Viendo un programa político en donde se presentaban no sólo las cabezas visibles, sino también el resto del “equipo” (economistas, por ejemplo), caí en la cuenta de algo muy particular. Y ese “algo”, está relacionado con , probablemente, el problema endémico que tenemos los argentinos en materia política (y no necesariamente afecte sólo a esa rama, sino que se trate de una dispersión ya germinada en el inconsciente social). La pregunta básica que me formulé luego de ver a varios partidos con sus equipos, fue “¿por qué la parte técnica tiene que ser partidista?”.
Una de las principales tácticas de ataque (oficialistas u opositores) es hacer foco en algún miembro del equipo y recordar que antes estuvo en el partido contrario, o que pasó por varios antes de sumarse al que hoy apoya a pleno. Esto se hace de forma completa, desde los “caretas populistas” que aspiran a cualquier puesto que les asegure un nicho de dinero y poder, hasta los que fueron a estudiar para representar un papel muy específico de manera privada, pública, o gubernamental. Concuerdo en que si un “careta populista” cambia de estilo de hacer política, es sólo una muestra más de lo que realmente es; pero ¿por qué debería ser fidelizado el personal técnico, que puede ser apartidista por completo?
La respuesta clara, es que los integrantes del equipo eligen ser partidistas. Personal técnico que asume en un partido, persona que automáticamente se autodefine como defensor del “mejor partido”, que indefectible irá cambiando con cada partido nuevo que pise. Se los ve en los actos aplaudiendo las nuevas consignas, vistiéndose con las nuevas banderas, y defendiendo las bases partidistas como si sus propios abuelos las hubiesen fundado. Así, cuando el partido fracasa, ellos fracasan. Pudieron haber hecho un buen trabajo en su puesto particular, pero todo queda supeditado al color que defendieron en ese momento (y al éxito del mismo como conjunto), y el futuro les sonreirá (o los escupirá) en base a esa bandera portada, mas no por su trabajo realizado.
No me interesa mucho el cómo en estos momentos (puede ser por “convicción rotante”, o porque no les quede otra), pero sí querría saber el por qué. ¿Acaso es necesario defender un partido político para presentar una política de Derechos Humanos? ¿Es imposible presentar un plan económico si uno no está afiliado al partido para el que presta sus servicios? ¿Es obligación defender los trapos de tal o cual política para seguir teniendo carrera en ese u otro partido? Porque una política puede ser compartida por varios cuadros políticos, sin necesidad de fidelizarla para sí, o hacerla única del partido que gane. Sí puede ser necesario dejar en claro un lineamiento o un conjunto de acciones que demarque el pensamiento de tal o cual técnico, pero de allí a pedir una fidelidad partidista, creo que dista muchísimo de lo que la política realista busca, aunque deja en claro la clase de política que vivimos en estos tiempos.
Déjenme doblar la apuesta e ir un poco más lejos: ¿por qué un técnico que tenga simpatía con un partido (y hasta puede estar afiliado), necesariamente debe cambiar sus colores por los de las personas a las que les preste el servicio? ¿Es imposible un economista radical al servicio del peronismo? Aquí notamos que el partido importa más que la sabiduría educativa. Primero, la fidelidad; después se verán las aptitudes.
Y hablando de partidos, qué mejor ejemplo que uno del fútbol. El Presidente de un club, puede que tenga que llevar al equipo en sus venas, porque se supone que puede imprimirle una mejoría a base de moral si defiende al club de sus amores. Si ese Presidente cambiase de River a Boca, lo putearían de arriba abajo, y tal vez con razón, porque habría mentido en algo que se consideraba un basamento de su persona y su ideología (o su alma, o pónganle el mote que quieran). Pero el DT, no necesariamente debe ser de un club, sino, simplemente, ser un buen técnico. Uno le elegirá por su forma de armar el equipo, por las tácticas predominantes ofensivas o defensivas, por su capacidad para lograr resultados con jugadores sin experiencia, o por el estudio del contrario para ajustar tácticas propias. Pero nunca lo hará según qué carnet tenga. Y lo mismo pasa con los jugadores. A Messi no le van a preguntar si es de River para ver si está habilitado para jugar en Boca. Es el mejor jugador y lo quieren todos más allá de sus afiliaciones, y seguirá jugando igual tenga la camiseta que tenga (aunque, sí, con una tendencia ofrecida por el DT).
Hoy por hoy, está perfecto que hagamos notar las pertenencias anteriores de ciertas figuras técnicas dentro de un partido, porque ellos mismos se esfuerzan por defender hoy al partido al que van a ocultar mañana. Cuando aciertan o erran, automáticamente se escudan en el partido, y justifican o alaban, pero dentro de la trinchera. Si es acierto, es un éxito del partido; si se falla, siempre es un factor externo, y nunca una tara propia (y menos, una del partido). Pero tenemos que tener bien en claro que ésto es algo que debe cambiar. Un personal técnico es hábil o no por lo que hace, y no en dónde milita. Es bueno recordárnoslo y recordárselos. Mientras sigamos uniendo inteligencia y técnica con partidismo, seguiremos girando en la calesita ideológica que tantos estragos ha hecho en Argentina. Y por supuesto, en todos y cada uno de los sufridos habitantes de toda ella.
PLPLE