Normalmente los lugares autoconstruidos, autogestionados e informales son considerados sucios, contaminados y contaminantes, peligrosos, inseguros, inestables o precarios y acaso esto no sea del todo una mentira. Desde luego todo depende del cristal con que se mire.
Estos lugares son problemáticos pero no solo porque eventualmente sean lugares donde el tráfico de drogas o la delincuencia sea más visible, la violencia o la discriminación más patentes, o porque estén sucios y degradados, sino especialmente porque son lugares donde la gente mantiene la capacidad propia del ser humano de dotarse del lugar en el que vivir y donde los problemas de la vida se solucionan gracias al arte de vivir y no a la ciencia o a la técnica. Frente al absurdo de depender de una gran constructora internacional para tener un lugar donde vivir y de un banco que te ayude(?) a pagar durante 20, 30 o 40 años por ese sitio, que parece más un aparcamiento de trabajadores/consumidores que un hogar, estas personas demuestran con su mera existencia que nada de eso es necesario, sin embargo la polarización que vemos en este modelo social nos obliga a elegir entre la chabola, despojada de su legitimidad y la vivienda industrial y nadie parece ver que miles de millones de personas siguen construyendo casas por si mismos subvirtiendo el paradigma del estado, del mercado y del desarrollo.
foto bajo licencia creative commons (Reconocimiento-NoComercial 2.0 Genérica) por olmovich
No quiero idealizar con esto la vida en las chabolas. No se puede negar que estan llenas de sufrimiento, de penurias, de violencia y de marginación, pero esto tampoco nos puede impedir ver las posibilidades que esconde un modelo (un modelo que son muchos modelos) casi en todo opuesto al oficial.
Desde hace poco la mayoría de la población de la tierra vive en las ciudades, consecuencia de esto es que la mayoría de las personas ya no tienen practicamente nada que ver con el proceso de construcción de sus casas, con suerte se limitan a comprarlas o heredarlas o por lo menos este es el ideal. Cualquier otra alternativa está en los márgenes: o no tienes donde vivir (que para la mayoría es equivalente a vivir en una chabola) porque eres demasiado pobre, o eres lo suficientemente rico como para construir tu propia mansión.
Esto ha cambiado radicalmente dos cosas, el significado de habitar y el significado de hogar. Habitar un espacio era definirlo, ser parte de él. Habitar también era adaptarlo, modificarlo y por ende modelar el mundo. Habitar era un arte propia del ser humano y como tal era diferente en cada lugar. El hogar tampoco es ya lo que es, porque el hogar es lo que se creaba habitando, hoy el lugar en el que vivimos (no habitamos) se parece más a lo que es un garaje para un coche que a lo que fue el hogar para nuestros abuelos o bisabuelos.
Hoy habitar ha dejado de ser un arte para convertirse en una ciencia-técnica. Quien define las dimensiones de las casas, su organización y su distribución en las ciudades es un técnico especialista, un burócrata o un político, las personas “eligen” donde pueden vivir en función de su renta. Estos espacios creados profesional, técnica y científicamente son estandar, hay viviendas estandar para cada clase, pisos, adosados, chalets…
El espacio se “recibe” ya terminado. En la inmensa mayoría de los casos sin la menor posibilidad de modificación, no solo ya porque esté terminado, sino porque no estamos socialmente preparados para modificarlo (hay que estar ubicado socialmente para tener la capacidad legitima de modificarlo, esto es, ser profesional del ámbito), ni culturalmente (está mucho mejor visto comprarlo hecho que hacerlo, a no ser que seas un snob), ni por su puesto jurídicamente (hay que pedir un permiso especial para poder hacer reformas).
Se supone que todo esto se ha hecho para garantizar una vivienda digna para todos, para solucionar los problemas de seguridad, para organizar la ciudad y para hacerla más limpia y sana. Pero pasado cierto umbral la profesionalización en la construcción, la burocratización, la homogeneización y la mecanización y tecnificación en la construcción han logrado crear más problemas de los que se solucionan. Mientras millones de personas se las arreglan para sobrevivir en suburbios de chabolas de forma más o menos digna gestionando sus espacios, sus viviendas y sus relaciones de forma autonoma, teniendo además que resistir a las presiones del modelo oficial, otros tantos expertos profesionales no son capaces de fabricar un modelo ciudad de verdad ordenado, limpio, sano, seguro, socialmente amable y sobretodo sostenible, porque no se puedo olvidar que si hay un lugar donde el consumo de recursos es desproporcionado y donde se genera contaminación (o se difiere esa contaminación) es precisamente la ciudad oficial creada profesionalmente.
escrito por Anníbal Hernández