Revista Ciencia
Ilustración de Mariano Vior En tiempos de crisis recurrentes como ha vivido la Argentina en las últimas décadas, el sistema de salud juega un papel clave para mitigar que su impacto económico y social se traduzca en pérdida de la salud. Argentina tiene un sistema de salud segmentado y complejo por el que invierte casi 10% del PBI, uno de los más altos en la región, sin que nuestros resultados sanitarios se correspondan con la magnitud de ese gasto. Un tercio de nuestra población, la de menores recursos, no tiene obra social o prepaga contando sólo con la cobertura del Estado. Es sabido que la pobreza genera enfermedad, pero la enfermedad acentúa y perpetúa la pobreza cuando no existe un sistema de salud para proteger financieramente a los individuos y familias. Muchos de los desequilibrios macroeconómicos que nuestro país ha incubado en los últimos diez años han eclosionado en el último año y medio, resultando en más devaluación, inflación, recesión, desempleo y pobreza. Esta realidad golpea los sistemas de protección social como el sistema de salud. Por ejemplo, el gasto para compra de vacunas y medicamentos, todos insumos impactados por las recientes devaluaciones, pasó de representar un tercio a casi dos tercios del presupuesto de Nación en un lapso de pocos meses. En este difícil contexto y para asegurar el mantenimiento de los programas y la provisión de insumos, hemos logrado darles mayor eficiencia y transparencia a los procesos de negociación, compra y distribución, incluyendo compras directas a organismos internacionales como OPS/OMS o PNUD. Una innovación disruptiva en el mercado farmacéutico que hemos coordinado es la negociación y compra conjunta de medicamentos de alto precio. Esta iniciativa reúne a varios actores públicos como la secretaría de gobierno de salud, el PAMI y algunas Obras Sociales aumentando el volumen de compra y el poder negociador con la industria, reduciendo el precio y expandiendo la cobertura. Un ejemplo reciente es la compra conjunta de medicamentos para el tratamiento del cáncer donde se incorporaron 25 drogas de primera línea resultando en un ahorro de más de $1300 millones, aumentando más de 70.000 tratamientos para 7.000 pacientes nuevos con cáncer. Sin embargo, la crisis no sólo es del sector público, sino que atraviesa también a los demás sectores como la seguridad social y el sector privado que brindan atención a 65% de la población y enfrentan hoy enormes desafíos para su sustentabilidad. En un escenario de mayor demanda de servicios debido al envejecimiento poblacional, la epidemia de enfermedades crónicas y la innovación tecnológica, los desequilibrios macroeconómicos en nuestro país agregan un condimento adicional que aumenta la presión sobre nuestro sistema de salud, que es además inequitativo y desigual. Por ejemplo, la mortalidad infantil varía entre dos y tres veces entre distintas provincias, la mortalidad materna, ocho veces; el tiempo al tratamiento inicial del infarto de miocardio, la hipertensión, la diabetes o el cáncer varían ampliamente entre provincias u obras sociales ricas y pobres. Esta es la realidad que nos ha impulsado a avanzar en la implementación efectiva de la Cobertura Universal de Salud (CUS), la cual consiste en asegurar que todas las personas reciban los servicios de salud que necesitan, con adecuado acceso, calidad y asequibilidad y sin sufrimientos financieros cuando necesitan atención, en particular los más pobres. En los últimos dos años, 22 de 24 provincias han adherido a esta estrategia en el sistema público creando al momento más de 500 equipos de salud familiar que brindan atención y seguimiento a más de un millón y medio de personas que hoy tienen su médico de familia; incorporando a la red nacional de salud digital a casi 2 millones de usuarios con historia clínica electrónica; aumentando 20% la consulta temprana del embarazo, 40% la consulta de niños y más de 100% la de adolescentes; mejorando la detección, diagnóstico y tratamiento de la hipertensión, la diabetes y el cáncer, y reduciendo la mortalidad infantil más de 10% y el embarazo adolescente más de 20% en este período, con una importante reducción de brechas de disparidades sanitarias entre las provincias más pobres y las más ricas. Todo esto lo logramos junto a las provincias, trabajando codo a codo, a pesar de la crisis, para que el lugar en el que nacemos, vivimos o trabajamos, o nuestra condición socioeconómica, dejen de ser factores que influyen en la probabilidad de enfermar o morir.
Adolfo Rubinstein es secretario de Salud de la Nación. Fuente: Diario Clarín