Revista Cultura y Ocio

El error de pensar

Por Aceituno

Daniel Ramos

“No te preocupes que al final todo va a salir bien”. Esta frase es la que le dices a un ser querido cuando le ves en una situación problemática. A mí siempre me gustó mucho su verdad intrínseca porque yo solía añadir “y si no, es porque todavía no llegó el final“. De esta forma la frase queda completa y además suele ser verdad que los problemas, tarde o temprano se resuelven y que el tiempo suele ser un buen aliado en la mayoría de los casos.

Pero, claro, ahora ya no le puedo decir eso a mi chica porque los dos sabríamos que no es verdad, que al final no todo va a salir bien. Es más: el tiempo no corre a nuestro favor sino todo lo contrario. Es como un tren que se dirige hacia nosotros a toda hostia sin que podamos cambiar de vía. Ambos sabemos que nos va a terminar por atropellar irremediablemente, de lo que se trata, pues, es de intentar minimizar los daños en la medida de lo posible.

Cuando no sabes a qué agarrarte es preferible mirar para otro lado, hacer como que la cosa no va contigo y ser capaz de hacerlo sin inmutarte. De otra forma estarás condenado a sufrir, a pensar una y mil veces en tu problema, a plantearte preguntas incómodas cuya respuesta nadie conoce y a marearte en esa noria sin fin que forman tus interrogantes y tus negativas. A estas alturas de la película ya he aprendido que hay que practicar el cinismo, ser egoísta y olvidarse de lo que se supone que debe ser “una buena persona”. Debo mirar por y para mí. Es la única manera de levantarme cada mañana y resistir que los días sean tan iguales y tan penosos. Si no lo hiciese así y mirase por los demás me volvería loco. ¿Cómo soportar la empatía con los sentimientos de mi chica? Imposible.

De ninguna manera puedo imaginar para ella un futuro sin mí.

Pero como todavía no ha llegado el momento final, debemos rodearnos de todas las armas que necesitemos para el día a día, para ir tirando del carro y que el camino sea lo más placentero posible. Y eso se logra cerrando los ojos a una parte de la realidad y prestando atención a la otra. A nosotros nos está funcionando de maravilla y, quitando algunos episodios concretos de dolor o de malestar por mi parte, todo lo demás está siendo divertido y tranquilo, con alta dosis de amor y de bienestar siempre que ninguno de los dos piense en lo que de verdad tenemos encima, porque cuando alguno lo hace surge el llanto casi incontenible, el otro se contagia y sufrimos sin que nadie pueda decir “no te preocupes que al final todo va a salir bien”, sin que nadie pueda decir absolutamente nada. Solo nos queda esperar a que pase con la ayuda de algún calmante y algunas caricias y tratar de prometernos a nosotros mismos que intentaremos no volver a caer en el error de pensar.


El error de pensar

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