Hace tiempo, me preguntaba por que era malo quemar combustibles fósiles. Entendía lo del cambio climático y el efecto invernadero, lo que no entendía, era porque era malo, si el combustible fósil es basicamente carbono fijado por seres vivos, no le veía diferencia a quemar madera, frente a quemar carbón, pero sí que hay diferencia, una diferencia abismal.
El carbono, fluye en un ciclo biogeoquímico, que dicho así suena muy mal, pero no es más que un ciclo en el que intervienen procesos biológicos, geológicos y químicos. El ciclo podría resumirse en que en la atmósfera hay CO2 que es fijado en forma de compuestos orgánicos por las plantas gracias a la energía de la luz. Estos compuestos orgánicos fluyen en una cadena trófica hasta que son completamente consumidos, es decir, oxidados a CO2. Cuando esto ocurre, el carbono vuelve a la atmósfera.
En este ciclo participan muchos más procesos y tiene montones de ramificaciones, pero para explicar porque es malo quemar combustibles fósiles es suficiente con esto.
Por tanto, hay una cantidad de carbono total en el ciclo. Una parte, está en forma de compuesto orgánico, y la otra parte, como CO2 en la atmósfera.
La parte que está como CO2 en la atmósfera, produce el mundialmente famoso efecto invernadero. Este consiste en una elevación de las temperaturas al evitar la perdida de calor del planeta. De hecho el CO2 no es el gas que mayor efecto invernadero produce, sorprendentemente, el gas cuyo efecto invernadero es mayor ¡Es el agua! Parece mentira, pero es cierto. Además de estos dos hay muchos otros, como los óxidos de nitrógeno, pero el que se suele citar es el CO2 porque es sobre el que mayor efecto tenemos los humanos.
Desde la revolución industrial, cuando se comenzaron a quemar combustibles fósiles en masa, la concentración de CO2 en la atmósfera, ha aumentado exponencialmente. Esto, en última instancia acabará por cambiar nuestro clima porque todo el carbono contenido en los combustibles fósiles, estaba fuera del ciclo, y se vuelve a inyectar en él.
Realmente, esto no es un problema para la tierra. En el pasado, cuando estos combustibles se formaron a partir de seres vivos, las concentraciones de carbono en la atmósfera eran mucho más altos, y en consecuencia, el clima era mucho más caluroso. Para que os hagáis una idea, ha llegado a haber manglares en la desembocadura del Támesis. El problema, es que desde que todo ese carbono quedó apartado del ciclo y el clima se volviera tal y como es ahora, nosotros evolucionamos adaptándonos a las nuevas condiciones.
Nuestro cuerpo está adaptado para vivir con cierta concentración de CO2 en el aire, ni más ni menos. Pequeñas variaciones podrían suponer graves problemas de salud. Pero es que además de eso, hemos aparecido como civilización. Con el aumento de temperaturas, ciertas regiones de la tierra dejarían de ser habitables, y otras zonas que hoy en día son inhabitables, se convertirían en paraísos. ¿Os imagináis una migración en masa de centroamérica a Groenlandia?
Por no hablar, de que con la fusión de los polos subiría el nivel del mar, inundando las zonas costeras de todo el mundo, precisamente los lugares donde vive la mayor parte de la población.
Además de los problemas de salud derivados, habría que tener en cuenta los enormes costes sociales y económicos que supondría un aumento de las temperaturas.
Pero hay algo mucho más preocupante aún. El clima en la tierra, está regulado por las corrientes oceánicas, enormes flujos de agua que reparten el calor del ecuador hacia los polos, permitiendo que haya temperaturas suaves en casi todo el planeta. Estas corrientes funcionan gracias a equilibrios de temperatura y salinidad, que se podrían ir al garete si en cierta región disminuyera la radiación solar y aumentaran las lluvias. Podríamos encontrarnos con un escenario similar al de la película “El día de mañana” sin las exageraciones propias de Hollywood. Otro equilibrio preocupante, es el del permafrost, el suelo congelado y rico en materia orgánica. En caso de descongelarse, toda esa materia orgánica se descompondría enviando toneladas de CO2 atmósfera y acentuando aún más el efecto invernadero.
No quiero ser alarmista, pero lo cierto es que vivimos en un equilibrio inestable, donde una pequeña variación, puede provocar un efecto dominó que acabe con el mundo tal y como lo conocemos.
Orson López