Revista Cultura y Ocio
«Esto del teatro es muy raro», escribe Isidro Timón en el último número de El Espejo (15), la revista de la Asociación de Escritores y Escritoras de Extremadura, que dedica una sección monográfica a la literatura dramática de aquí. Desde el número 13 (2021), último bajo la dirección de Pilar Galán y Víctor Jiménez Andrada, que trató el cómic, la revista aborda en unas escogidas páginas un asunto de interés, como fue la poesía experimental en el número 14 (2022), ya bajo la dirección de su actual coordinador el poeta y profesor Antonio Rivero Machina. Quizá quede bien aquí hacer un recuento somero sobre quienes han sido los responsables de esta publicación que, con algunos huecos, tiene ya sus veintiocho años: Antonio Gómez, Elías Moro y Plácido Ramírez (núms. 1, 2, 3 y 4, entre 1995 y 1998), Daniel Casado y José María Cumbreño (núm. 5, de 2003), Daniel Casado, José María Cumbreño y Plácido Ramírez (núm. 6-7, hasta 2005), Urbano Pérez, Hilario Jiménez Gómez y David Matías (núm. 8, de 2016), Hilario Jiménez Gómez, Marisa de Llanos Pérez y Diego González (núm. 9, de 2017), Hilario Jiménez Gómez, Isabel Mª Pérez Gónzalez y Serafín Portillo (núm. 10, de 2018, que recordó los 35 años de la revista y publicó un sumario de sus sumarios hasta la fecha), Hilario Jiménez Gómez y Carlos García Mera (núm. 11, de 2019) y Pilar Galán y Víctor Jiménez Andrada (núms. 12 y 13, de 2020 a 2021). «Esto del teatro es muy raro», escribe Isidro Timón en esta entrega de El Espejo; y me parece un buen mote de esa parte de su contenido que se fija en el «Presente y futuro del teatro en Extremadura», un título demasiado ambicioso en un espacio tan reducido de cuarenta páginas que dedica casi la mitad al extracto de una obra de uno de nuestros autores más visibles, Marino González Montero —que acaba de publicar su Anasté. La hecatombe de Tarteso—, que nos muestra una versión de la comedia Hecyra, de Terencio, para Clípeo Teatro, el grupo integrado por profesores del IES Santa Eulalia de Mérida; y a una elocuente entrevista con el dramaturgo Miguel Murillo Gómez, una figura ineludible en la evolución del teatro en Extremadura desde los años ochenta del siglo pasado hasta la actualidad. Completan el monográfico una instantánea del momento presente del teatro profesional extremeño hecha por un gestor y director como Marce Solís, y los testimonios de tres creadores sobre su propia creación: Concha Rodríguez, Isidro Timón y Verónica Jiménez Jiménez, cuya juventud proyecta nuestro panorama teatral hacia un futuro propicio, curiosamente sugerido —también— en la mención de Miguel Murillo de su sobrino Miguel Murillo Fernández (Badajoz, 1997), que ya ha publicado dos piezas, Revolución sin previo aviso y La esposa del ermitaño en la colección «Escena Extremeña» de la Editora Regional de Extremadura. No todo cabe, pues, en este espejo que se completa con las habituales colaboraciones literarias y las notas de lectura, y la novedad de una sección —«La palestra»— que recoge la «visión de la realidad creadora» —dice el editorial— de alguien destacado en las letras extremeñas, que, en este caso, es Antonio Orihuela con su contundente, combativo e impugnador «Contra el compromiso único» (págs. 51-56). Justo en el centro del volumen como palestra notoria, resulta una necesaria llamada de atención.