Revista Religión
¿De qué habló el sacerdote en la misa del domingo pasado? ¿Se acuerda usted? Difícilmente.Ha pasado mucho tiempo ¿verdad? Pero no es sólo eso. ¿Cuántas personas cree usted recuerdan lo que dijo el sacerdote en la misa en el mismo momento en que salen del templo? ¿Cuántas se llevan algún mensaje interesante? Le propongo que la próxima vez que vaya a misa se percate de lo difícil que se nos hace escuchar la palabra de Dios. Tampoco es fácil para quien trata de comunicárnosla.
Este domingo celebramos un día en que sucedió lo contrario.
Los sacerdotes que estaban hablando lo hacen llenos de entusiasmo y todo el mundo los entiende.
¡Aquí sí se escuchó la palabra! ¡Aquí sí hubo buena comunicación! Tan buena fue, que cada uno que los oía hablar en su propia lengua, a pesar de que allí había personas que hablaban doce idiomas diferentes.
Y “cada uno los oía hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua”. (Hechos 2,11) El efecto vivificador de esta comunicación fue tan grande que aquel mismo día se bautizaron unos tres mil.
¿Es que hoy la palabra ha perdido fuerza? ¿Es que ya no puede entusiasmar, y transformar, y dar nueva vida? El efecto que tuvo entonces, debería tenerlo hoy nuevamente con la misma fuerza y a causa de la misma fuente: el Espíritu Santo.
Pero para que esto suceda, permítame hoy pedirle a usted ayuda para pedir a Dios dos cosas: En primer lugar le propongo que le pidamos a Dios por los que tratan de comunicarnos hoy esa palabra.
Que oremos por ellos con cariño, porque ellos están trabajando arduamente por usted y por mí. Ellos no son superhombres, pero tienen una cantidad de trabajo que pocos de nosotros soportaría por más de una semana. Y en segundo lugar pidamos hoy a Dios que a usted, y a mí, y a todos los que estén bien dispuestos para recibirlo, el Señor nos dé hoy su Espíritu, para poder captar en su Palabra un mensaje de vida que nos produzca alegría, paz, amor y entusiasmo.
La pregunta de hoy
¿Cuál es su mensaje particular hoy? Su mensaje es personal y cada uno lo descubre haciendo un poco de silencio y permitamos que su Palabra retumbe en nuestro interior.
Lo importante es que salgamos con un mensaje. Que comprendamos un poco mejor que existe una ilusionante vida que aún no estamos viviendo a plenitud.
Siempre pregúntese cuando salga de la iglesia: “¿Qué mensaje me llevo hoy?”. Y verá como el Espíritu Santo le responde a usted particularmente en su interior.
Por ejemplo, el Señor nos repite hoy dos veces esta frase: “La paz esté con ustedes” ¿Quiere usted hacer un experimento? Cierre los ojos suavemente y repita esta frase con lentitud, sabiendo que el Señor se la está dirigiendo a usted personalmente hoy, en este preciso momento. “La paz esté contigo... la paz esté contigo...
la paz...” El Señor está vivo hoy, y está junto a usted, deseando comunicarle su Espíritu y darle su paz. Esa es la buena noticia de hoy.
“Entra hasta el fondo del alma, Señor, y enriquécenos, Mira el vacío del hombre, Si Tú le faltas por dentro.”
Luis García Dubus
[email protected]Santo Domingo