Washington está utilizando a su favor la deuda de Ucrania. Lo que está haciendo es empujar a los europeos a separarse de Rusia en el plano económico y ya les está imponiendo además una ampliación de su cobertura en materia de misiles. Mientras los europeos se concentran en la narración de los hechos tal y como la OTAN los presenta –o sea hablando de la supuesta «anexión de Crimea»– la alianza atlántica despliega discretamente el dispositivo imperial.
Visita relámpago del vicepresidente Joe Biden en Estonia para garantizar que, ante la «descarada incursión militar rusa» en Ucrania –país decidido a instaurar «un gobierno al servicio del pueblo», lo cual garantizan los neonazis que llegaron al poder gracias al golpe de Estado del nuevo Gladio– Estados Unidos reafirma su inquebrantable compromiso de someterse al artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte en materia de «defensa colectiva».
Como Ucrania es actualmente miembro de facto –pero no de jure– de la OTAN, existe al menos el «¬no artículo 5» que compromete a los países miembros de la alianza atlántica a la «realización operaciones de respuesta a las crisis no previstas en el artículo 5». Eso fue lo que se hizo, con la cooperación del gobierno [italiano] de Alema durante la guerra de la OTAN contra Yugoslavia –en 1999–, al igual que con las guerras desatadas contra Afganistán, Libia y Siria.
Para que «la OTAN salga de la crisis más fuerte que nunca», Estados Unidos reafirma su compromiso con la «defensa misilística» de Europa.
Sin embargo, al vincular la crisis ucraniana con la «defensa misilística», Joe Biden muestra involuntariamente en qué consiste su verdadero juego.
Washington siempre afirmó que el «escudo» estadounidense en Europa no estaba dirigido contra Rusia sino contra la amenaza de los misiles iraníes. Pero Moscú siempre consideró, al contrario, el escudo antimisiles estadounidense como un intento de obtener una ventaja estratégica decisiva ante Rusia: o sea, al contar con la capacidad del «escudo» para neutralizar los efectos de una respuesta rusa, Estados Unidos podría así poner a Rusia bajo la amenaza de un primer golpe nuclear.
El nuevo plan que promueve el presidente Obama prevé un número, aún más grande que el anterior, de cohetes instalados en la frontera con Rusia. Y como esos cohetes están bajo control de Estados Unidos, los europeos ni siquiera saben si se trata realmente de cohetes interceptores o de misiles nucleares.
Al rechazar la proposición [rusa] de control compartido con Rusia sobre el radar de Qabala, en Azerbaiyán, Estados Unidos comenzó a construir en Polonia la instalación donde han de desplegarse 24 misiles SM-3 del sistema Aegis. Además, el gobierno polaco se ha comprometido a gastar más de 30 000 millones de euros en la creación de su propio «escudo» –con tecnología estadounidense– para integrarlo al de Estados Unidos y la OTAN. Y Joe Biden canta loas a Polonia por haberse hecho cargo de «parte de la carga financiera, lo cual deberían hacer todos los aliados» –advertencia para Italia.
Otra instalación, de 24 misiles SM-3, actualmente en construcción en la base aérea de Deveselu, en Rumania, debe entrar en servicio en 2015, bajo el control de 500 militares estadounidenses. Esas instalaciones misilísticas incluyen un radar súper potente instalado en Turquía, así como radares móviles que pueden desplegarse rápidamente en «posiciones avanzadas».
El «escudo» incluye también el despliegue en el Mediterráneo de navíos de guerra dotados de radares Aegis y de más misiles SM-3. El primero de esos navíos, el torpedero lanzamisiles USS Donald Cook, llegó a principios febrero a la base naval de Rota, en España, a donde serán trasladados 1 200 marinos y 1 600 familiares de ese personal. Vendrán después otras 3 unidades navales (el USS Ross, el USS Porter y el USS Carney), cuyo número aumentará probablemente dado el hecho que la US Navy ya dispone de unos 30 navíos de ese tipo que patrullan constantemente en el Mediterráneo listos para entrar en acción en cualquier momento a la vez que realizan –según la OTAN– «toda la gama de operaciones de seguridad marítima y de maniobras bilaterales y multilaterales con las marinas aliadas».
La marina de guerra española ya dispone, de hecho, de 4 fragatas equipadas del sistema integrado de combate Aegis, lo cual las hace interoperacionales con los navíos estadounidenses. Lo mismo se hará con las fragatas clase Fremm de la marina de guerra italiana.
Un papel importante en el crecimiento del «escudo» está reservado a los mandos y bases que ya tiene Estados Unidos en territorio italiano: en Nápoles, donde se hallan los cuarteles generales de las fuerzas navales estadounidenses y aliadas; en Sicilia, donde se hallan la base aeronaval de Sigonella (que prestará asistencia a las unidades Aegis en el Mediterráneo) y el Muos de Niscemi, que debe garantizar las comunicaciones satelitales de alta frecuencia.
Todas las unidades navales Aegis desplegadas en el Mediterráneo, anuncia además la OTAN, estarán «bajo el mando y control de Estados Unidos». Lo cual significa que la decisión de lanzar los misiles –supuestamente interceptores– estará única y exclusivamente en manos del Pentágono.
Y mientras prepara el «escudo», Estados Unidos sigue afilando su espada. A raíz de la crisis en Ucrania, Washington desplegó 12 cazabombarderos F-16 suplementarios en Polonia y 10 F-15 en Estonia, Letonia y Lituania. Estos aviones de guerra podrán ser equipados próximamente con las nuevas bombas nucleares B61-12 almacenadas en Europa –por ejemplo, en Italia–, artefactos que pueden ser utilizados como bombas antibúnker.
Moscú está tomando sus propias contramedidas. Pero Washington ya está obteniendo un primer resultado: el aumento de la tensión en Europa permite a Estados Unidos reforzar su influencia sobre los aliados europeos. ¿Cómo? Gracias al artículo 5 y al no-artículo 5.
Fuente: Voltairenet
Revista Política
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