Una mujer que en nueve años ha tratado intensamente de acomodarse a una nueva vida –¡acomodándose!-, buscado trabajo –¡encontrándolo!-, y teniendo que marcharse para repetir el proceso una y otra vez. De verdad que esta vida de expat a veces se siente como un continuo déjà vu. Encontré la coyuntura perfecta para hablar de un tema que me toca a diario y es el de la esposa acompañante.Hace poco, Internations, una comunidad de expatriados con casi dos millones de miembros, presencia en 390 ciudades del mundo y referente obligado de los internacionales en el exterior, publicó su encuesta anual sobre temas relacionados con los expats: lugares favoritos de residencia, condiciones de los países en los que están, ranking de mejores y peores destinos para vivir, etc. Este año, al igual que el pasado, discriminó los resultados entre hombres y mujeres, y ahora creó una categoría para los esposos que siguen a sus compañeros (trailing spouses en inglés) que llamaron esposos viajeros.En la encuesta participaron 14.400 expats que viven en 64 países. El 84% de los encuestados del grupo Esposo viajero correspondió a mujeres. Los países típicos de residencia fueron Singapour, Luxemburgo, Kenia, Hong Kong y Mozambique.Los resultados del apartado son sorprendentes, de algún modo, porque la encuesta desglosa y respalda con números lo que percibo a diario en la comunidad, que he visto en gente cercana y sentido personalmente: que el grupo es uno de los más descontentos y el que tiene momentos muy difíciles en la vida internacional.Aquí algunos datos de la encuesta:
34%47%20%18%18%60% De los esposos viajeros cría a sus hijos en el exterior.Tiene posgrado o PhD.Es amo de casa o padre/madre que se queda en la casa.Está buscando trabajo.Trabaja medio tiempo.Encontró difícil renunciar a su carrera.
36%65% El ingreso anual familiar de USD100.000 o más.Le disgusta ser económicamente dependiente de su pareja.
15%50%45% Ha vivido en cuatro o más países.No habla el idioma del lugar o un solo un poco.La mayoría de sus amigos son otros expatriados.
Es interesante ver que casi el 50% de los esposos viajeros tiene estudios de posgrado o doctorado pero un gran porcentaje se queda en la casa o está buscando un trabajo. Es que encontrar un trabajo es difícil en el exterior porque en muchos países hay restricciones de trabajo en la visa. Recuerdo que en Kenia, por ejemplo, la ley claramente decía que un extranjero podía tener un cargo siempre y cuando un nacional no fuera capaz de llevarlo a cabo. Por esto, es común ver expats trabajando en ONGs, organismos internacionales y como voluntarios. Estos trabajos diseñados para extranjeros son muy competidos porque son contados con los dedos de una mano y muchas veces se llega a ellos sólo por recomendación o correo de voz y no por algún medio formal. Se tiende a romantizar la vida de expat. Se cree que es una vida de lujos, viajes, rodeada de paisajes exóticos y con aventuras a diario. Se piensa algo así como una Karen Blixen viviendo en las sabanas kenianas y conviviendo con animales y comunidades salvajes y quien su príncipe azul visita en avioneta. O en los diarios de Macarroni de Marco Polo, o los escritos de todos esos viajeros que recorrieron el mundo y de vuelta a sus lugares de residencia fueron recibidos con admiración. Pues, sí y no. La vida expat sí tiene ciertos tintes visibles de esos pero hay también otros como el alto costo emocional (personal, familiar y laboral, entre otros) que no son tan visibles y por lo tanto de los que sólo se habla en privado.