Revista Opinión

El escritor secreto

Publicado el 10 enero 2023 por Manuelsegura @manuelsegura
El escritor secreto

En 1984, el jurista y catedrático Francisco Sosa Wagner (Alhucemas, Marruecos, 1946) dirigió una carta al escritor Salvador García Aguilar (Rojales, Alicante, 1924 / Molina de Segura, Murcia, 2005), quien acababa de recibir en la noche de Reyes de ese mismo año el Premio Nadal de 1983 en su cuadragésima edición. Fue con ‘Regocijo en el hombre’, tres narraciones en primera persona basadas en historias de anglosajones y vikingos. García Aguilar, un perfecto desconocido en el panorama literario de la época, se había hecho, para sorpresa y asombro de todos, con el premio de novela más prestigioso de este país.

Sosa Wagner leyó aquel relato de unas 300 páginas a poco de aparecer en las librerías y quedó bastante impresionado. “Un libro de aventuras, bien escritas, con tipos, paisajes y lances llenos de exuberancia literaria”, reconoció. Buscó la dirección postal del autor y le dirigió una misiva. Días después recibió contestación a su carta desde Molina de Segura, hecho que tampoco dejó de asombrarle. El escritor le agradecía su deferencia y le informaba de que, como era de rigor, estaría en la Feria del Libro de Madrid, en fecha próxima, firmando ejemplares.

Por supuesto que Sosa Wagner fue ese día hasta la feria para conocerlo. Cuenta que al encontrarlo en la caseta de la editorial Destino, tras una torre de libros, le sorprendió que muy pocos lectores y visitantes se acercaran hasta él, algo que le extrañó sobremanera. ¿El ganador del Nadal y prácticamente nadie se le aproxima para que le firme un ejemplar?, vino a preguntarse, por lo que concluyó que “a este hombre había que tratarlo como un paréntesis en la bazofia que se ensalza en los círculos madrileños, por lo que era preciso olvidarlo cuanto antes”.

Luego de las presentaciones de rigor, y de una inicial conversación en la que el lector elogió la obra ante el autor, no sin evidenciar este último un cierto rubor, Salvador García Aguilar cogió la pluma y escribió de su puño y letra: “A Francisco Sosa Wagner, en recuerdo de su amable carta, y su todavía más gentil saludo, con el afecto entrañable de…”. Tras ello, y a la vista de la expectación que su presencia en aquel certamen literario había levantado, ambos se encaminaron hasta un bar cercano a tomar unas cervezas. Sosa Wagner recordaba que el escritor “tenía un aire de contable, como de representante que no representa nada, acaso de forma vaga e intermitente a sí mismo, mirando a aquel mundo que le ignoraba, cuando había alcanzado la gloria con aquel premio”.

García Aguilar le habló de sus proyectos inmediatos: de lo que había escrito, de lo que iba a escribir y de lo que nunca escribiría. Francisco Sosa Wagner detectó, a poco de conocer a aquel hombre canoso, sencillo, cordial e incluso tímido, lo que muchos intuímos desde aquella noche de Reyes del 84: que se había convertido en una especie de intruso en el hermético universo literario que otros controlaban. Basta decir, para calibrar la dimensión del galardón obtenido por el escritor de Rojales, que en su anterior edición, la de 1982, el ganador había sido Fernando Arrabal, con ‘La torre herida por el rayo’; es decir, alguien que llegaría a estar propuesto para el Nobel de Literatura. Y que la nómina de escritores y escritoras en el palmarés del Nadal resulta apabullante, desde que Carmen Laforet deslumbrara en 1944 con su precoz ‘Nada’, hasta Manuel Vilas, este 2023, con la melancólica ‘Nosotros’. 

Un año después de la muerte de Salvador García Aguilar, ocurrida en enero de 2005, en su pueblo de adopción, Molina de Segura, se celebró un congreso en torno a su vertiente literaria que muy acertadamente titularon ‘El escritor secreto’. Cierto que aquel administrativo de una empresa conservera fue un narrador casi clandestino, robando horas al sueño para plasmar en las cuartillas sus anhelos e inquietudes más ocultas. Él mismo confesaría que, de no haber obtenido el Nadal de 1983, ni sus vecinos más próximos hubieran adivinado cuál era su auténtica pasión. Por supuesto que sus jefes, con los que trabajó durante más de tres décadas, ignoraban esta cualidad de su empleado.

Con la perspectiva que ofrecen los casi 40 años transcurridos, aquella campanada literaria sigue volviendo a la mente de cuantos lo conocimos, cada vez que se falla una nueva edición de este prestigioso premio en noche tan señalada y mágica. Sosa Wagner recordó a García Aguilar, tras su fallecimiento, luego de verse aquejado durante años por el mal de Alzheimer, expresando con cierta aflicción que “tuvo pasajera la gloria pero será imperecedero su olvido”. Algunos aún lo recordamos con afecto.

[‘La Verdad’ de Murcia 10-1-2023]


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