Revista Deportes

El espectador moderno quiere pases

Por Malaka

Rafaelillo

Rafaelillo. Foto: Burladero.com

La corrida fue intoreable, que no ilidiable. Pero el espectador moderno quiere pases. Y los toros de Escolar no tenían ni uno. Guapos de cara todos, bien armados, de preciosas hechuras, pero con mala sangre, de esa negra condición que se ve a lo lejos, muy broncos, imposibles, que buscaban el bulto con saña en cada corto viaje, gañafones por doquier, tornillazos van y viene, derrotes al por mayor... Seis regalos para tres héroes. Pero se está tan acostumbrado al torito tonto, bobo e inválido, artista que llaman, que, cuando sale una alimaña guapa, el público toma partido por ella y se equivoca de pitón a rabo.

¡Qué error! ¡Qué inmenso error esas ovaciones con la que gran parte de los tendidos despidieron a los toros primero y cuarto, el lote de Rafaelillo! ¡Y qué injustos esos pitos para el torero, que salvó los muebles de auténtico milagro! Pero así es la vida. Ayer, le tocó la china al bravo torero, con la de apuros que pasó, -los pitones del cuarto eran sencillamente imponentes-, con la quina que tuvo que tragar, con el esfuerzo sobrehumano al que lo obligaron esos dos toros. Veleidoso e insensible público de Madrid, tan generoso con los bailarines de pitiminí y tan exigente con estos héroes.

De la crónica de Antonio Lorca en el País


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