El Estado secuestrado

Creo que algunos estados están secuestrados por sus ciudadanos, o al menos por una parte de sus ciudadanos.

Hoy leo que el Financial Times critica la cobardía del Gobierno español a la hora de plantear los presupuestos de 2012 (tal como lo hacíamos desde este modesto blog) porque considera que no entran a derribar los privilegios de clase, entre ellos los de los funcionarios públicos, ya que no reduce en serio el aparato funcionarial heredado del franquismo. Tampoco se plantea en serio si el nivel del estado del bienestar es sostenible, que NO lo es. Es una manera de tirar pelotas fuera y de agravar a la larga el estado del paciente, y de alargar su curación.

También leo como en Francia, ante las elecciones, se insiste en mantener los privilegios adquiridos desde todos los ángulos, subsidios, funcionarios, horarios laborales, etc., confiando en que “papá Estado” proveerá. Que si es necesario ya estrujará más ” a los ricos” y “a los empresarios”.

Tanto en España como en Francia me suena a que el Estado está secuestrado por unos cuantos (muchos) que atan las manos a los políticos para hacer lo que creen que la ortodoxia manda para equilibrar las cuentas públicas y desmontar en parte un estado del bienestar insostenible. ¿El resultado? Que Europa no tiene en estos momentos credibilidad, que los inversores internacionales no se fían de los estados europeos (de algunos al menos), y seguimos inmersos en una crisis financiera muy grave, que arrastra y a la vez es consecuencia de una crisis de valores personales y sociales.

¿Cuánto tardaremos en darnos cuenta? ¿Será pronto y nos evitaremos pasar por la UCI? ¿O será tarde y antes habrá llanto y crujir de dientes? Eso mismo se preguntan los inversores y por eso está todo como está. ¿Quien se fía de esta Europa que no se resigna a ser lo que es? ¿Que se cree con derecho a tenerlo todo como un niño mimado que no se da cuenta que su familia no puede seguir costeándole sus caprichos?

Y  mientras tanto, tenemos un culpable: “los ricos”, “la banca” y “los empresarios”. ¡Ah! Y los políticos. Pero nosotros no asumimos ninguna culpa…