Siempre se ha dicho que para que exista el bien ha de existir el mal, para que exista arriba ha de haber un abajo, para que exista la luz ha de existir la oscuridad, es la eterna teoría del Ying y el Yang que domina todo, es eso de la fuerza, el lado oscuro y todo eso de StarWars. El mundo se rige por un intrincado, inestable y misterioso sistema de equilibrios perfectos en los que si se cae una pieza acaba todo derrumbándose como un castillo de naipes, arrastrando lo que encuentra a su paso.
Los que ya empiezan a peinar alguna cana que otra (si no nos hemos quedado calvos) recordarán cuando a mediados de junio de 1987 un presidente CowBoy (¿pensabas que estaba todo inventado?), Ronald Reagan pidió a Gorbachov que derribase el muro. Desde entonces los acontecimientos empezaron a sucederse hasta que aquella noche del 9 de noviembre de 1989, el muro cayó . Esa noche todo cambió, ya no volvería a ser lo mismo, se habían roto las estructuras que sostenían la sociedad mundial en un precario equilibrio de bloques. El misterioso bloque comunista del que tan mal nos habían hablado se estaba desmoronando. El capitalismo había triunfado, se había derrumbado el comunismo de la URSS y todos nos alegramos sin llegar a sospechar que se había roto el equilibrio de las fuerzas, quizá para siempre y pagaríamos un precio demasiado caro por ello.
El tiempo ha pasado, los engranajes han ido girando y el capitalismo, sin unas apariencias que mantener, ha ido mostrando su cara más agria. El sistema que pensábamos correcto y perfecto nos ha ido mostrando su crueldad y se ha transformado en la Hidra de tres cabezas que es ahora. Hemos ido dejando atrás cada vez más personas, demasiadas. Primero a “los invisibles”, aquellos que no reparábamos en su existencia y que, seamos sinceros, no nos afectó demasiado. Poco después vino aquello de hacernos creer que formábamos parte de la macroeconomía y nos salieron con el rollo ese de que “vivíamos por encima de nuestras posibilidades” (¿recuerdas?) con ello han ido arrancándonos nuestros derechos más básicos, la sanidad, la educación. Con esa mentira nos han hecho sentir culpables de sus pecados, han ofendido a nuestros esquemas de “ganarnos las habichuelas” transformando el empleo honrado en una limosna, están podando nuestros sueños haciendo todo lo posible para evitar que nos sintamos humanos. Es el engaño perfecto y nosotros hemos caído. Poco a poco va alcanzándonos la miseria y ya sentimos muchísimos el aliento en el cogote, es ahora cuando nos vamos haciendo a la idea de lo que hemos hecho.
El otro día Paco (ya sabéis, el conspiranoico) decía que si no era todo mejor cuando Rambo perseguía a los comunistas, cuando no sabíamos que había más allá del telón de acero, cuando todavía se preocupaban de hacernos ver que los de la hoz y el martillo eran gente perversa mientras muchos llegamos a creer que en los soviets se vivía bien. Cuando el equilibrio de las fuerzas obligaba a nuestro monstruoso sistema a contenerse, a poner buena cara y a no dejar a nadie atrás.
Nos han hundido en el fango, ¿pero sabéis una cosa? Cuando alguien está en el barro ya no puede hundirse más, hemos tocado fondo y sólo queda un camino, levantarse de nuevo. Eso es lo que temen ahora los poderosos y por eso continúan azotándonos, saben que tienen los días contados si nos levantamos todos y nos convertimos en el contrapeso que vuelva a equilibrar la balanza. Este año que va a empezar puede ser un buen año ¿y si nos ponemos en marcha?