Decía Fernando de Rojas (1465-1541) que “el silencio escuda y suele encubrir la falta de ingenio y torpeza de las lenguas”. Los retóricos aludían al silencio como la coma “a priori” en la cúspide del lenguaje. Mientras hablamos estamos en el riesgo perpetuo de equivocarnos. Rajoy optó por las recomendaciones del autor de la Celestina. En la manifestación de su lenguaje, a diferencia de los estoicos anunció como broche de su discurso el silencio por respuesta.
Después de muchos meses con ruedas de prensa huérfanas de preguntas, ahora el líder de la derecha nos sorprende con convocatorias mediáticas sin respuestas. A la pregunta: qué opina usted de Rubalcaba, el registrador de Santa Pola, contestó “Mejor no decir nada“.
Ante el temido interrogante tabú, sobre la corrupción política de su partido, utilizó “la callada por respuesta”. De nuevo el escudo del silencio sirvió para no censurar “las vergüenzas de su partido”.
Desde la crítica, debemos reflexionar sobre la ética y el comportamiento del “futuro presidente” en su diálectica con los medios. La profesión del periodista es el arte de la noticia, o dicho de otra manera, destacar aquello que normalmente no sucede. La búsqueda del hecho extraordinario no entiende de palabras, ni de gestos, ni de silencios. La estrategia del señor de la derecha no reocgió los ecos mediáticos en los rodatorios de la izquierda. El discurso ausente de palabra fue la noticia del momento. El efecto propagación de las nuevas tecnologías ha encriptado en la opinión público el silencio como noticia. La ocultación del mensaje a una masa periodística enfadada por los “protocolos silenciosos de la derecha”, ha tenido el efecto contrario al buscado por el rival de Rubalcaba.
El protocolo utiliratista y maquiavélico que los señores de Génova hacen de los medios de comunicación invita al espectador a reflexionar sobre la “transparencia informativa que tanto reclaman los señores de los trajes y las corbatas”.
Con las elecciones ganadas y el riesgo “de la torpeza de las lenguas” pasado, la derecha ha vuelto a convocar “ruedas de prensa democráticas” basadas en el libre guión de la pregunta y la respuesta.
Mariano ante el asunto espionoso de la corrupción ha pasado ”de puntillas”, como aquel niño que ante la duda moral de su travesura; se descalza para que el silencio de sus pasos suavice el ruido de sus palabras.