que tiene memoria- se acuerda vagamente de que durante los años de las crisis de Bosnia y de Kosovo la Unión Europea llegó a desplegar a 70.000 soldados en los Balcanes. Yo, que soy de los que piensan que comparar no es odioso, soy del parecer de que parece que una cosa son las guerras que tenemos a la puerta de casa y otra las que se desarrollan a varios miles de kilómetros de nuestras ciudades. La situación en Centroáfrica sigue siendo crítica: alrededor de 300.000 personas (algo más de la mitad de ellas, musulmanes) han huido del país, y cerca de 800.000 son desplazados internos, de los cuales unos 240.000 se encuentran en la capital, Bangui. Naciones Unidas calcula que dos millones y medio de personas necesitan ayuda humanitaria de emergencia. Esto es algo más de la mitad de su población de cuatro millones y medio de habitantes. Sin el apoyo de tropas internacionales que garanticen la seguridad de los convoyes humanitarios, muchas de estas personas corren el riesgo de morir de hambre o de enfermedades durante los próximos meses.
Ante este panorama sólo se me ocurre una modesta propuesta. Fletar un avión en Bruselas y embarcar en él a los responsables de los países que aún se ocupan en marear la perdiz sobre este asunto, y llevarles a Bangui. Una vez allí, nada de llevarles al Hotel Ledger (de cinco estrellas). Que les dejen directamente en alguna casa del barrio del Kilómetro Cinco y que pasen allí cuatro o cinco días sin escoltas, comiendo una vez al día un puñado de harina de mandioca, aguantando los disparos y la tensión que soportan los centroafricanos desde hace muchos meses y durmiendo en el suelo. Es posible que, una vez de regreso en sus países, se den algo más de prisa.