El punto de vista femenino del crimen
Unas niñas. Un monstruo. Conversaciones entre susurros. Una comunidad recelosa y atemorizada. No sé si Rosa Ribas (y Sabine Hoffman, perdón) tenía en el pensamiento la obra maestra de Víctor Erice en el momento de concebir y escribir su novela El gran frío, pero esta testigo no ha dejado de tenerla presente a partir de un momento, temprano, de su lectura.Si Rosa Ribas escribiera otro tipo de libros que no fueran de género negro, tendría un reconocimiento mucho mayor por parte de la crítica. Nada más que aquel que se merece. Desde La detective miope, impactante historia, impecable desarrollo y fuerte y desgarrada protagonista, Rosa Ribas ha ido creciendo y creciendo. Por cierto, lástima que por su propia naturaleza La detective miope sea una novela única; ni la historia ni el personaje están concebidos para formar una serie, pero cuánto me gustaría saber cómo se imagina Ribas que puede continuar la vida de la protagonista. Ha conseguido hacer creíble el personaje de una policía germano-gallega, ahí es nada. Cornelia Weber-Tejedor comparte con Petra Delicado la dureza de carácter con la emoción amistosa y familiar. Si un detective masculino tiene que ser duro —salvo el blandengue de Brunetti—, una protagonista femenina ha de acreditar un plus de dureza en su trabajo, qué le vamos a hacer. Y ello sin perder el punto de vista femenino (en el sentido estrictamente literal del término, es decir, propio de una mujer) del crimen, del machismo de la policía, del bien, del mal, de la vida.una ignorancia que ninguna autoridad intenta combatirEl gran frío continúa con la protagonista de Don de lenguas, Ana Martí. El ambiente opresivo de la dictadura franquista se traslada al mundo rural, donde su carácter represor resulta aún más evidente y la falta de libertad se convierte en angustia vital. Las víctimas que se cobran el poder, la pobreza, la miseria moral fruto de una ignorancia que ninguna autoridad tiene interés en combatir, son en El gran frío más dolorosas, doloridas, y más indefensas. Y sobrevolándolo todo, el silencio. El silencio de las pisadas en la nieve, el silencio de la impotencia, el silencio del dolor y el miedo.Lo único que me parece improcedente es la concesión de una voz privilegiada a Mauricio. Creo que no funciona narrativamente. No ayuda en nada al devenir de la historia, y la visión subjetiva del personaje no nos da un punto de vista nuevo o diferente sobre el argumento ni sobre el resto de los personajes. ¿Responde a esa moda —esperemos que pasajera, una vez más y como siempre, de acuerdo con Eugenio Fuentes— de retratar psicópatas, como si en vez de tratarse de novelas, es decir, literatura, estuviéramos delante de psiquiatrías baratas, pseudocientíficas y de aficionados?En cualquier caso, esto no desmerece en absoluto la calidad de esta apasionante novela, en la que hemos echado en falta a Beatriz y a la que esperamos ver en la próxima entrega. No os dejéis engañar por el título, un arrebatador fuego del que no podréis —ni querréis, ay— huir, atraviesa de principio a fin esta historia.Lectura recomendada:El gran fríoRosa Ribas y Sabine HoffmannSiruela, 2014Compra en Casa del Libro
Ángeles Salgado