Todo los medios de comunicación se han puesto de acuerdo en algo desde ayer: Pablo Iglesias ha llevado a cabo un intolerable ataque a la libertad de prensa de este país. ¿Qué es lo que hizo? Criticar las "informaciones" que desde algunos medios se publican sobre Podemos.
Es verdad que Iglesias cometió un error. Su error fue haber personalizado su crítica hacia un periodista concreto. El resto de sus palabras son, sin embargo, suscribibles al cien por cien.
Estamos sobresaturados de "informaciones" sobre Podemos. Muchas de ellas ni siquiera son ciertas. Eduardo Inda, por ejemplo, airea cada semana en La Sexta un informe policial que vincula a Podemos con financiación irregular de Venezuela. Sin embargo, los jueces han archivado todas las querellas presentadas al respecto e, incluso, han desestimado dicho informe que ni siquiera está firmado ni sellado. Es solo un ejemplo entre mil de las falsas informaciones que se publican sobre Podemos. Y de esto no dicen nada los periodistas, ni siquiera en La Sexta (claro, Inda cada semana les hace un Trending Topic).
Los periodistas, en un ejercicio de corporativismo casi vergonzoso secundado por la gran mayoría de la profesión, se han quejado por las críticas de Pablo Iglesias. Parece que los periodistas pueden criticar pero ellos no pueden ser criticados. Las asociaciones de periodistas han salido en tropel a censurar sus palabras. No decían nada sobre las ruedas de prensa de Rajoy sin preguntas o, directamente, en un plasma. Tampoco salieron las asociaciones de prensa a emitir comunicados cuando Esperanza Aguirre hablaba de "La Secta" (en vez de La Sexta) y calificaba a sus periodistas de mamporreros. O cuando miembros del PP amenazaban veladamente a periodistas como Jesús Cintora (que fue apartado y recuperado gracias a la presión social por la cadena que le despidió) o Javier Ruiz. Ni siquiera cuando Aznar le metió un bolígrafo en el escote a Marta Nebot cuando ésta le hizo una pregunta incómoda. Tampoco tras los sucesivos ERE (uno de los más prolíficos a este respecto es el diario El Mundo) y la precarización de la profesión.
El periodismo debe hacer autocrítica y aceptar que a el los también se les puede criticar sin por ello estar atacando la libertad de prensa.