Javier Milei, con su gran discurso en el Foro de Davos, ha situado en el centro del debate mundial la pregunta sobre si el socialismo libera o esclaviza a los pueblos, si crea riqueza o empobrece a las naciones. Cientos de millones de ciudadanos creen que el Estado intervencionista y fuerte es la solución a los problemas del mundo, pero Milei dice lo contrario: "El Estado no es la solución, sino el problema". ---
Javier Milei, con su gran discurso en el Foro de Davos, ha situado en el centro del debate mundial la pregunta sobre si el socialismo libera o esclaviza a los pueblos, si crea riqueza o empobrece a las naciones. El líder argentino ha prestado un gran servicio al mundo por haberlo sacado bruscamente de la ensoñación socialista y obligarle a contemplar, con toda crudeza, la maldad y la bajeza inmensa del socialismo, el sistema intervencionista donde el Estado se impone al individuo y le arrebata el dinero, la libertad y la dignidad.
Argentina tiene más derecho a condenar el socialismo que ningún otro país del mundo. Es el gran ejemplo mundial de lo que el socialismo consigue cuando se apodera de los pueblos. Argentina era el país más rico del mundo a principios del siglo XX y su renta per cápita era igual o superior a la de Estados Unidos, pero entonces llegó el general Juan Domingo Perón e impuso el peronismo, que no es otra cosa que un colectivismo socialista, un Estado intervencionista que, poco a poco, acabó con la libertad, la prosperidad y la dignidad de los argentinos, una nación que pasó de ser la primera a la 140 del mundo en la escala de la riqueza.
El discurso de Milei en Davos sigue siendo visualizado por cientos de miles de personas días después de haberse pronunciado y ha sido el momento estelar de ese foro en su versión de 2024, eclipsando a la legión de portavoces y profetas del socialismo caducado y fracasado, entre los que figuraba el español Pedro Sánchez, prototipo mundial de las bajezas y miserias del socialismo, mentiroso, falso, antidemócrata y enemigo de la libertad.
El capitalismo controlado por un Estado fuerte e intervencionista, algo parecido a lo que hay en China, es el modelo que defienden los poderosos del mundo desde las sombras. El apoyo de los grandes capitalistas al Estado socialista es el fenómeno dominante en el planeta al iniciarse el siglo XXI. Desde la oscuridad, los grandes poderes apoyan a sicarios del socialismo, como Pedro Sánchez, mientras procuran que resurja en los países donde el pueblo los ha condenado a desparecer, como Italia, Francia y otros muchos. En Estados Unidos, esos poderes sombríos apoyan a los demócratas, que son la versión socialista en Norteamérica, y atacan a Donald Trump, que es el látigo que desenmascara la perversión de los estados que roban dinero y libertad al pueblo.
Muchos empresarios del mundo han abandonado el liberalismo, que fue el creador de la democracia y del mundo próspero moderno, para entregarse a la adoración del Estado intervencionista, casi siempre lo bastante corrupto para que pueda hacerse negocios fáciles con sus líderes.
Contra todo ese mundo corrompido que adora al Estado y odia la libertad y la democracia se ha alzado Milei con un mensaje que encandila a la parte más decente y noble de la Humanidad, a los demócratas, a los libertarios, a los liberales, a los que anteponen la libertad individual a los políticos acaparadores de poder y riqueza.
El grito de Milei "Viva la libertad, carajo", empieza a penetrar en las conciencias de la ciudadanía mundial, cansada de ser expoliada por impuestos innecesarios, de soportar a dirigentes mentirosos y corruptos y de contemplar sin hacer nada como sus naciones son conducidas hacia el fracaso, la esclavitud y la pobreza bajo las banderas rojas del socialismo.
Gritemos todos "Viva la libertad, carajo", mientras mandamos al desempleo a la chusma de autócratas y corruptos que se viste con los ropajes de la izquierda colectivista para destrozar el mundo y hacer a sus ciudadanos pobres y esclavos, súbditos de una casta de políticos ricos y ladrones, corrompidos y con todo el poder en sus manos.
Francisco Rubiales