JOSÉ VICENTE RANGEL.
Los militares de Plaza Altamira se lanzaron a una aventura en abril de 2002 1 Años atrás ellos tuvieron generales. Contaron con algunos traidores. Lograron confundir -engañar- a otros que, lamentablemente, perdieron su carrera y luego corrieron el destino del preservativo. Me refiero, obviamente, a los militares que participaron en la aventura del 11 de abril de 2002 y a quienes, graneaditos, se fueron a Plaza Altamira, estimulados y protegidos por los Alcaldes de Chacao, Baruta y dirigentes de la oposición que los aclamaban como salvadores de la patria. En el montaje de entonces destacaron los uniformes y condecoraciones de los que llamaban a la sublevación de los cuarteles. Pero la aventura fracasó. La euforia que se apoderó de la icónica plaza del este de la ciudad, languideció poco a poco y se consumió hasta desaparecer en un ambiente desolador. Del episodio queda en la memoria colectiva el recuerdo de la infamia y el empeño de los protagonistas civiles por reivindicarla. 2 Pero que nadie se engañe: el golpismo, como alternativa, no está muerto. No quedó enterrado en Plaza Altamira hace 11 años. Sobrevive en la frustración de un sector político y social que no acepta los cambios en Venezuela. Que se alimenta de un odio profundo hacia el proceso bolivariano y su liderazgo. Que no pierde oportunidad de auspiciar la desestabilización, de aliarse con quien sea con tal de promover la opción aventurera que fracasó, pero que para sus voceros adquiere cada día más vigencia. Porque considera que por la vía electoral no tiene chance y la visión catastrofista que cultiva emplaza a actuar con apoyo del exterior. La situación que el país vive, el venenoso despliegue mediático; la utilización inmoral de la red social; la mentira sistemática; el falseamiento de la realidad; la descarada manipulación de la salud del presidente Chávez, su fallecimiento, y la connivencia con organismos de inteligencia norteamericanos, conforma un cuadro subversivo en el que solo falta la participación militar. Que aparezca el gendarme necesario. El general que, como Pinochet, intervenga para regresar al viejo orden, al costo que sea, chapoteando en la sangre de quienes se opongan. 3 Pero el proyecto golpista falla por el desconocimiento que tiene de la realidad y el culto de la violencia de sus promotores. Por un lado carece de pueblo. La mayoría de los venezolanos -incluyo a parte de la oposición que no quiere aventuras porque salió escaldada de anteriores experiencias, y duda de líderes que desaparecen cuando la cosa se pone fea-, se opone al formato 11-A y paro petrolero. No tengo dudas al respecto, y los potenciales golpistas de hoy deberían considerar lo que exponen tirando una parada. Por otro lado está la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, cuya estructura orgánica, la nueva doctrina militar que practica y la lealtad que la inspira, la blinda del papel que cumplió en el pasado como instrumento de los designios imperiales y la oligarquía criolla. 4 Existe una amenaza latente de conspiración que obliga a examinar el esfuerzo de la derecha para captar militares. En vista del fracaso que hasta ahora ha tenido, aumenta su actividad dirigida a sembrar confusión en la colectividad. El rumor, utilizado en forma agresiva y sistemática, representa la búsqueda del general providencial al que mentalmente apela una oposición desesperada que, a partir del manejo inmoral de determinados temas, considera que existen condiciones para darle el palo a la lámpara. Pero así como los generales -y otros rangos- de Plaza Altamira hicieron el ridículo, el intento por darle rango sedicioso al rumor, también fracasará. Hay rumores, pero un “general rumor” que salga de una institución armada como la actual, cohesionada en torno a un liderazgo, a un proyecto de patria y un pueblo consciente, es parte del delirio opositor. Cierto, la conspiración no desmaya, lo cual debe tener claro el gobierno y el chavismo. La oposición, cada día más confundida, se apresta a participar en una elección que sabe perdida. Está ante una derrota anunciada el 14 de abril, quizá peor -con mayor margen de ventaja del chavismo sobre la MUD-, dado el poderío que los herederos de Chávez muestran en la calle con motivo del deceso de su líder. No obstante, es previsible que el desaliento generado por una nueva derrota siembre en las diferentes formaciones de la oposición un sentimiento contrario a la vía electoral y estimule a los más radicales. A la hora de confrontar líneas de acción en tiempos de crisis, los ultras, como quedó demostrado el 11-A y en otros episodios vividos por el país, los factores democráticos se inhiben por temor a desafiar la base social que los sustenta. Será ese el momento en que se plantee un claro desafío a la autoridad, al gobierno constitucional, que tendrá que echar mano a los recursos que la Constitución y leyes de la República contemplan. Deberá actuar sin vacilaciones. Con firmeza y, al mismo tiempo, sin atropellar. Otra fórmula consiste en extender la invitación al diálogo que hasta ahora no ha funcionado porque la oposición no asume el rol de interlocutor. No obstante, hay que persistir. El cuadro, como se puede ver, es complicado y solo lo resuelve la política. A la cual tendrán que apelar gobierno y oposición para que el rumor sea únicamente rumor y la búsqueda de un referente militar no vaya más allá de un deseo que, como coloquialmente se suele decir, no empreña. LABERINTO Diferencia entre pasado y presente: las luchas estudiantiles de los años 60 y 70 respondieron a causas nobles; a una definida vocación política; a un sentimiento de lealtad a ideales por los que los jóvenes estaban dispuestos a dar la vida, como ocurrió con centenares de liceístas y universitarios. No hay comparación con lo que pasa ahora: el bloqueo por un reducido grupo de jóvenes de la sede diplomática de un país que tiene 50 años bloqueada por EE.UU., o el grotesco gesto de una huelga de hambre, en Chacao, para saciar el odio clasista que inspira al sector. La diferencia entre quienes encarnaron aquella época, y los actuales -los antivalores que proclaman-, reside en el valor de los de ayer y la cobardía de los de hoy. Entre tener o no tener ideales… Caldo morado: es la situación por la que atraviesa la MUD. Basta leer las declaraciones de sus dirigentes: unos aceptan la legalidad y defienden la participación electoral; otros cuestionan a la dirección, la acusan de conciliadora; critican el sistema electoral y le hacen carantoñas al golpe. Nada como analizar lo que dicen voceros como Ramos Allup (AD) o Diego Arria (Junta Patriótica). El primero devela la conflictividad de la alianza, las posiciones que dividen a la MUD ante el tema de la candidatura presidencial donde Capriles sale mal parado. El segundo reacciona abiertamente contra la cúpula de la MUD. Mientras que otro dirigente, Roberto Enríquez (Copei), plantea con crudeza la situación y habla de la “Extra-MUD” para referirse a la Junta Patriótica. Revela que ésta tiene 2 departamentos: uno, el económico, “compuesto por factores del mundo financiero y grandes contratistas”, que le hacen “llegar a la convicción de que este departamento no tiene ningún compromiso con la democracia”; y otro, el comunicacional, que tiene “un problema estructural: su falta de equilibrio”… En estas condiciones la oposición marcha hacia el abismo del 14-A que, de acuerdo a analistas serios, resumirá todas las anteriores derrotas… Lamento la muerte de Simón Alberto Consalvi, amigo y gallardo contendor en el campo de la política. Excelente periodista y también historiador con interpretaciones muy personales acerca del país. Paz a su alma.Revista América Latina
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