Revista Diario

El Equeco

Por Evaletzy @evaletzy
9 de la mañana. Mientras sostienes el mate con una mano y acaricias la cabeza de Ernesto con la otra, lees la lista que te mandó tu madre por e-mail:
1- Campera (llamada abrigo en España). Ni muy larga ni muy corta. Que no sea negra y que no sea muy gorda que me resulta incómoda. Sin capucha.
2- Remeritas manga larga (traducción: camisetitas), de esas baratas que venden los chinos, con felpita dentro. Talle M. Ni negras ni blancas. Comprá 8.
3- Medias (o lo que es lo mismo: calcetines). El estampado que a vos te guste. Que no sean muy gruesas, como las que me compraste el año pasado.
4- Remeras para el gym manga corta y manga larga para yoga, que sean sueltas, tapapanza. Comprá 2 de cada. Y un equipo de gimnasia (sinónimo de chándal), si es negro mejor.
5- Pullover (a un jersey se refiere). Que no tenga cuello alto porque me ahoga, y que la lana no pique, suavecito.
6- Alguna cartera (lo que quiere es un bolso) de material blando, no me gusta lo que es como cuero duro. Que no sea de plástico. No muy clarita que se ensucia mucho.
7- Chalinas, de tela finita, no las que quedan muy echarpe, de esas tengo. (Aunque es tu madre, para entender la frase que dice «no las que quedan muy echarpe» necesitarías un traductor. Igual te haces una idea de lo que te quiso decir).
8- Déshabillé (se refiere a un salto de cama). Que sea de una tela suavecita, lo más largo posible, que se ate a la cintura.
9- Camisolas, de gasa, vos sabés de qué tipo me gustan, si ves lindas comprame 3.
10- Un piyama (en Argentina es con «y», no con «j» como en España). Que sea calentito, para el invierno.
Apuntas todo en un papel mientras tomas el último mate, te abrigas bien pues hace un frío polar, y te vas a Las Rebajas.
10 de la mañana. Entras en Bershka. Una música electrónica nada buena para esa hora del día ni para conseguir que tengas ganas de quedarte en la tienda suena a todo volumen. Sabes que suelen tener ropa bastante juvenil, pero alguna que otra vez encontraste prendas que a tu madre le valieron, camisolas sobre todo. Recorres la tienda y no encuentras una sola cosa que te convenza. Te alegras de que nada te haya gustado pues la cola para pagar es larguísima.
10 y veinte. En H&M lo tienes fácil porque siempre tienen las medias que a tu madre le gustan, sea o no época de Rebajas. Le compras diez pares por 16 euros.
11 menos diez de la mañana. Entras en Oysho mientras Britney Spears empieza a cantar Womanizer. Tú lo único que quieres es ser sorda en ese momento. Encuentras un salto de cama y un pijama que sabes que a tu madre le van a gustar. Tu malhumor se despierta al llegar a la caja y ver que hay una cola considerable, así que sacas tu libro, y mientras esperas, lees. Cuando te toca el turno pagas por todo 30 euros, las prendas están rebajadas al 50 %.
12 del mediodía. Estás en Mulaya, una tienda en la que todos los que allí trabajan hablan en chino, a los gritos. Una canción lenta suena de fondo, escuchas con atención para saber qué dice la letra, tienes la costumbre de hacer eso, pero no entiendes una sola palabra; hasta que te das cuenta de que la canción es en chino. Encuentras las camisetitas con felpa que te pidió tu madre, hay en su talla y por suerte hay otros colores además del blanco y negro. Agarras las 8 que te pidió, pagas en la caja 3 euros por cada una, en esta ocasión casi no tienes que esperar, y te vas.
1 de la tarde. Hace más de media hora que estás en Zara. La tienda es enorme y tiene tres plantas. Muchas mujeres se prueban tapados, jerseys, poleras y chaquetas sin ir a los probadores para no perder tiempo, valiéndose de los espejos que están en las paredes. No sabes qué hacer, encontraste dos abrigos que te parece que están muy bien, y solo queda uno de cada uno en la talla de tu madre, o sea que como los sueltes seguro que otra se los lleva. El problema es que el que tiene el largo que tu madre quiere es negro (color que ella no quiere), y el que es gris (color que a ella le parecería bien) es por debajo de las rodillas (y ella no lo quiere tan largo). Lo único que tú sabes es que no quieres tener que regresar a la tienda en la que te encuentras para cambiarlo o devolverlo, deseas fervientemente que el día de compras sea solo uno. Como llamar a Argentina desde tu móvil puede costarte más que los dos abrigos juntos, le haces una perdida a tu madre para que te llame con una tarjeta si es que está en su casa. Por suerte, pasados unos minutos te llama. Le cuentas lo que tienes en mano y le pides que te diga cuál prefiere. Duda, duda y sigue dudando. Tú a estas alturas estás toda transpirada ya que fuera de la tienda hacen 3ºC pero dentro hacen 39 aproximadamente y no te has podido quitar tu abrigo de invierno porque no puedes cargar más: en una mano tienes los dos abrigos de tu madre, en la otra las bolsas con el pijama, el salto de cama, los calcetines y las camisetas de felpa, además tienes colgado tu bolso al que le ataste tu bufanda y la correa de un paraguas se abraza a tu muñeca. Te estás empezando a fastidiar y lo sabes, y encima todavía te falta comprar un montón de cosas y volver en metro a tu casa. Entiendes perfectamente cómo se siente el Equeco cargando todo lo que carga. Lo bueno es que tu madre se decide y te dice que le compres el abrigo largo. Lo malo es que éste pesa mucho más y ocupa el doble de lugar que el corto. La cola en la caja es eteeeeerna. «Detesto las Rebajas», piensas aunque para ser sincera no es «detesto» la palabra que realmente estás pensando. Pagas 50 euros por el abrigo, costaba 90.
2 y treinta y tres de la tarde. En Salvador Bachiller encuentras un bolso que te gusta, cuando miras el precio te preguntas si sus cierres serán de oro. Lo dejas. Encuentras otro más barato, no es de plástico, color chocolate. Te pones en la cola para pagarlo, intentas sacar el libro, se te cae la billetera, se te descuelgan las bolsas, el paraguas sale despedido, sudas. Te gustaría ser un ídolo de la abundancia como el Equeco, llevar un poncho de lana de vicuña, chullo y cargar canastos con granos. Lamentablemente tú eres una versión diferente; llevas botas de lluvia en vez de ojotas y lo que cargas es ropa y más ropa ajena.
3 y cinco. Desde fuera ves que en Mango hay muuuucha mujer deambulando, demasiada para tu gusto. Respiras hondo, el aire helado penetra en tus pulmones, tomas coraje y entras. A los pocos minutos ves que una señora deja un jersey, lo agarras, es la talla de tu madre, es suave, no tiene cuello alto, el color te gusta para ella. Miras el precio y te decides al ver que cuesta 17 euros, costaba el doble. Ves que en uno de los espejos de la tienda otra mujer se está poniendo una chalina. Le preguntas dónde la cogió, te indica. Encuentras el sitio pero las que quedan son horribles. Diriges tu mirada hacia la cola, cuentas las mujeres: 30. No quieres hacer la cola solo por un jersey, te gustaría encontrar algo más de la lista. Vas a la planta de abajo de la tienda. El Equeco suele tener una quena, o un cicus, instrumentos musicales que ya te gustaría estar a ti tocando en vez de estar donde estás. En una pila de prendas descontroladas encuentras una camisola. La llevas. Haces una cola de más de media hora.
3 y 55 de la tarde. Estás en Promod. Tienes en mano varias camisetas, no sabes muy bien si son lo que tu madre quiere, pero ya no puedes ni pensar. Un tema de estos que se ponen de moda durante el verano suena a muchos más decibelios de los que te gustarían. La Equeco que hay en ti está llegando a su límite, más le vale pagar e irse a un sitio sin gente y sin música de discoteca lo antes posible, antes de que revolee por los aires todo lo que carga.
4 y diez. Te faltan las chalinas y el chandal, te da igual. A estas alturas lo único que te diferencia del Equeco es que tú no tienes la boca redondeada para que puedan colocarte un cigarrillo ni nadie te regala dólares como te gustaría. Te cierras el abrigo, te enroscas la bufanda, te pones los guantes, y así, equequeando con todas las bolsas, el paraguas, el libro y las botas de lluvia, te subes al metro y te vas a tu casa.
                                       El Equeco

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