El "Escrache" ha llegado a España. Ha llegado tarde, cuando gobierna el PP, una injusticia porque debería haber llegado mucho antes, en tiempos de Zapatero, que lo merecía incluso más. Los políticos se asustan ante el acoso de los ciudadanos y rechazan lo que representa sufrimiento para sus familias, pero jamás ellos protestaron por el sufrimiento de sus representados, ni hicieron nada por suprimir las leyes injustas que regían las hipotecas y desahucios, ni reaccionaron cuando las cajas de ahorros fueron saqueadas o cuando los ciudadanos fueron expoliados con las preferentes y subordinadas. Es difícil discernir que es peor si el acoso desmesurado a los políticos o la injusticia que ellos han institucionalizado en España. La solución del problema no será la represión policial decretada por el PP, sino la Justicia y el buen gobierno, dos piezas claves de la democracia que siguen ausentes de la vida española.
El "escrache" es una expresión de cuño argentino que consiste en el rechazo público y acoso a políticos que el pueblo cree que tienen responsabilidad en los padecimientos e injusticias que afectan a la sociedad o a determinados colectivos y sectores sociales. En España hemos estado esperando la llegada del escrache durante los últimos años, sorprendiéndonos de que un país con más de 5 millones de desempleados, con cientos de miles de empresa cerradas, media juventud privada de su derecho a trabajar y a prosperar y con una pobreza que avanza de manera inexorable, no se hubiera lanzado a la calle para culpar pública y ruidosamente a esos políticos que han tenido en sus manos el timón de la nación y, en consecuencia, la responsabilidad máxima de lo que ocurre.
Ahora, cuando el "escrache" ha llegado, de la mano de algunos colectivos especialmente golpeados por la injusticia y la torpeza absurda de una clase política española lamentable y sin mérito alguno para ejercer el poder, los políticos, ayudados por sus periodistas sometidos, una lamentable legión de perros del poder al servicio del engaño, reaccionan, manipulan y se revuelven ante ese acoso que, ciertamente, ha podido traspasar en algunos casos la línea de lo permisible, pero que en su conjunto, es tan lógico y esperado como la vida misma.
En España han sido los afectados por desahucios e hipotecas con condiciones abusivas y los suscriptores de acciones preferentes y subordinadas, ofertadas en su momento por entidades ahora insolventes, sin que el gobierno, que estaba obligado a velar por la limpieza del sistema financiero, hiciera nada por evitar la estafa al ciudadano perpetrada, los primeros que se han organizado para practicar un "escrache" que hasta entonces había sido sólo un movimiento espontáneo de indignados y gente decente que pitaba a políticos, los abucheaba en público o se levantaba de restaurantes y recintos donde esos fracasados y malignos dirigentes aparecían.
El sufrimiento del pueblo y la necesidad de reaccionar con la injusticia suele generar líderes populares espontáneos capaces que fijar y proyectar el descontento, el dolor y la rabia. Ada Colau es uno de esos líderes populares del desencanto y el dolor que capitalizan y proyectan los deseos y sentimientos del pueblo.
Los políticos, muchos de los cuales han sido frívolos y desvergonzados hasta límites intolerables, se han puesto nerviosos ante la aparición de Ada y sus brigadas de desencantados, dispuestos a actuar contra lo que llamamos en España "la casta", un verdadero cáncer para el país y causa indiscutible de buena parte de los males de la nación. Ahora califican de "pro-etarra" a la líder popular, que tal vez lo haya sido o lo sea, a juzgar por algunos gestos y actuaciones.
Sin embargo, endurecer las leyes, ordenar identificaciones y multas represivas a la policía y estigmatizar a los líderes del escrache que surjan con la ayuda del periodismo esclavo y, en su momento, con la cárcel ordenada por algún juez complaciente, no es la solución del problema. La solución y la única manera de que el escrache no prolifere en una España poblada por millones de ciudadanos cabreados contra los políticos es la Justicia. La descalificación de Ada generará otras u otros líderes populares que encabecen a los que están indignados con razón y la gente se alzará una y otra vez hasta que los corderos se transformen en leones.
Si esos que han estigmatizado a Ada Colau quieren cortar de raíz el descontento transformado en rabia pública, que encarcelen a los chorizos y corruptos que han saqueado las cajas de ahorro, que señalen y juzguen a los dirigentes de los partidos políticos españoles que están siendo protegidos por los aparatos a pesar de que se han enriquecido ilícitamente y han incrementado sus patrimonios con dinero público, que consigan que los ladrones devuelvan lo que han robado, sean quienes sean, aunque pertenezcan a familias intocables y a sectores que, como en los tiempos pasados, siguen siendo impunes, como la alta política, las altas finanzas y la cúspide de la nobleza. No hay otra forma de acabar con el escrache que devolviendo a los ciudadanos que invirtieron de buena fe en las preferentes y subordinadas hasta el último euro entregado.
Lo que acaba de hacer el gobierno de Rajoy al legalizar las quitas a los ahorradores en el último Consejo de ministros no hace sino alimentar la rabia y los deseos de rebelarse contra un poder injusto y rapaz, que no es sólo español sino europeo, como acaba de demostrarse en Chipre, donde, con la ayuda de una Alemania que es más que nazi en lo financiero, le han robado a los ahorradores parte de sus depósitos y no lo han hecho con los pequeños ahorradores únicamente porque los representantes del pueblo chipriota tuvieron el gesto de dignidad de rechazar con sus votos la propuesta de la Unión Europea, que pretendía robar sus ahorros también a los mas débiles.
Los políticos que ahora protestan y gritan, asustados, ante el primer estallido de "escrache" en España, desde el lacrimoso González Pons, que parece haberse olvidado de que él mismo pedía rebeldía y manifestaciones callejeras contra Zapatero, cuando estaba en la oposición, hasta la dura condena de Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid, que tal vez haya ido demasiado lejos al suponer que la “lideresa” (sic) Colau y el movimiento que dirige podrían tener contactos con grupos proetarras, incluyendo a una decepcionante Rosa Díez, percibe que las coacciones a los legítimos representantes de los ciudadanos rememora la kale borroka del País Vasco, son errores garrafales que únicamente lograrán alimentar a la bestia. Ninguno de esos llorones y defensores de la casta acosada piensan en los ciudadanos aplastados por la injusticia, a pesar que al ser elegidos tienen el deber ineludible de velar por ellos, ni hicieron nada en el pasado por eliminar la injusta y contraria a los derechos humanos legislación española sobre las hipotecas y desahucios, condenada recientemente por el Tribunal Europeo de Justicia, ni han hecho nada por evitar que los partidos políticos nombren jueces y magistrados o que esos partidos, rechazados por los ciudadanos y señalados como el origen de casi todos los males del país, sean financiados, en contra de la voluntad popular, con el dinero de los también desproporcionados e injustos impuestos que el pueblo español, cada día mas pobre y acosado, tiene que pagar por la fuerza.
Así que no sólo teman porque sus hogares sean acosados por los angustiados y desposeídos, sino que tengan cuidado también con la injusticia que ellos tutelan desde el poder, porque es la injusticia la que genera la desesperación de los humillados y oprimidos, de las víctimas de un poder alienado, arrogante e insensible, que no se arrepiente de mentir y de engañar pero que llora y se esconde detrás de los periodistas de la mentira y de los escudos policiales cuando el pueblo, que es víctima, se rebela, cargado de indignación, y muchos corderos, acuciados porque les han robado la esperanza y, en muchos casos, también porque sienten hambre, empiezan ya a sentirse lobos.