Revista Economía
Ante la proximidad de las fiestas navideñas, me gustaría hablar de algo muy característico en estas fechas. Y no me refiero a la llegada de las primeras nevadas, porque gracias al cambio climático este fenómeno meteorológico ha logrado escapar de la estricta regulación que durante miles y miles de años encasillaba su aparición en el frio invierno; ahora la nieve se ha liberalizado, y si bien es más escasa, puede acontecer aleatoriamente en cualquier estación.
Aunque el asunto que hoy pretendo abordar también nos acompaña durante todo el año, es en estas fechas cuando podemos sentirlo con mayor cercanía e intensidad. Su espíritu nos envuelve más que nunca. Exacto, que otra cosa podría ser si no la publicidad.
Se ha estimado que un ciudadano medio de una gran ciudad recibe entorno 3.000 impactos publicitarios al día. De acuerdo, se puede cuestionar la cifra, pero en ningún caso es discutible que estamos sometidos a una brutal exposición publicitaria. Pero ya se sabe, a veces las cosas que tenemos más cerca son las que más nos cuesta ver. Por eso, nuestra convivencia con la publicidad es tan estrecha y cotidiana que rara vez nos planteamos su razón de ser. Por desgracia, hubo alguien que si reflexionó, y mucho, al respecto. El doctor Goebbels, ministro de propaganda de la Alemania nazi, sintetizó los principales principios de la propaganda (y lamentablemente se aplicó a fondo en utilizarlos). Entre ellos cabe destacar el principio de orquestación: “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. Y a modo de corolario podemos emplear su célebre cita:
“Una mentira mil veces repetida...se transforma en verdad”.
Entonces, si aplicamos una regla de tres, o mejor dicho una regla de tres mil al día, el resultado es una verdad absoluta.
A menudo se acusa a los ciudadanos de irresponsables En los últimos años se ha repetido hasta la saciedad la frase “la culpa de la crisis es de todos, por vivir por encima de nuestras posibilidades”. La pregunta que me hago es ¿Cómo podemos actuar con responsabilidad recibiendo más de un millón de impactos publicitarios al año? Porque es de sentido común que la sobreexposición publicitaria provoca una distorsión en las decisiones financieras de las familias. Lo cual se tangibiliza en sobreendeudamiento y consumo irresponsable.
Hay quien dirá que no se ha demostrado la eficacia efectiva de la publicidad y que el consumidor es soberano (esto último se acostumbra a decir con voz solemne). Pero como cocinero que he sido antes que fraile, bastan pocas lineas para desmontar el argumento. Es cierto que no siempre es sencillo cuantificar el beneficio de una campaña en concreto, pero no lo es menos que si la publicidad no modificara conductas (y cuentas de resultados), las empresas la dejarían de hacer de inmediato.
Tampoco faltarán voces que se alcen indignadas contra la limitación de la publicidad, por considerarla la principal fuente de información para el consumidor a la hora de tomar sus decisiones de compra. Hombre, tampoco se requiere ser un infonomista para darse cuenta que en los anuncios, información lo que se dice información hay bastante poca. Además, en estos tiempos en los que tanto nos llenamos la boca con la palabra eficiencia ¿acaso no resultaría más eficiente que el bombardeo publicitario que el comprador potencial se informara cuando él lo necesitase a través de la web de la empresa en cuestión, o de sus puntos de venta, o incluso mediante guías públicas de bienes y servicios (regidas por normas objetivas y transparentes)? Esto aumentaría la capacidad competitiva de las pequeñas empresas, las cuales en la actualidad se encuentran en inferioridad de condiciones respecto a las grandes empresas, las únicas con recursos suficientes para publicitar en los medios de comunicación de masas.
Quizás algún día se imponga el sentido común y se limite (de veras, no la pantomima de regulación vigente) el grado de exposición publicitaria. Pero mientras tanto, lo más práctico y fácil será que empecemos a mirar la publicidad con otros ojos. Resulta hasta divertido buscar en cada anuncio con que truco se nos pretende seducir. Os propongo ir practicando. De hecho ahora, con la avalancha del espíritu navideño, oportunidades no faltarán.
Pese a que acabo de suprimir los anuncios de esta página, para compensar incluiré en la primera entrada del nuevo año un ranking top 10 de publicidad perversa. De momento los aspirantes más aventajados son: Movistar, Endesa, Mastercard, Gauloises, Cerveza Estrella, Coca-cola, Viceroy, Banc de Sabadell, CatalunyaCaixa y Nestlé. Por supuesto se aceptan sugerencias.