El 14 de octubre de 1991, cuarenta días antes de que Freddie Mercury muriera de sida, el grupo Queen estrenó lo que hoy es un clásico del rock, “The Show Must Go On”, “El espectáculo debe continuar”, lema creado durante la Grecia clásica para su teatro, que se aplicaba a sí mismo el cantante conocedor de su próximo final.
Lo que remite ahora a un drama ocurrido en Madrid la noche del viernes 7 durante el festival también de rock Mad Cool, en el acróbata, bailarín y coreógrafo Pedro Aunión caía desde una altura de unos 30 metros desde donde hacía uno de sus espectáculos colgado de una grúa.
Había fallado el arnés que lo sujetaba y los organizadores de los conciertos con una treintena de grandes grupos durante tres días, junto con las fuerzas de seguridad, decidieron que la música debía continuar para los 45.000 asistentes que habían pagado hasta 300 euros por las entradas.
Muchos de los espectadores del accidente creyeron que aquella caída, vista en las gigantescas pantallas del festival, era parte del espectáculo: estamos en tiempos en los que el teatro, las performances y el juego, sobre todo el electrónico, pueden confundirse con la realidad.
Que la policía recomendara que “The Show Must Go On” para evitar avalanchas entre aquella multitud apretujada, y quién sabe qué parte de ella con qué sustancias estimulada, recibió enseguida las críticas de otras autoridades, medios informativos y de las redes sociales.
Una hermana del artista dijo que murió como le habría gustado, haciendo su espectáculo, como casi lo logró Mercury, con el que tenía cierto parecido físico.
¿Qué debe hacerse cuando la sensibilidad de unos intenta enternecer a otros grupos menos emotivos, gentes que creen que la actuación debe seguir y rechazan que una muerte nos impida continuar bailando?
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SALAS