Revista América Latina

El Espejo: El golpe continuado.

Publicado el 13 mayo 2013 por Jmartoranoster

JOSÉ VICENTE RANGEL.

“Revolución que no sabe defenderse no es revolución” Bertold Brecht 1 El título de esta columna lo tomo prestado de Jorge Rodríguez -jefe del Comando de Campaña Hugo Chávez en los tres últimos procesos electorales que culminaron con victorias chavistas el 7-O, 16-D y 14-A-, quien lo utilizó en una declaración para rebatir la impugnación de la MUD ante el Tribunal Supremo de Justicia sobre el resultado electoral del 14-A. (Por cierto, ya no una sino cuatro). Lo hago porque recoge con exactitud lo que ocurre en Venezuela con la subversión de la derecha, no ahora sino desde 1999, cuando Chávez accedió a la presidencia de la República.

Pero mi intención no es lucubrar sobre el tema, sino ir directamente al grano. Porque el conjunto de factores que perdió el poder en Venezuela en ese entonces nunca aceptó un auténtico proceso de cambios -sin la mediatización de que fueron objeto otros intentos- sociales, políticos e institucionales. Cuando las encuestas empezaron a reflejar la tendencia favorable a Chávez en el proceso electoral de 1998, a lo que se sumó el desplome del andamiaje puntofijista, se gestó una conspiración civil y militar que no logró el objetivo del golpe por el rechazo que se generó en la oficialidad. Pero la semilla no murió. Y en la medida en que Chávez cumplió las promesas de su programa, se definió una hoja de ruta que conducía a la ruptura del orden constitucional y al desconocimiento de la legitimidad del gobierno instaurado en 1999.

3 A partir de entonces arranca el “golpe continuado”. En ningún momento el proceso democrático y revolucionario que encabezó Chávez -no se contradicen los términos, como algunos afirman con solemne superficialidad-, contó con una oposición democrática, crítica, pero respetuosa de las reglas de juego. Es así como ya en los años 2000-2001 aparecen síntomas de la trama conspirativa, cuya expresión más clara fue el paro empresarial convocado por Fedecámaras. La oposición se fue articulando en torno a un proyecto antidemocrático, de respuesta a la oferta progresista del chavismo, instrumentado por factores recalcitrantes del mundo civil y restos del puntofijismo. El vacío, que no existe en política, lo llenaron desprendimientos de la partidocracia derrotada y otros elementos. Pero no nacen nuevos partidos, sino partidos envejecidos prematuramente, estructurados con los restos del naufragio de la década anterior. Situación que también aprovecharon sectores de clase media, actores religiosos, empresariado, medios de comunicación con posiciones ideológicas y políticas de ultraderecha y manejo de abundantes recursos. Una vez que se armó el tinglado, solo faltaba garantizar el derrotero y operatividad. De ahí que cualquier análisis en torno a lo que sucedió al comenzar la V República, no hallará un solo aporte democrático de la oposición organizada bajo esa nueva orientación. Todo lo que se hizo en el sector se orientó a conformar una opción desnacionalizada, transnacional, subversiva, que siempre nadó en dos aguas: la de la legalidad y la de la conspiración.

No me referiré a episodios archiconocidos: 11-A; participación de EEUU en la aventura golpista; sabotaje petrolero; militares de la plaza Altamira; guarimbas; terrorismo; abstención en las parlamentarias de 2005, todo ello en la línea del golpe continuado, sino a lo que está hoy en el tapete. Luego de dos derrotas electorales contundentes, 7-O y 16-D, la oposición aprovechó la oportunidad que se le presentó con la muerte de Chávez -artículo 233 de la Constitución de 1999-. Y lo hace con un plan donde la conexión internacional, los recursos financieros, la propaganda -a cargo de expertos en guerra sucia-, son determinantes. En otras palabras, insertando el nuevo intento de toma del poder en lo que es la guerra de “cuarta generación”. En la práctica de convertir el hecho electoral, y sus resultados, en escenario bélico. Algo que se corresponde con el desarrollo a fondo, en su última etapa, de la estrategia del golpe continuado.

La reacción de Capriles después del 14-A explica todo: a) rechazo a suscribir un acuerdo respetando el resultado electoral; b) anuncio sistemático de fraude durante la campaña; c) fortalecimiento de determinados nexos internacionales; d) negativa a efectuar una campaña en positivo para facilitar, cualquiera sea el vencedor, el diálogo que permita una relación civilizada de la colectividad nacional. También explica su reacción ante la proclamación de Maduro por el CNE que desató la violencia con saldo de muertos, heridos, ataques a instituciones del Estado y locales partidistas; la no aceptación de la auditoría del CNE y la impugnación ante el TSJ, aclarando que si la decisión le es adversa recurrirá a instancias internacionales; lo cual responde a la lógica perversa del formato del golpe continuado, consistente en generar angustia permanente en la colectividad, calentar la calle, tocar los cuarteles y movilizar a la opinión internacional con falsas informaciones. Pero la etapa del “golpe continuado” por la cual atraviesa el país, le plantea al chavismo la necesidad -y la urgencia- de asumir el “contragolpe continuado”, que implica aplicar a fondo la ley para defender el orden constitucional. ¿La razón? Está en juego la soberanía nacional y un proceso de cambio que ha costado mucho. Como lo expresaba el poeta alemán en el epígrafe, la revolución se prueba cuando tiene que defenderse; no solo con las armas, sino con la organización popular, la eficiencia en la gestión de gobierno y la exaltación de valores morales.

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