Revista Sociedad

El Estado del bienestar

Publicado el 27 mayo 2010 por Gonzalo

El “Estado del bienestar(EB) proporciona a toda la población, o a una parte sustancial de ella (según el tipo de EB de que se trate, cuyo ámbito de protección va del universal, que es generalizado, al residual, que beneficia sólo a los más desfavorecidos), la satisfacción de necesidades fundamentales: asistencia médico-sanitaria, enseñanza, subsidios de paro, enfermedad o invalidez, pensiones para la vejez y otras prestaciones en especie o en dinero para cubrir otras eventualidades de la vida. Por su misma naturaleza, supone definiciones sociales de las necesidades satisfechas, y, lo que es más importante aún, la proclamación de derechos sociales que el EB hace efectivos de manera real (frente a la beneficencia o caridad, que no implica derechos de los destinatarios de las ayudas, sino discrecionalidad de quienes las dan). Supone la desmercantilización de las prestaciones, que no se dan a cambio de dinero sino como aplicación de un derecho.

En su esquema teórico el EB comporta una redistribución de la riqueza. Las personas pagan sus impuestos y cotizaciones en función de sus ingresos o su patrimonio, y a menudo de manera más que proporcional (con la progresividad fiscal las franjas de ingresos más altas están sujetas a tipos impositivos más altos que las de ingresos más bajos, para acentuar aún más la redistribución a favor de los más pobres). Las clases adineradas han aceptado a regañadientes este esquema impositivo, tratando de esquivarlo mediante varios procedimientos, como el fraude fiscal. La mundialización capitalista de los últimos años ha facilitado la evasión fiscal mediante la deslocalización y evasión de capitales hacia paises con presión fiscal menor o nula, como es el caso de los paraísos fiscales.

La recaudación proviene cada vez menos de las grandes fortunas y cada vez más del conjunto de los asalariados y de las clases medias. La solidaridad social propia del EB se erosiona o se quiebra. Esto contribuye a la creciente desafección de las clases medias respecto del EB y su creciente recurso a servicios privados (escuela, sanidad, fondos de pensiones…), lo cual no hace más que acentuar la crisis del EB en todas partes, pues las clases medias suelen tener más capacidad de presión sobre los gobiernos.

El EB no sólo ha respetado las relaciones capitalistas de producción en todos los países en que se ha implantado, sino que ha funcionado como volante de seguridad para evitar fracturas sociales graves al proporcionar a toda la ciudadanía un bienestar y una seguridad que han desactivado toda pretensión revolucionaria de subvertir el orden social. De hecho, el EB ha constituido una contrapartida fundamental para lograr que la población aceptase ese orden, y es la base del pacto social que ha hecho posible la continuidad del capitalismo. No obstante, sería un error ver en el EB sólo un mecanismo del pacto social interclasista que ha imperado en Occidente. El EB es también otra cosa: quiebra el principio liberal individualista y el imperio del libre mercado y acepta que ciertas necesidades básicas deben satisfacerse al margen del mercado, mediente políticas redistributivas igualitarias según el principio socialista de satisfacción de las necesidades y no según el principio liberal individualista de compraventa de los satisfactores.

El enfermo que es objeto de atenciones médicas de un sistema público de salud recibe según sus necesidades; el sistema se financia con aportaciones contributivas más o menos proporcionales a los ingresos de todos y cada uno. Un sistema público de salud integral y justo responde al criterio de distribución comunista: de cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades. Esto ocurre -a modo de enclave excepcional- en contextos sociales dominados por las reglas del capitalismo: esta anomalía se explica porque el EB suscita un consenso muy amplio de la población (hoy fuertemente discutido por la presión neoliberal).  El EB, con sus mecanismos redistributivos, es una de las realizaciones de mayor envergadura y más logradas de satisfacción igualitaria de necesidades ajena al mercado.

Los límites del experimento del EB radican en el entorno hostil, mercantilista, que lo rodea, y que amenaza constantemente con ponerle fin. O en la burocratización a veces excesiva, que comporta la impersonalidad y la deshumanización de sus prestaciones. El burocratismo podría paliarse con mecanismos de proximidad, con la colaboración de los propios ciudadanos, mediante sistemas de voluntariada -o de trabajo pagado por el fondo social de la seguridad social- más cercanos a los receptores del servicio, con la colaboración de las instituciones públicas  (que garantizaran la universalidad de las prestaciones) y de las comunidades vecinales y de barrio (que aseguran una atención personalizada y atenta a las necesidades concretas, incluidas las afectivas, de los beneficiarios).

fuente: MEJOR CON MENOS Necesidades, explosión consumista y crisis ecológica   (JOAQUIM SEMPERE)


Volver a la Portada de Logo Paperblog