Revista Religión
Me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos; entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. – Salmo 22:16-18.
Predicamos a Cristo crucificado… Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. – 1 Corintios 1:23-24.
En la civilización romana, la crucifixión era considerada el método de ejecución más cruel y severa. Era una forma de morir humillante y horrenda. Además, para los judíos, era el signo de la maldición divina (Deuteronomio 21:23; Gálatas 3:13). Entonces, los primeros cristianos ¿no deberían haber callado la crucifixión de Jesús? Escuchemos el testimonio de un antiguo musulmán:
«Ser discípulo de una persona que fue asesinada tan indignamente no es una razón para estar orgulloso. Ningún discípulo de cualquier religión inventaría una historia que atribuyese a su jefe o fundador un trato tan vergonzoso de parte de sus enemigos. Si los creyentes hubiesen tenido que modificar o eliminar algo del Evangelio, el relato de la crucifixión hubiese sido lo primero a eliminar o cambiar».
Los discípulos resaltaron la muerte de Jesús en la cruz porque ella fue el medio usado para reconciliar al hombre perdido con Dios. No fue una derrota, sino la mayor victoria sobre el poder de las tinieblas y del mal. La muerte del Señor Jesús en la cruz es la expresión última del amor de Dios.
A lo largo de los siglos, miles de personas han creído y recibido el amor de Dios; son testigos del poder de la cruz del Señor Jesús.
Fuentes: Amen, Amen