“Lo que hace que una cosa sea es nuestro estado febril, y las verdades se proyectan sobre un mundo de ausencia por la viveza de nuestros ardores (…) Si fuéramos más fríos o reposados, nada sería (…) Las ascuas de nuestro interior son los arquitectos de la vida, el mundo no es más que una prolongación exterior de nuestra hoguera” (Emil Michel Cioran[1])
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“Dios, la conciencia del Universo, está limitado por la materia bruta en que vive (de la cual) trata de libertarse y de libertarnos. Y nosotros, a nuestra vez, debemos de tratar de libertarle de ella” (Unamuno[2])
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“Nuestros anhelos son energías prisioneras en la prisión de la materia y gastamos la mayor parte de ellas en resistir el gravamen que ésta nos impone” (Ortega y Gasset[3])
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“El espíritu dice: ¡quiero ser! Y la materia le responde: ¡no lo quiero!” (Unamuno[4])
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“El universo es una pausa del espíritu” (Cioran[5])
[1] E. M. Cioran: “El ocaso del pensamiento”, Barcelona, Tusquets, 2000, p. 230
[2] Unamuno: “Del sentimiento trágico de la vida”, Espasa Calpe, pág. 157.
[3] Ortega y Gasset: “El Espectador”, Tº VI, O. C., Tº 2, pp. 555-556
[4] Unamuno: “Del sentimiento trágico de la vida”, Espasa Calpe, pág. 161
[5] E. M. Cioran: “El ocaso del pensamiento”, Barcelona, Tusquets, 2000, p. 293