Revista Cultura y Ocio

El escritor como domador de ideas

Publicado el 24 agosto 2013 por Laesfera

El escritor como domador de ideas

El escritor como domador de ideas

El escritor como domador de ideas

De las muchas facetas que integran y conforman la profesión de escritor, una de las que me llaman la atención más poderosamente es la faceta de domador.
El escritor se encuentra en la jaula de su cabeza, entre pensamientos que ejercen de barrotes en ocasiones muy rígidos, en ocasiones apenas corpóreos, y casi siempre demasiados a la vez. De repente algo o alguien mete en la jaula una idea nueva. Llega haciendo tal estruendo que se convierte inmediatamente en la protagonista absoluta de la jaula.

Entonces surge del escritor esa faceta en la que se convierte en domador de ideas. La vida del artista no peligra, ni mucho menos. A lo sumo, peligran algunos minutos, tantos como dedique el escritor al desarrollo y pulido de la idea. El rostro de la idea es cambiante, ahora fiero, ahora inofensivo, pero siempre con el atractivo encanto de lo desconocido. A veces tiene cara de protagonista indiscutible, a veces de título de la próxima historia a narrar, a veces..., tiene la propia cara del escritor que la piensa. Vuelta a empezar.

Cuando el escritor consigue encauzar la idea en una sola de las posibles vías por las que transcurrirá su desarrollo, la idea no siempre se amolda a convencionalismos, de hecho casi nunca lo hace. Cuando esa idea se identifica claramente, o al menos eso cree el escritor, por ejemplo con un estilo o con un formato narrativo, pogamos: el relato; la idea, por su cuenta y sin permiso alguno comienza a reclamar a gritos cambiar de formato, ya porque al exprimirla suelta jugo como llenar dos o tres jarras de novela, ya porque al desembrollarla contiene jugosos diálogos más propios de un escenario, ya porque, bien mirada, la idea que tan fiera entró sale por la puerta de atrás apenas como un tuit que ni siquiera alcanza los 140 caracteres.
El Escritor en su esfera El escritor como domador de ideas. Artículo: Victor J. Sanz

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