"La arquitectura residencial social brega desde hace años con varios desafíos: construir cada vez mejores viviendas con materiales más modernos y chocantes para un ciudadano acostumbrado al arcilloso color naranja y, a la vez, componérselas para hacer esas casas más pequeñas, con menores presupuestos y en pésimos entornos urbanísticos , es decir, en barrios que invitan mucho al individualismo y poco a la convivencia. El resultado rara vez es satisfactorio.
Vallecas 57, la propuesta de vivienda colectiva social de Almudena Ribot y Teodoro Núñez, plantea un requiebro a esa inercia. "Con la mejor calidad posible de habitabilidad, es decir bioclimáticamente y energéticamente hablando. Pero sobre todo queríamos recuperar el espacio público, es decir, espacios de relación vecinal y recuperar el espacio público que creo que, en España lo estamos perdiendo", explica Ribot.
No siempre sale bien, y a muchos espacios comunes les crece la mala hierba o la herrumbre. Pero no por eso la iniciativa deja de ser loable, más aún en un campo de pruebas tan hostil como el PAU de Vallecas de Madrid, diseñado por y para el vehículo utilitario, que exacerba el consumo más que el esparcimiento colectivo.
"La tradición mediterránea es que toda la vida se desarrollaba toda en la calle. Somos una civilización de conocimiento familiar. Las cosas se trasmiten de padres a hijos. Es muy importante conocer al abuelo, oír al abuelo. Entonces yo creo que la sociedad moderna eso sí que lo estaba perdiendo", insiste Núñez, mientras mira las aberturas que forman los patios y recorre las galerías del edificio, coloridas, a mitad de camino entre la estética futurista y las fábricas de los años setenta.
Pero en el proyecto de Ribot y Núñez lucen otros distintivos que plasman el cariz investigador y curioso de los trabajos del estudio. Para el número de viviendas del edificio, 132, "tendríamos que haber hecho ocho portales verticales, pero sólo tiene dos escaleras y tres corredores horizontales para las ocho plantas, que reparten el acceso a todas las viviendas, hacia arriba o hacia abajo -hay que saber leer la chapa-, de tal forma que son como calles interiores", apunta Núñez.
Otra de las aportaciones del edificio es su fachada metálica ventilada. "Conseguimos un buen aislamiento en los dos climas, en verano funciona mucho mejor todavía. Pero sobre todo lo que se consigue es que no haya puentes térmicos, es decir, lugares por los que entre el frío, sino que la envolvente sea continua", comenta Ribot. "Siempre es mejor ir con muchas capas finitas que con sólo abrigo", aclara. "La razón de que sea de chapa es que es el material más sencillo y suficientemente resistente como para aguantar esa doble ventilación".
Por dentro, muchas las viviendas del edificio son dúplex dispuestos de una manera singular, a los que se accede siempre por la zona común del cuarto de estar, evitando zonas muertas. Y todas ellas tienen ventilación cruzada, pues o bien dan al patio de manzana, a los patios en altura o a la calle directamente.
Burbuja y futuro
La arquitectura es una carrera muy amplia, una de las pocas realmente humanista. "Eso es una gran ventaja. Otra cosa es que la sociedad nos admita o que nosotros sepamos hábilmente introducirnos en otros lugares de la sociedad", dice Ribot, en estos tiempos de cambio.
La industrialización abre una puerta a quien crea, como en Europa, que el futuro de la construcción está en manos de ingenieros y máquinas más que de obreros a pie de andamio. "Así se hacen ahora el 90% de las viviendas unifamiliares europeas. La industrialización hace simultáneos los procesos de construcción y obra, es decir, reduce los tiempos, reduce los costos y no por ello homogeniza las soluciones, es decir, se puede personalizar el diseño".
"Ha habido arquitectos que se han forrado a poner firmas y a hacer la misma vivienda todo el rato"
Ribot cree que "la arquitectura española ha sido muy buena pero ha sido muy artesanal". Por eso "la administración pública debería de apostar por la industrialización y por otras tipologías de vivienda "destinadas a familias no tradicionales".
Y aunque detrás de cada vivienda, mal o bien hecha, de la era de la burbuja inmobiliaria está la firma de un arquitecto enriquecido, no cargan las tintas contra la profesión. "Es cierto que el arquitecto ha sido en parte responsable, pero en absoluto el responsable máximo".
Para Ribot, que ocupó un cargo de alta dirección en el Ministerio de Vivienda de la etapa de Maria Antonia Trujillo, "el problema de la burbuja inmobiliaria ha sido el suelo". "Realmente, el grave problema de este país han sido los promotores, y la especulación que ha habido con el suelo. También ha habido arquitectos que se han forrado a poner firmas y a hacer la misma vivienda todo el rato, eso también es cierto".(José F.Leal.elmundo.es)