La urgencia de Francia por iniciar la guerra contra Gadafi, su precipitación en reconocer como un “Gobierno legítimo” a la amalgama de golpistas (islamistas radicales unos, ex altos cargos, traidores otros) hacía evidente la existencia de intereses económicos muy poderosos por parte de Francia, para cambiar un Gobierno que favorecía mucho más a las empresas españolas e italianas que a las francesas; algo que París nunca ha aceptado. Históricamente, fueron ingenieros de minas franceses en los años 30 los primeros en percatarse del inmenso potencial petrolero y gasista del país norteafricano, lo que unido a su política “económica-cultural” France-Afrique para el control de los recursos minerales y estratégicos de ese continente no hace más que confirmar su decisión de derrocar a alguien que era un obstáculo para sus planes.
Esa era la sospecha, pero sin más pruebas que la lógica de los hechos. Pruebas que, sin embargo, ha conseguido la prensa italiana, que ha desvelado con todo lujo de detalles como los servicios secretos franceses organizaron el pasado mes de noviembre en París y en Bengasi con un grupo de traidores libios el golpe para derrocar a Gadafi, que ya no era un peligro para nadie. Han tenido la habilidad de engañar a varios países para que le ayuden a deponer y/o liquidar a un jefe de Estado contrario a sus intereses. El editorial de El Corriere della Sera acusa a Francia de “querer sustituir a Italia en las relaciones con Libia, desde el petróleo a las relaciones económicas y comerciales”. París tampoco hace nada por ocultarlo; su ministro de exteriores, Alain Juppe, no ha tenido rubor en delinear “como deberá ser el futuro de Libia”, explicando con total desvergüenza quién representa y quién no a los rebeldes. Porque el futuro Gobierno libio no lo decidirán los libios sino los franceses, que estarían incluso dispuestos, según la prensa italiana, a llegar a la partición del país, en la que sus amigos golpistas de Bengasi se quedarían con el petróleo y el gas, y Gadafi con Trípoli, con los camellos y la arena.
Las decisiones de Rodríguez Zapatero han sido una tras otra un rosario de disparates, generalizaciones y maldades que han llevado a este país a la fragmentación, a la ruina económica y moral. No obstante, uno no creía posible una estupidez como la intervención en un golpe de Estado de Francia para derrocar a un presidente ‘amigo’. Como en otros golpes similares, los servicios secretos franceses y los golpistas libios han montado una rebelión popular contra la que han disparado francotiradores desconocidos, construyendo así la patraña de defensa de los derechos humanos. Unos derechos que a Francia le importa un pimiento, como le importó un pimiento el exterminio de 800.000 seres humanos en Ruanda, donde enfrentó unas etnias con otras por el control del coltán, un mineral estratégico esencial (1); o los genocidios ignorados en otros países africanos por el control del cobalto, la bauxita o la cromita. La participación de España en el ataque a un país, para cuyo Gobierno no tenemos más que motivos de agradecimiento, no solo es un error histórico y una felonía, es un auténtico disparate en lo económico y un desastre potencial en lo político.
Entre el desastre económico y…
El desastre económico no es que vayamos a gastarnos 30 o 100 millones de euros en la intervención, en la que, por cierto, se está dando una impresión completamente falsa de la situación de nuestras Fuerzas Armadas, en el sentido que puede parecer que tenemos medios de sobra para intervenir en cualquier parte cuando la situación es justamente la contraria. Probablemente, lo poco que hemos enviado es casi lo único que está en condiciones operativas. El resto, sin piezas de recambio, sin poder adaptarse a las nuevas tecnologías -como el portaviones Príncipe de Asturias, que pensó enviarse, pero que no estaba en condiciones por falta de presupuesto-. Sin combustible para hacer maniobras, sin munición para entrenamiento, sin dinero para nada, las Fuerzas Armadas han sido las grandes perdedoras de la crisis, mientras se despilfarran decenas de miles de millones de euros en los temas más disparatados.
El desastre está en los miles de millones que las empresas españolas, mimadas por Gadafi, van a perder en el caso de que éste acabe ganando. Si pierde dará lo mismo, porque serán las empresas francesas quienes se llevarán la parte del león y solo nos quedarán las migajas. Realmente, nuestros políticos de uno y otro signo que han apoyado esta locura de Zapatero sin informarse de lo obvio y sin analizar siquiera las consecuencias, son un hatajo de irresponsables, que aparte de haber secuestrado la democracia en su propio beneficio ahora nos han metido en un conflicto en que perderemos sí o sí.
España es, o mejor dicho era, la tercera nación del mundo con más intereses económicos en Libia. En 2007, durante una visita de Gadafi a España, con su jaima y su grupo de muchachas vírgenes como guardaespaldas que causó el regocijo general, fue agasajado como el Emperador de China por Zapatero. No fue para menos, porque el viaje se saldó con un río de contratos a empresas españolas por valor de 12.300 millones de euros: 7.300 en infraestructuras, 3.500 en petróleo y gas y 1.500 millones en armas, exportaciones de armas que subieron desde entonces un 7,7%. Situación de trato favorable a España, que mejoró más aún a raíz de la última visita del Rey a Libia en enero 2009, que cerró contratos por valor de casi 5.000 millones de euros; para eso en aquella ocasión, Don Juan Carlos abrazó con efusión a Gadafi, llamándole ‘hermano’. Y todo esto, es lo que Zapatero, con el apoyo unánime del resto de la dictadura partitocrática, acaba de tirar por el fregadero.
Se repite así de nuevo el desastre económico, corregido y aumentado, que siguió a la traición de Zapatero a los aliados, al retirar de Irak nuestra fuerza de ayuda humanitaria (que no de combate contra Sadam Husein), cuando la ONU ya había aprobado la intervención de la Coalición Internacional. Una medida que dio la puntilla a la industria naval española, que perdería un gigantesco contrato de mantenimiento de la Sexta Flota en los Astilleros de Cádiz durante diez años. Decenas de miles de gaditanos están hoy en el paro por ello. Cuatro fragatas F 100 para Israel, seis submarinos para Taiwán y dos gigantescos metaneros. Ese fue el coste económico de la traición. Y en lo político fuimos relegados al rincón de la historia y España dejó de estar en el mapa.
…y lo potencialmente letal
Sin embargo, el aspecto económico, pese a ser importante, puede acabar siendo una broma si se produjera la caída de Gadafi. Sus opositores son mayoritariamente islamistas radicales, que tienen de demócratas lo que servidor tiene de obispo, y que en caso de ganar con nuestra ayuda la guerra abrirían una plataforma gigantesca al Islam radical en todo el Norte de África. Así desaparecería el muro de contención que hoy es Gadafi para los terroristas de Al Qaeda que dominan los países de su frontera sur (Níger, Chad o Sudan). Tendrían una salida perfecta al Mediterráneo para extender su guerra santa contra los infieles, es decir, nosotros, financiados además con los inmensos recursos del petróleo libio. Un escenario que se convertiría en apocalíptico, si como es más que seguro, la ultrarradical Hermandad Musulmana, que junto con Francia está abasteciendo a los rebeldes con todo tipo de armas, se hace con el poder en Egipto en las elecciones de octubre.
Esta ola de radicalismo anegaría todo el Norte de África. Tendríamos literalmente el enemigo a las puertas, un enemigo sanguinario y fanático cuyo objetivo esencial es lo que llaman el “restablecimiento del Califato”, algo que, para que lo entiendan los despistados y las víctimas de la LOGSE, consiste en la reconquista de Al-Andalus, que en la terminología islamista no es solo Andalucía, es el 90 % de España, incluidos los Condados Catalanes. Para esta última empresa cuentan ya con un considerable apoyo interior, como tuvieron Tarik y Muza hace 1.300 años, particularmente en dichos condados, donde desde una web islamista, financiada con dinero público del Estado y de la Generalitat, se nos acaba de amenazar con otro 11-M.
Para esto Zapatero nos mete de lleno en una guerra, con el apoyo de un Rajoy que ha dicho amén como un corderito, permitiendo que esta barbaridad salga políticamente gratis a los socialistas, cuyos líderes, en agradecimiento, repartían estopa al PP a diestro y siniestro por la guerra de Irak, sin que nadie -con Moragas en plena luna de miel con Trinidad Jiménez- haya salido a defenderse, ni siquiera por el mínimo respeto a los datos históricos debido a sus electores.
Rajoy ha aceptado la deslegitimación de sus más de 10 millones de electores sin rechistar. Realmente estamos en manos de insensatos, pusilánimes y oportunistas, como la pacifista Carme Chacón (la de “todos somos Rubianes”, el de la “puta España”), que después de haber laminado literalmente la capacidad operativa de nuestras Fuerzas Armadas parece encantada con la guerra como vía de promoción para sustituir a Zapatero. Es el mundo al revés.
(1) Coltán es la contracción de dos minerales, columbita y tantalita, de donde se extraen niobio y tantalio, metales esenciales en la fabricación de móviles, ordenadores, videojuegos, sistemas de guía de misiles y en la industria aeroespacial. Se trata de un mineral rarísimo que solo se encuentra en Ruanda y pocos lugares más.
Muchas gracias a nuestro colaborador anónimo.