LAS VEGAS – AUGUST 16: Recording artist B.B. King performs at his B.B. King’s Blues Club at the Mirage Hotel & Casino August 16, 2010 in Las Vegas, Nevada. (Photo by Ethan Miller/Getty Images)
El 14 de mayo de 2015 comenzó una nueva era. Si las fechas históricas se miden en “antes de Cristo” o “después de Cristo”, las musicales se deberían fijar según las fases de “antes y después de B. B. King”. Tal fue la influencia de Riley Ben King, nacido, como buen bluesman, en el delta del Mississippi y criado en una plantación de algodón. Sus gustos musicales se concretaron cantando gospel en el coro de una iglesia evangélica, lo que canalizaría su carrera. Después de la guerra, decidió dedicarse de lleno al blues y se fue a vivir con un primo de su madre, el también bluesman Bukka White. Poco después empezó a trabajar en un programa de radio y se le empezó a conocer como el Blues Boy de Beale Street, luego Blues Boy a secas y, finalmente, B. B. King. Escuchemos consecutivamente sus dos primeras grabaciones en el sello Bullet Records, una discográfica de Nashville de corta duración. Primero, Miss Martha King (1949). Ahora, Your Baby Packs Up and Goes (1949). Ambas pasaron sin pena ni gloria, y solo tras firmar con RPM Records, un sello capitaneado por Sam Phillips –quien había descubierto a talentos como Jerry Lee Lewis, Johnny Cash, Carl Perkins o el gran Elvis Presley–, empezó a probar las mieles del éxito. En 1951, Three O’Clock Blues, un blues compuesto en 1946 por Lowell Fulson, llegó al número 1 en las listas de R&B (Rhythm and Blues). Escuchemos también Rock me baby, en la versión que aparece en Now appearing at Ole Miss (1980), uno de sus múltiples álbumes en directo (si bien el tema había aparecido como single en 1964). Uno de los grandes logros de B. B. King fue el de transmitir la pasión por el blues a todo el mundo, gracias a la frenética actividad de sus conciertos en directo. Por poner un ejemplo, en 1956 ofreció nada menos que 342 actuaciones, es decir, prácticamente todos los días del año el blues que fluía por sus venas saltó al corazón de su público, que se fue enriqueciendo a medida que los grandes artistas de rock, así Eric Clapton, declaraban la influencia del gigante de Mississippi. La siguiente canción, uno de sus clásicos más recurrentes, se titula The Thrill is Gone (“La energía se ha terminado”), pero ya veréis que eso es absurdo: la fuerza que desprende la música de B. B. King sigue vigente hoy como ayer. El tema pertenece a su disco Completely Well (1969) y, como la mayor parte de sus éxitos, no es de su cosecha, sino que fue escrito por Rick Darnell y Roy Hawkins en 1951. Su interpretación le valió el primero de los quince Grammy que atesoró en su carrera. El rey del blues también dedicó una canción a su guitarra, Lucille. La historia es bien conocida: en 1949, tocando en un local, dos hombres se pelearon y chocaron accidentalmente con una lámpara de queroseno. Hubo que desalojar la sala y, cuando B. B. King salió a la calle, se dio cuenta de que se le había olvidado su guitarra, una Gibson, por lo que, sin pensárselo dos veces, entró por ella (¡le había costado 30 dólares!). La llamó Lucille –a esa y a todas las guitarras que vinieron después–, pues la mujer por la que se estaban peleando los hombres llevaba ese nombre. Este homenaje quedaría incompleto sin una de sus grabaciones más conocidas, Everyday I have the blues, que incluyó por primera vez en su LP de debut Singing the Blues (1956) y que se convirtió en otro de los clásicos de su repertorio, con grabaciones tan sonadas y enardecidas como las del Live At the Regal (1969) y Live in Cook County Jail (1971). Una vez más, la canción es anterior: fue escrita en 1935, aunque B. B. King se basaría en la versión de Memphis Slim de 1947.